A dónde va la música

Johnny Pacheco, Celia Cruz y Louie Ramírez.

 

Por ©Mimi Ortiz Martin

 mortiz@elnuevodia.com

Una madrugada veraniega del 1961, en el estudio Beltone en Manhattan, echaban chispas Johnny Pacheco y sus músicos, encendidos mientras grababan el segundo LP del maestro dominicano, Pacheco y su Charanga. "Grabábamos todos a la vez, en un solo canal, directo al disco y... ¡nadie podía equivocarse! Qué presión. Pero había tremenda energía que luego se sentía al escuchar el disco. ¡Qué clase de swing!", recuerda nostálgico Pacheco, desde su residencia en Nueva Jersey. En un descanso, Lino Frías, pianista de la Sonora Matancera, dio unas notas sabrosas que hicieron repicar las tumbadoras y Pacheco agarró la flauta. Poco a poco se contagió el resto de aquél convivio musical y nació el coro de acú-yu-yé. Los músicos improvisaron con asombrosa sinergía, inadvertidos de que el técnico del estudio grababa la pieza. Así, Acuyuyé quedó siempre viva para la historia en aquel exitoso disco de pasta bajo el sello Alegre Records, segunda de las 51 producciones discográficas que grabaría Pacheco en su inmortal recorrido artístico.

"Acuyuyé fue el hit con el que conquisté a Europa, América y África ese año. Mi favorito, quizá porque nació de ese auténtico amor a la música, de esa convivencia única que se daba en los estudios de grabación, de algo espontáneo".

Hoy, cuando existen programas de computadoras de 90 canales para grabar, y compresores capaces de almacenar miles de canciones, el rapero Daddy Yankee, cuenta: "Yo también empecé en máquina de cinta reel to reel grabándolo todo de una tirá. Para mí, el momento de grabar es algo vivo, no importa cuán rápido avanza la tecnología", dice Raymond Ayala, nombre de pila de quien a los 28 años ha vendido un millón de copias de su disco Barrio Fino, coronado 47 semanas en la lista de Billboard. "Oigo los instrumentos y el corazón me dice las palabras que dejaré grabadas en la historia. Se sabe ahí, si mi energía es triste o alegre, espontáneamente".

Homenaje a Pacheco en el Club Copa Cabana de NYC, el 26 de marzo de 2005.

Foto de Eddy Zervigón

La invención tecnológica decide la manera en que consuminos todo tipo de información, incluyendo la música. La evolución de los formatos no se detiene: disco de pasta (1950-70), cinta (años 80), disco compacto (90) y en el nuevo milenio, tarjetas de memoria y reproductores que llegarán a comprimir data musical en un dispositivo tan pequeño como un vellón, para archivar ilimitadas canciones y llevarlas dondequiera.

El modo de grabar, capturar sonido y manipularlo, así como los espacios y ambientes de los estudios de grabación, también se transforman. Y aunque la música siempre vivirá, hay una gran historia desde Pacheco a Daddy Yankee, y quienes quieren contarla...

Richie Ray, por ejemplo, coincide con Pacheco: "Los estudios de grabación eran home away from home. Se vivía allí. Las esposas, las novias y los hijos de los músicos se mudaban al estudio hasta que se completara la grabación. Se profesaba el amor a la música y así se concebían las grandes producciones que aún escuchamos", dice a sus 60 años quien debutó con Ricardo Ray Arrives en 1964 y ha producido 29 discos del género de la salsa, hasta Al ritmo del piano en el 2003.

Gilberto Santa Rosa, recuerda: "Hice mi primera grabación en el 1976, con el recordado Mario Ortiz y estuvimos una semana ensayando. Grabamos en el estudio Borinquen, en Río Piedras. Quedaba al lado de una escuela y había que parar a las 3:00 de la tarde porque tocaban el timbre y se colaba el ruido de los nenes."

"Entrar por primera vez a un estudio era como ir a Disney. Antes los estudios eran bien feos, pero para un aficionado tenían una belleza y un sabor a "the real thing", inolvidable. Para mí era traumático. Uno no podía ni moverse frente al micrófono", dice Gilbertito y agrega, "Ha cambiado todo bastante. Antes las orquestas ensayaban para grabar, y el repertorio de un disco se tocaba, previo al estudio, en la calle, para promover los números nuevos y probarlos en el público. Recuerdo que éramos cuidadosos de presentarlos en televisión, porque otras bandas podían copiarse."

