Información tomada de "Suplemento Especial 164° Aniversario del Callao" del diario "El Comercio" Agosto de 1999
Por
Martín Gómez
La Salsa, una travesía de Nueva York al Callao
La salsa llegó al Callao hace más de cuarenta años. Lucho Rospigliosi, a través de su local "El Sabroso", fue quien le forjó esa fama salsera internacional que tiene el primer puerto. En las siguientes líneas, detalles de nuestra conversación con el "Patriarca".
Nos espera en un rincón especial de su casa. Allí lo encontramos con todo lo que un melómano puede soñar. Paredes decoradas con su colección de discos, un equipo de sonido impresionante y una tentadora barra a la que, por obvias razones, sólo nos conformaremos con observar.
Habla con una envidiable chispa chalaca de 68 años de vida. Los recuerdos de la época gloriosa de El Sabroso' a ratos lo ponen nostálgico. "Nosotros fuimos los primeros en difundir los discos que· fueron la transición del mambo a la salsa (esta última todavía no llevaba ese nombre). Las canciones de Mon Rivera, Machito, Tito Puente, Tito Rodríguez o Joe Cuba las pedían todo el tiempo , nos dice.
Eran fines de los cincuenta y los discos se escuchaban en pick up. Sin embargo, el sonido se podía mejorar. Don Lucho decide comprar una vitrola. Eso le daría mayor fidelidad y acústica. "Mi música se oía en todo el barrio de la calle Constitución. Lo que hasta ahora me sorprende es que los vecinos nunca se quejaron. Al contrario, enviaban a sus hijos a pedir tal o cual canción. Debe haber sido por la idiosincrasia tan musical que tiene el chalaco".
"El Sabroso" se convirtió en el lugar más concurrido. Obreros, marineros y gente de toda condición social recalaban en sus instalaciones atraídos por la novedad musical afro latina, que además era acompañada con un buen cebiche y las cervezas de rigor. Panameños, venezolanos, colombianos y puertorriqueños también lo hicierón su preferido. Incluso, recuerda don Lucho, muchos militares extranjeros iban uniformados, le pedían el baño y luego aparecían cambiados.
"La gente esperaba desde temprano, pues la mayoría trabajaban en los muelles. Si me demoraba se iban a la tienda de un japonés ubicada enfrente y, cuando me veían que abría, se cruzaban a mi local. Era una cosa impresionante".
Pa' Bravo, yo
En
cuestión de baile sí había que tener cuidado. Rospigliosi señala que cuando la
fama de "El Sabroso" llegó a otros barrios de Lima, empezaron a concurrir
bailarines de La Victoria y Barrios Altos. "Existía mucho respeto por la gente
del puerto. Los líos se arreglaban a puño limpio. Además, cuando una reunión no
terminaba con bronca parecía
que faltaba algo".
A fines de los sesenta e inicios de los setenta cuando el nombre de "salsa" empieza a comercializarse, el Callao ya la había adoptado como suya.
Los exitosos discos de Fania Records ocuparían un lugar especial en la vitrola de don Lucho. Jhonny Pacheco, Ray Barretto, Ismael Quintana, Héctor Lavoe y Cheo Feliciano eran los invitados cotidianos del local. La magia del disco rompía las fronteras y, por unas horas, el Callao parecía convertirse en sucursal de las calles más duras de Nueva York.
Rospigliosi tuvo que ampliar el local. "Improvisé un altillo pero por poco tiempo, pues casi todas las noches, producto de las grescas, un cliente era arrojado al primer piso", agrega sonriendo.
La conversación sigue. Don Lucho, a través de sus palabras, parece resucitarnos a su mítico restaurante. No hay un fondo musical pero nuestra imaginación busca refugio en los trombones de Barry Rogers o Willie Colón.
A estas alturas, Rospigliosi, el patriarca de la salsa, nos habla de su amistad con los bravos del ritmo caliente. Nos cuenta la ocasión en que viajó a Nueva York y departió con los músicos de La Sonora Matancera, Graciela Grillo, Mario Bauzá, Mon Rivera y Vicentico Valdés. "Era joven como tú, mi fanatismo estaba en todo su esplendor y conocer a esa gente fue lo máximo. Esas satisfacciones y mi familia han hecho muy feliz mi vida".
Pero, como dice Héctor Lavoe, todo tiene su final y nada dura para siempre. El Sabroso, luego de haber transitado por varios locales del Callao, cerró sus puertas. "Nada puede ser como ayer y la historia no la podrán cambiar. Siento orgullo que mi local haya sido el primero en traer la salsa al Perú y a mi querido Callao".
Actualmente, don Lucho sigue en su salsa y nos aclara: "Todavía estoy vigente, vivo con mi música y este rincón es para mis amigos". La conversación concluye. Don Lucho se para, coge un disco y nos lo obsequia. Le pedimos el autógrafo, sonríe y lanza ese grito de batalla que ha dado la vuelta al mundo: "Chimpún. . .Callao. . .". Nos despedimos, miramos de reojo nuevamente su santuario musical y le prometemos regresar. Así sea.
Lavoe es como el Boys
"El
mismo significado que posee el Sport Boys lo tiene Lavoe. Con su muerte el
Callao se vistió de luto. Era bastante querido. Sin duda, esta fue su segunda
patria. Recuerdo que la fecha de su deceso yo estaba en Nueva York. Jamás había
visto tanta gente acompañando un féretro. Luego me enteré que aquí también la
gente habla salido a las calles y lo recordaba a través de sus canciones. Por
eso, el "Flaco de Oro" siempre permanecerá en el recuerdo de los chalacos.