José David Sánchez
El joven león del saxo
Por Jaime Torres
Torres
End.jtorres1@elnuevodia.com
Heredero de una
larga tradición de saxofonistas, su carrera es un caso claro de predestinación.
Y él se siente eslabón de una cadena que le vincula a mitos como Coltrane,
Parker o Dexter Gordon.
Apagaba las luces de su habitación y cerraba los ojos mientras escuchaba el
clásico “Kind Of Blue” del trompetista Miles Davis.
Entonces el juvenil José David Sánchez de León se imaginaba que era una estrella
del jazz que paseaba su sentimiento y su “swing” por el Village Vanguard, el
Blue Note y otros clubes de gran tradición jazzística en el mundo.
El hijo de Carmina y Dimas se convenció de que su destino eran el saxofón y el
jazz después de escuchar y reescuchar las improvisaciones de los saxofonistas
John Coltrane y Cannonball Adderley inmortalizadas en el acetato editado por
Columbia Records en 1959.
Hoy, al reflexionar sobre su paso glorioso por el jazz, Sánchez no duda que es
el resultado de una predestinación. Fue en la residencia de sus padres en
Guaynabo donde su sentido de la audición despertó a la cadencia de la bomba de
Cortijo, a la seductora sensualidad de la bossa nova de Jobim y al swing
avasallador del jazz de Sonny Rollins.
Sánchez asegura que, aún sin haberse nutrido de la colección de discos de sus
hermanos Margarita y Dimas, hoy su vida estaría consagrada a la música. Dimas,
su hermano, era un apasionado de la percusión y Margarita, la mayor de los tres
vástagos procreados por Carmina y don Dimas, tocaba guitarra y piano.
El pequeño David comenzó tocando el bongó y las tumbadoras. Ensayaba siguiendo
el ritmo de los discos de Mongo Santamaría y de Los Papines.
En esos días su meta era estudiar percusión. Ilusionado, solicitó admisión a la
Escuela Libre de Música Ernesto Ramos Antonini de Hato Rey. Pero no había cabida
en el programa de percusión y tuvo que refugiarse en el saxofón. Una visita al
Taller de Jazz Don Pedro en Santa Rita, Río Piedras, lo introdujo, de una forma
más personal y formal, al universo del jazz.
“Margarita trajo del Taller los discos “Basic Miles” y “Lady In Satin” y al
escucharlos sentí algo extraño y familiar a la vez, como algo místico”, evoca
Sánchez, quien poco después dejaría los tambores porque su dedos se lastimaban
al percutir sobre el cuero y luego no podía oprimir las llaves del saxofón.
Inmediatamente cultivó una bonita amistad con Ramón Soto y con su madre Ana
Vélez, dueños del Taller y cuya idolatría al jazz era contagiosa. Una noche
Ramón le recomendó que se llevara el disco “Kind Of Blue”. “Cuando escuché a
Cannonball y a Coltrane no dudé que ese era mi destino”.
Desde entonces, con el jazz y el fraseo avasallador del be-bop y el hard-bop,
David Sánchez comprende mejor la vida. Aunque reconoce que ha abandonado el
saxofón soprano, con su inseparable tenor, el que compara con la supremacía del
león en el reino felino, ha canalizado su sentimientos hacia los males sociales
que aquejan al País. Le ha cantado al alma de los barrios latinos; a las “caras
negras” de su Borinquen mestizo; ha proclamado paz para Vieques y se ha
inspirado en los cañaverales e ingenios azucareros que capturaron su atención
cuando, en su niñez, visitaba el Yabucoa natal de su madre Carmina.
A pesar de su juventud, en el espectro del jazz internacional David ha cultivado
los laureles que jamás conquistó otro músico puertorriqueño de su edad.
Su pasaporte al círculo de los músicos “free” y “side man” del jazz lo obtuvo
nada más y nada menos que con Eddie Palmieri, con quien recorrió el mundo y tocó
en escenarios como el del Montreux Jazz Festival.
De la salsa pasó al jazz y mientras tocaba con Roy Hanes, Kenny Barron y otros,
solicitó admisión a Rutgers University.
No demoró mucho su contratación por una multinacional. Columbia lo contrató en
1994 y grabó “The Departure”, producido por Bobby Watson.
A veces, cuando toca su saxofón tenor en un club como el Village Vanguard siente
la corazonada de que camina por senderos recorridos por sus predecesores. Ahí se
ha presentado media docena de veces y la tarde de este encuentro con él recibió
una llamada de Lorraine Gordon, la dueña del histórico aposento jazzístico, para
ofrecerle una nueva fecha.