Pacheco añade, "En los estudios se componía, nacía música, venían ideas, había que ser músico bravo. Sucedían eventos únicos, vivencias inolvidables".

Algunas no suelen escribirse. Otras se cuentan con gusto, como hace 30 años, cuando Alberto Carrión grababa su disco de Luis Palés Matos en el desaparecido VU Recording Studios de Vinnie Urrutia, en Santurce. Carrión, excelente vocalista, compositor y músico, quería que su voz cabalgara sobre el ritmo de una percusión tribal… que evocara santería. "Quería magia. El percusionista Pablito Rosario me habló de un muchachito de La Perla que era un bravo, pero tenía sólo 12 años", recuerda Alberto, quien cobró importancia en el pentagrama nacional con el movimiento de protesta en los 70 y temas vanguardistas como Amanecer borincano, Camino abandonado, Velero.

"Pensé, ¿un nene para grabar en un estudio profesional? Al otro día llegó un chamaquito de manos fuertes, grandes. Lo sentamos frente a los cueros y quedé mudo".

Se llamaba Giovanni Hidalgo. Grabados para la historia quedaron la precisión relampagueante, la creatividad y el feeling de aquel jovencito que debutó en el estudio y convirtióse en un prodigioso percusionista latino en el mundo, así como profesor en Berklee College of Music en Boston. "Cuando se escuchó en la cabina, Giovanni comenzó a llorar. No olvido su cara", recuerda Alberto, quien sumó ese disco de Palés a sus otros cinco exitosos álbumes.

Ha llovido. La rápida obsolescencia, la miniaturización y los costos descendentes de los equipos de grabación revolucionaron la industria discográfica mundial. Los estudios caseros con computadoras han desplazado a los grandes estudios con sus enormes consolas y amplias salas para orquestas. Unos $4,000 son suficientes para adquirir un programa como el popular Pro Tools, con cientos de microprocesadores. Estos programas, que cada año son más poderosos y menos costosos, algunos hasta con 90 canales, son capaces de producir grabaciones a bajo costo, con calidad de sonido que satisface la resolución del disco digital compacto, abreviado en inglés, CD.

Todo ello ha fomentado el establecimiento de más de 200 estudios pequeños en la isla, utilizados por la mayoría de los cantantes o grupos musicales. Como resultado, el convite de músicos y artistas que se daba en estudios ha sido reemplazado por la grabación individual, elaborándose un producto en capas que muchas veces es enviado por correo electrónico al ingeniero de mezcla, para ser integrado al disco.

"¡Muchas veces nadie se ve la cara y todos están en el mismo disco!", comenta Ednita Nazario, la estrella del pop latino, quien reflexiona sobre la nueva tecnología computarizada y el estudio casero: "Sigue siendo un trabajo colectivo, pero físicamente las personas no están juntas. No importa el cambio de lenguaje técnico: siempre habrá un proceso creativo. Ahora, en la grabación de un disco, la colaboración del músico y del ingeniero es un trabajo más privado, en el calor del hogar, quizá con más tiempo para concentrarse y darle más alma a lograr el preciosismo musical, ese sonido altísimamente puro. El músico de hoy no conoció lo anterior, no lo extraña, por lo tanto expresa su lenguaje musical de acuerdo con la tecnología".

El maestro Johnny Pacheco con el maestro Oreste Vilato. Foto de Martín Cohen.

Pero Pacheco difiere: "Jamás es el mismo feeling, al menos en el género de la música popular. El que sabe de música no siente el mismo sabor en lo que se graba aparte, o usando un clic -o metrónomo, instrumento que marca el ritmo- porque se oye monótono. Por ejemplo, la tumbadora y el bongó: si no escuchan la melodía, ¿cómo le meten swing? La campana: ¿cómo marca? Lo mejor que hizo Tito Puente antes de morir fue decirme que grabáramos la orquesta completa como en los viejos tiempos, viéndonos y oyéndonos", recuerda Pacheco sobre el exitoso #100 que grabó en vivo el maestro timbalero fallecido en 2000, y donde las voces de Celia Cruz, Oscar de León, Domingo Quiñones, Ismael Miranda, José Alberto 'El Canario', Tito Nieves y Tony Vega improvisaron para la historia.

"Los discos viejos de música tropical que usted atesora, el producto que escucha hoy y la música del futuro, evidencian una extraordinaria evolución", resume a Revista Domingo, Irving Greenbaum, un respetadísimo maestro del sonido, con maletín de 49 años de experiencia, quien, en estudios como Beltone y La Tierra en Broadway, dirigió el sonido de más de 150 producciones de estrellas internacionales de salsa, jazz y pop latino, incluyendo la mayoría de los discos de artistas de Fania Records, como Willie Colón, Larry Harlow, Ray Barretto y otros. "Llegué a grabar a 60 músicos en un canal. Luego, la época de oro, 70 y 80. Grabábamos todos los días en consolas de 48 canales. Se hicieron bellezas. Ayer y hoy, si usted ama esta música, quiere encontrar dos cosas en un disco: calidad de sonido y feeling", dice Greenbaum, aún activo en el estudio Key Productions, en Manhattan.

"Queremos grabar nuestro próximo disco todos juntos, como El Gran Combo, con swing", dice Felo Torres, joven cantante de N'Klabe, la nueva orquesta de salsa de músicos jóvenes que causan sensación y que desplazaron a Daddy Yankee del primer lugar de Billboard con su disco I Love Salsa. "Queremos sonar como las grandes orquestas de salsa de antes... con esa química de todos los elementos juntos, con creatividad y sentimiento".

Y Carrión dice: "Llega el momento en que, con tanta tecnología, se olvida el feeling del asunto. La música no te suena de verdad. Aunque todo el mundo tenga una computadora y grabe, gracias a Dios se está dando ese regreso al sonido de los músicos, la vuelta a grabar en vivo, juntos, para oír sentimiento de verdad".

A esto, agrega Tommy Torres, cantante y músico graduado en ingeniería de sonido de Berklee College of Music en Boston: "Hay géneros de la música tropical, como reggae, salsa, que necesitan grabar con elementos de viejos formatos, para conservar su magia, su feeling... ". Torres, quien ha vivido los grandes cambios del progreso tecnológico en la grabación, piensa que, "más que nunca, el músico debe estudiar y prepararse: detrás de toda computadora, siempre estará su cerebro y talento, para lograr la máxima calidad musical".

El género del jazz precisa de esa espontaneidad de grabar "todo el mundo junto" para lograr su feeling. "Hacer jazz es precisamente la reacción instantánea entre los músicos", dice el joven Miguel Zenón, saxofonista puertorriqueño de 28 años que se ha posicionado entre los de mayor renombre en el mundo. "El jazz es espontáneo: nunca es igual. No podría hacer jazz, ni meterle corazón, si grabáramos separados".

Frente a cualquier cambio de tecnología para grabar sonido, el buen producto debe, pues, lograr la máxima calidad de sonido, sin perder el mencionado feeling, que no es otra cosa que ese sonido orgánico, vivo, con emoción, cálido, acústico, unplugged... De hecho, Rolando Alejandro, propietario de Rolo Studio en Guaynabo, opina: "Se puede tener lo último en tecnología, pero si detrás del equipo hay alquien que no sabe meter bien la música, ya sea en la máquina análoga o en la digital, no va a sonar bien. Pueden haber miles de programas y computadoras, pero, hay que saber de esto."

"También hay que conocer qué instrumentos y qué géneros todavía piden el sistema análogo", comenta Tommy Torres, "Willie Rodríguez, el director de Cultura Profética, cuando se trata de reggae roots busca un sonido cálido que se obtiene en análogo. Igualmente en análogo grabamos algunas bases de rock", dice quien fue alumno de Giovanni Hidalgo.

El primer gran reto ante la tecnologóa lo fue el lanzamiento del nuevo formato digital en los 80. Hasta ese momento, sólo se grababa en un medio conocido como formato análogo. En palabras simples, se trata de la conocida cinta de polietileno que tiene un lado cubierto de emulsión de óxido de hierro. Es en ese lado que los cabezales de la grabadora plasman las ondas de sonido, que los micrófonos ya han transformado en impulsos electromagnéticos. "Es gracioso, recuerdo ver al técnico editar. Se cortaba la cinta de dos pulgadas con navaja. En eso Papo Sánchez tenía una mano privilegiada. Ahora, con la computaora es 'copy- paste''...", comenta riendo Gilbertito, sobre el aspecto rútico de este formato análogo, cuyo sonido musical es más parecido al que percibe el oído, con más ruido y voltaje que no varía.