David Sánchez, quien se inicia en el estudio del budismo, reconoce que la música
es arte y que el arte es el lenguaje del alma. Y como el espíritu trasciende la
materia no le resulta nada difícil sintonizar con Dexter Gordon, Charlie Parker,
John Coltrane, Cannonball y otros fallecidos saxofonistas. “La comunicación es
real y la conexión es mayor en determinados lugares”, señala con su sonrisa
traviesa y revelando con sus ojos la bondad, nobleza y humildad de su
personalidad.
Nuestro David Sánchez, junto a otros músicos de su generación como Joshua Redman,
James Carter y Roy Hargrove, es considerado uno de los “Young Lions” del jazz.
“En la década del 90 nuestra generación revitaliza el jazz y eso gracias a las
semillas que plantó Art Blakey porque llevó a su grupo a jóvenes como Donald
Harrison y Terence Blanchard”.
El fenecido baterista supo de su virtuosismo en el saxofón y, a través del
saxofonista Bobby Watson, lo invitó a ensayar con sus Jazz Messengers. “No
acepté porque no sentía que estuviera listo. Y Bobby me decía: ‘David, para
tocar jazz, uno siempre está preparado’ ”.
El destino, sin embargo, insistía en conectarlo con las grandes leyendas del
jazz. Y así, a otro nivel, se unió a la agrupación de Dizzy Gillespie, el
pintoresco intérprete de la trompeta encorvada, que fue como un padre musical
para él. “Se sentaba frente al piano, conmigo a su lado, para hablarme de
armonías y de fraseo. Le debo mucho. En lo humano, a veces me percibía nervioso
y buscaba la forma de hacerme sentir cómodo”.
Catorce años después de su lanzamiento como solista, su experiencia más grata ha
sido trabajar con el baterista, ya fallecido, Elvin Jones. Se conocieron en
Idaho, durante la celebración del Lionel Hampton Jazz Festival, al que fue
invitado junto a otros “leones jóvenes”.
“Elvin estaba tocando con su hermano Hank Jones. Y después me invitó a su casa y
cocinó langosta para mí. Me invitó a salir de gira con él, pero no acepté porque
en esos días yo promovía mi disco “Obsesión”.
Duo |
Se convence de su predestinación al recordar que el hermano de Elvin, el
pianista Hank Jones, grabó con Charlie Haden la colección de himnos espirituales
“Steal Away”. David se encontró con Haden en La Coruña, España, justo en la
época más popular de su Quartet West. Y pocos años después, al final de la
sesión de “Nocturno” junto a Gonzalo Rubalcaba, Haden le suplicó que grabara el
saxofón tenor porque, aunque había pensado en Joe Lovano, lo prefería a él.
“Haden es un personaje en todo el sentido de la palabra. Es un tipo maniático,
bien raro, que tiene problemas de audición y en sus presentaciones tiene que
usar un cubículo de acrílico. El viene de la época de Ornette Coleman y te
podrás imaginar a lo que me refiero. Lo que sucedió es que Pat Metheny le dijo
que yo era quien debía grabar el disco y no descansó hasta lograrlo. Yo estaba
en Puerto Plata y debía viajar al siguiente día a Miami para grabar
inmediatamente”. Ganaron el Grammy y, hoy por hoy, “Nocturno” es uno de los
clásicos del bolero latinoamericano adaptados al jazz. Y en el CD aparece la
rúbrica de David Sánchez.
Firmado por Concord, reclutado como instructor de jazz en Georgia State
University y preparándose para en septiembre debutar como profesor visitante del
Conservatorio de Música, David Sánchez quisiera que la juventud de Puerto Rico
se enfoque en el arte para, como él, forjar un espíritu libre y trascendental.
Recientemente leyó que Dr. Dre, con su multimillonaria fortuna, señalaba que no
se sentía realizado como músico y que contrataría a un maestro privado para
estudiar piano. Para Sánchez toda la música es buena. La diferencia estriba en
sus intérpretes, por lo que insta a los raperos y los reguetoneros a que
estudien. “El éxito no es vender millones, sino sentirse realizado por dentro. Y
yo prefiero no ganar mucho dinero y estar contento con la música que
interpreto”.
Casado con la periodista de CNN, Carla Davis, David Sánchez aún no ha pensado en
la paternidad. Sin embargo, disfruta mucho de la compañía de su sobrino Raúl, el
hijo de su hermano Dimas. El joven de 12 años sigue sus huellas en el estudio
del saxofón tenor. A veces le imparte algunas lecciones y comparte secretos y
“orejitas” sobre el estudio del saxofón en el jazz.
Si de algo está seguro es de que una versión digital del clásico “Kind Of Blue”
de Miles Davis ya llegó a las manos del pequeño Raúl, otro predestinado a
saborear la gloria del buen arte musical.
Este artículo fue publicado en el periódico
El Nuevo Día de Puerto Rico.
Edición del mes de abril 2007
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