"El formato digital conlleva la reproducción de sonido por medio de voltaje escalonado. Cada variación en voltaje mejora la fidelidad del sonido", explica Héctor Iván Rosa, superestrella del sonido que labora en Alfa Recordings, responsable de la mayoría de los discos de Menudo y ganador de cuatro premios Grammy por las producciones Contra la corriente (Marc Anthony, 1998); Vuelve (Ricky Martin, 1998) , Olga Viva, Viva Olga (Olga Tañón,1999) y Yo por ti, (Tañón, 2001).

"Yo creo en utilizar las diferentes herramientas tecnológicas para obtener la máxima calidad en el producto. Aún hay artistas que prefieren sistemas análogos porque añaden matices al sonido. Esto luego se transfiere a formato digital", agrega Rosa, frente a la enorme consola. "Además... it's all about music. Los años te enseñan muchos trucos. Uno ya sabe qué pide cada instrumento, cada cantante y cada género..."

Aunque Tommy Torres comparte ese gusto por la tradición de ver toda una orquesta arder en magia dentro de un estudio, piensa que en el futuro, los estudios tradicionales no tendrán cómo mantener sus gastos. "Quien quiera vivir de la música debe prepararse en tódos los ángulos, en tecnología, como arreglista... porque el proceso de producción y grabación se vislumbra más fragmentado", dice Torres, quien acaba de llenar la Sala de Festivales del Centro de Bellas Artes.

Rosa y otros creen que siempre habrá mercado y demanda para estudios tradicionales, a pesar de que requieren una inversión millonaria. Tras cesar operaciones Ochoa Recordings y VU Studios, en Puerto Rico quedan menos de cinco estudios grandes y menos del 10 por ciento de su negocio involucra grabaciones artísticas. Además de producir comerciales radiales, se dedican sobre todo a la postproducción con audio de vídeos y comerciales. Mientras, nacen nuevos estudios como Eco, Luny Tun, VI, Mas Audio, la mayoría frecuentados por intérpretes de reggaeton.

Dos prominentes figuras del arte musical están al frente de los estudios de primera línea que siguen operando. Altamar Music Studio, ubicado en Río Piedras, es propiedad del maestro Ángel Cucco Peña, quien cuenta con un interminable resumé de trabajos discográficos junto a figuras como Willie Colón, Justino Díaz, José Feliciano, Celia Cruz, Ricky Martin, Chayanne, Franco de Vita, y Gilberto Monroig, en capacidad de compositor, arreglista, productor y director musical.

Mientras que frente al estudio Alfa Recordings está Alberto Carrión. Cuenta con seis salas de grabación capaces de acomodar a una orquesta en vivo, cuarto de controles, biblioteca de sonidos especiales, etc.

Normalmente, la grabación de un disco de música popular en un estudio tradicional toma un promedio de 120 horas, a un costo de entre $100 y $250 por hora en estudios grandes, y de $40 a $75 por hora en estudios más pequeños. (Aprenda sobre grabación en nuestra sección Música, páginas 14-15. Además véalo y escúchelo en Endi.com).

Ambos empresarios comenzaron con pequeños estudios en sus casas, hace más de 20 años, adquiriendo equipo básico. Era una época fructífera para producir jingles de campañas publicitarias etiquetadas musicalmente. La influencia de géneros como el disco, el breakdancing y otras tendencias comerciales imponían ritmos electrónicos, punta de lanza de grandes cambios en la tecnología de la grabación musical.

Alberto y Cucco se montaron en la ola. "Me resistía al cambio, me negaba al electroboogie, y hasta a comprar un drum machine", dice Cucco, profesor, estelar músico, arreglista y director musical de 11 especiales del Banco Popular. "Llegó el momento en que era humanamente imposible producir aquél tipo de percusión que requería la música disco. Para no quedarnos atrás, y curiosos de nueva tecnología, adquirimos sintetizadores. Producíamos esos sonidos electrónicos, sobre todo para música comercial", y Cucco me señala el monstruo Sinclair de $100,000 que duerme en una esquina del estudio. "Lo imitaba todo. Ahorraba dinero y requería menos músicos. Lograba perfección y evitaba sonidos feos. Trajo un manual gordísimo y nadie lo leyó", dice riendo.

Ante aquel boom, Alberto tuvo que mudarse del garaje en su casa de Ocean Park al parque industrial Mario Juliá en Puerto Nuevo, invirtiendo inicialmente $1.3 millones. "Mi estudio es un monstruo. El equipo se vuelve obsoleto cada tres años y para mantener la delantera debo seguir invirtiendo", dice, sentado al piano de cola en una amplia sala de perfecta acústica, uno de los atributos de ingeniería con que cuenta su estudio.

Tito Rodríguez en su estudio de grabación, foto de ©Izzi Sanabria.

 

Ismael Rivera y sus Cachimbos, en los estudios del maestro Richie Bonilla. Foto de ©Richie Bonilla

 

La tecnología impuso cambios bruscos y narrarlos provoca nostalgia: "Como músico venía de una época no comercial. Escuchábamos rock, jazz, a un Alberto Cortez, a Serrat, Lucecita... a las grandes bandas de salsa. Era una época rica. Grababan grandes orquestas en secciones de base (bajo y piano), de metales… Era intenso y maravilloso", dice Alberto y no resiste la tentación de sacarle un magistral sonido al piano. "Entonces nos arroparon los sintetizadores y los secuenciadores. Eran sonidos de máquinas", agrega sobre la perfección extrema que llevó a las grabaciones a limpiar hasta los dedos que rodaban por el traste de una guitarra.

La búsqueda de aquellos sonidos perfectos y electrónicos no era precisamente lo que pedía la grabación de algunos géneros como la salsa, donde persiste la sonoridad de instrumentos orgánicos y la espontaneidad de su vocalistas.

Gilberto Santa Rosa, quien interpreta una balada con mucho feeling durante la producción de su nuevo disco en Rolando Studio, en Guaynabo, opina: "El soneo es arte de improvisar, es algo natural."

"Un disco es una muestra para toda la vida de lo que tú eres. Al grabar trato de ser más cuidadoso. Distinto a un baile, traigo al estudio algunas cosas en la cabeza, pero el orgullo me empuja y siempre dejo un pedazo de improvización. Así, mi participación tiene más sentido y es más interesante. En distintas etapas como artista de estudio aprendí esto de grandes improvisadores que me enseñaron ese respeto al entrar a grabar."

"Aunque... siempre he odiado encerrarme en estas peceras a cantar. Por eso creo que, el hablarse, escucharse y convivir en un estudio durante la grabación de un disco es un auténtico e inigualable proceso creativo que propicia un mejor producto...".

José Lugo, músico y productor musical de Santa Rosa, opina: "En la historia de la tecnología de los estudios de grabación ha habido discos excelentes hechos en estudios fatales, y viceversa. Sólo tiene que darle 'play' a su discoteca. El técnico que sabe lo que tiene en las manos, va a hacerlo bien en una mquina de cinta de dos pulgadas, en Pro Tools o en equipos modernos digitales... La calidad de una grabación la tiene quien sienta esa espiritualidad y naturalidad que conlleva la música."

Y para quien aprecia la naturalidad de una grabación de antaño, Cucco apunta: "Escuchen ese disco viejo que tienen de Maelo -Ismael Rivera-, y aprécienlo. Lo que canta es lo que le salió en el estudio, espontáneamente; como él sintió la canción ese día. Ahora se manipula el sonido como a uno le da la gana. Un cantante puede hasta arreglar su afinación. Es muy distinto a lo que viví de chamaco. Me crié en estudios de grabación. En la época de papi -el maestro Lito Peña- llegué a ver a toda una orquesta grabar en uno o dos canales".

Mientras, en la cabina de Alfa, La India graba Lágrimas, una seductora salsa de su nuevo disco. "La tecnología es extraordinaria, pero es necesario el apoyo humano, el calor y la buena energía para grabar", dice la popular intérprete, quien, a pesar de su potentísima voz, invierte tiempo con Héctor Rosa perfeccionando el producto de su vocalización. "El proceso de grabar ahora es más frío e impersonal. Se envían las producciones por e-mail y no veo ni a la orquesta".

Inevitablemente, a fines de los 80, la tecnología de audio obligó a producir el CD, un formato de calidad superior a la cinta. En la actualidad, la sustentabilidad del mercado disquero y la lucha contra la piratería impulsan desesperadamente otras invenciones, como el próximo formato del CD, que añadirá imagen de videodisco digital en el lado opuesto.

Por otro lado, surgen más esfuerzos de la tecnología para terminar con las redes de ventas ilícitas de archivos musicales en internet. Hace apenas una semana fue anunciado otro nuevo CD con bloqueo, inventado por la empresa británica First4Internet para Sony BMG, segunda empresa de música a nivel mundial. Varios intentos similares han fracasado por no tener compatibilidad de criterios con gigantes manufactureros como Apple o Microsoft.

"A mí me favorece la libre difusión de nuestra música", comenta el joven pianista Amed Irizarry, director de la orquesta La PVC, una banda de salsa integrada por jóvenes músicos de gran preparación, muchos de ellos jazzistas. "Yo no vivo de discos. Nuestra orquesta graba para archivar lo que hacemos en la historia y porque los CD nos sirven de promoción, ganamos credibilidad y conseguimos más presentaciones", agrega Amed, de 29 años, cuyo CD Olvídate del resto (2003) no llegó a vender 5,000 copias pero recibió excelentes reseñas, incluyendo del reconocido crítico Peter Watrous del diario The New York Times.

Se calcula que, cada año, en internet se descargan 3,600 millones de canciones sin autorización, según datos de la Asociación de la Industria Discográfica de Estados Unidos. El efecto de esta piratería se refleja en pérdidas que sólo en el año 2002 ascendieron a $675 millones. Uno de los mercados más difíciles de controlar es el de América Latina, lo que ha causado el cierre de muchas compañías, ya que la piratería aquí asciende al 65% del consumo musical.

Daddy Yankee piensa que es un robo no pagar por lo que ha costado dinero a otros. "Pago cada hora del estudio, pago a los músicos, pago la gasolina cada vez que voy a grabar".

Pero Zenón coincide con Amed. "Que bajen mi música... Así puedo difundirla al mundo. El jazz funciona diferente a los demás géneros. Es música más artística. El propósito de grabar es una carta de presentación, para promoverme, ganar una buena reseña y que mi nombre se cotice, para tocar".

Lo cierto es que, quienes crean la música, siempre buscarán "archivarla", ya sea grabando en estudios, caseros o tradicionales, en formato análogo o digital, a pesar de que las disqueras inviertan cada vez menos capital en la producción de discos. Hace diez años, la combinación de disqueras y estudios aportó más de $200 millones anuales a la economía local. En el 1995, en Puerto Rico se vendieron cerca de $100 millones en CD, según cálculos aproximados entre disqueras locales. Cuando una disquera hace un disco, acostumbra buscar un productor que cotice por hacerlo y como promedio, el costo fluctúa entre $40,000 y $55,000.

Pero Isidro Infante, pianista y prestigioso arreglista, advierte: "Cada vez es más difícil convencer a las disqueras de que inviertan en un buen disco, por más comerciales que sean los arreglos".

Infante, quien cuenta con una larga lista de producciones para figuras como Tito Puente, Celia Cruz, Pacheco, Ray Barretto y Eddie Palmieri, observa: "Más que nunca, es la hora de respaldar proyectos disqueros que tengan originalidad. Ha llegado el momento en que todo el mundo suena igual.

 

Héctor Lavoe, Izzi Sanabria y Willie Colón.

"Un grupo de bandiditos de la escuela músical".

Foto de la colección de Tommy Muriel

"En los 70 éramos sólo cinco arreglistas para el sello de Fania Records y teníamos que mantener el estilo auténtico de cada artista", continúa Infante, un excelentísimo pianista, "Willie Colón, por un lado, con su fusión de trova jíbara, sabor afroantillano, toque brasileño, sus dos trombones... Por otro lado, Tito Puente, con su estilo niuyorquino con jazz... Un Bobby Cruz sonaba muy distinto a un Héctor Lavoe, a un Ismael Miranda, a un Ismael Quintana, a un Cheo Feliciano, aun "criándose" juntos.... Había individualidad en lo que grababan, tanto en sonido, en voz. Desde el 1982, cuando nació la salsa romántica, peligrosamente, dejó de haber un proceso creativo. Ahora hay mucha de copia, repetición, todos suenan igual, no hay originalidad. En esos 80 buscaban muchachitos y chicas que se vieran bien, pero no tenían mucho talento y cuando se presentaban en vivo, el público notaba que eran fabricados.".

"Es cierto que las disqueras están malheridas. Pero el músico puertorriqueño, expuesto a una cultura de tantas influencias y géneros musicales, está preparado para sobrevivir y continuar creando. La música vivirá", comenta optimista, Cucco. "Y todos seguiremos soñando con grabar una canción inmortal".

Tomado del periódico El Nuevo Día.

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