Un Rey del  Mambo en su Crepúsculo

 

 

Fred R. Conrad/The New York Times

"Usted no cree la música que yo tengo aquí", me dijo Ernie Ensley.

 

 

POR. SETH KUGEL

Publicado el 23 de noviembre de 2004

The New York Times

 

 

 

Versión libre al español de Israel Sánchez Coll

Miembro fundador de Herencia Latina

 

English Version

 

Tranquilo y relajado en el  dormitorio del señor Ernie ENSLEY en un complejo de viviendas del Bronx, destinado a los ancianos, no podía estar más lejos del Palladium aquel club nocturno glamoroso que existió en Broadway con la calle 53 a partir de la década de 1940 hasta los años 60.

 

Estar sentado en la comodidad de su futón, cerrar los ojos y abrir los oídos, y todo te cambia. El señor Ensley, quien cumplió 70 años la semana pasada, ha acumulado en su apartamento al este de Tremont, una extraordinaria colección de música de mambo, la misma en su categoría, que se colocó en el Palladium y en cualquier otro club importante de la ciudad  (Nueva York) durante el apogeo del mambo y en las décadas siguientes.

 

Sus artículos incluyen miles de cintas de audio, además de cintas de vídeo y otros materiales. Su volumen llena dos armarios e incluye todo un lado de su sala. Mientras que los afiches o pósteres musicales abarcan la mayor parte de las paredes. En este santuario del mambo, en efecto, el único indicio de que el señor Ensley se preocupa es por nada más que sus fotos a sus 26 años de edad y la de su hija Onkeea.

 

Durante años el señor Ensley ha recibido muchas preguntas acerca de su colección, no obstante, en los últimos meses ha estado negociando el traslado de su archivo de 16,000 piezas de música afro-caribeña al “Raices Latin Music Collection. Esta sala de preservación se encuentra ubicada en el Harbor Conservatory for the Performing Arts al este de Harlem. En abril,Raices” recibió una beca de la Fundación Ford para obtener y conservar las cintas.

 

La semana pasada y con base a un acuerdo establecido verbalmente hace algún tiempo,  entre el señor Ensley yRaices”, el mismo se estropeó debido a la tarifa de consultoría propuesta por el señor Ensley. Sin embargo, las negociaciones continúan y el resultado de las mismas serán del interés no sólo para los aficionados del mambo y de la música latina en general, sino también para los historiadores de la música. Muy posiblemente existan otras colecciones referentes a grabaciones en vivo en manos privadas o de músicos, pero los funcionarios de “Raices” consideran que las cintas que posee Ensley pueden ser las únicas abarcadoras en su ámbito.

 

"En cuanto a grabaciones en vivo de músicos, bandas y eventos especiales —que probablemente no existan—“ dijo Ramón Rodríguez, el director del Conservatorio: "El (señor Ensley) tiene un gran conocimiento de dónde, quién y lo que pasó con esta música, porque él estaba allí."

 

Robert Farris Thompson, profesor de estudios africanos y afro-americanos en la Universidad de Yalequien disfrutaba y compartía varios momentos emotivos en el Palladium (para los años 50) con el Sr. Ensley—, lo ha invitado como conferenciante a sus clases, para que se refiera  a su colección. El profesor Thompson ha escuchado tan sólo muestras de dicha colección, por lo que ha expresado: "El DNA cultural de lo que me ha comentado es tan fuerte, que me ha dejado atónito y sin aliento."

 

Incluso el propio coleccionista está impresionado con sus pertenencias. "Usted no creerá la música que yo tengo aquí", me ha dicho recientemente Ensley agraciadamente, lo que contrasta con su figura delgada de bailarín, mientras la miraba emotivamente.

 

El señor Ensley no sólo ha documentado la historia de la era del mambo —también conocida como “La locura por el mambo”—, en efecto, él fue una parte importante de la misma, ya que fue un asiduo asistente del Palladium como bailarín así como también camarógrafo —que grababa los shows al vivo—, y DJ en otros lugares.  Hoy en día, el señor Ensley es un guardián de la llama que no se extingue por los viejos mambos y pachangas que se escuchan en Orchard Beach los domingos de verano. Actualmente trabaja con regularidad como DJ en los clubes que atienden a las personas de edad avanzada.

 

Pero la escena moderna es sólo un débil eco de lo que floreció en los años 50 y 60, cuando las pistas de baile sacudieron con los ritmos de ese estilo musical a toda esta ciudad. "Mambo fue una historia de muchas ciudades (de los EE.UU.)", ha expresado el profesor Thompson: "Pero la veta más rica fue la ciudad de Nueva York."

 

 

El baile que sacudió el techo

 

A finales de la década de 1940, Dámaso Pérez Prado, un cubano que se había trasladado a México, experimentó con la combinación de ritmos afrocubanos con los “riffs” de saxo y la trompeta que fueron el sello distintivo de las grandes bandas. Estas innovaciones, además de otras, que se realizaron en Cuba en las décadas anteriores, creó lo que llegó a ser conocido como mambo, un término derivado de una palabra africana que significa "conversación con los dioses." El Sr. Pérez Prado representó una versión del nuevo sonido que era muy popular en la costa oeste de los  EE.UU., pero Nueva York fue también otra capital del mambo.

 

El mambo fue a sus comienzos un exitoso “crossover” latino, pero a diferencia de muchos otros “crossover”, no fue inmediatamente asimilado para su consumo en su nuevo público, al menos eso no ocurrió en Nueva York. No obstante, eso no disminuyó su encanto. Un artículo de 1954 en la revista Life le ofreció a su gran número de lectores la definición misma de la sociedad estadounidense, les mostró instrucciones de mambo paso a paso, junto con una fotografía de unos jóvenes escolares de Oregon aprendiendo mambo en la clase de gimnasia.

 

Algunas líricas de mambo hicieron explícito este interés como las líneas de "Mambo a la Savoy", de Machitoand His Afrocuban”:

 

Here's the latest dance creation, it's not a fad, the real sensation

Latins can do it, you can do it too.

It was started by a Latin, who brought

the dance to old Manhattan

And he called it Mambo a la Savoy.

 

 

(“Esta es la última creación del baile, no es una moda pasajera, es la sensación verdadera
Latinos pueden hacerlo, usted puede hacerlo también.
Se comenzó con un latino, que trajo

el baile
al viejo Manhattan
Y lo llamó Mambo a la Savoy”)
.

 

Para el profesor Thompson, de la Universidad de Yale, que está trabajando en un libro llamado: "Incandescencia Staccato: The Story of Mambo", la música contribuyó a desarrollar un papel preponderante en la mitad del siglo en América: mantuvo las grandes bandas con vida y llenó la brecha entre lo que él describió, como "aparente desaparición del baile en el jazz " y el nacimiento del rock and roll. Como bien señala el profesor Thompson: "Se mantiene el baile mundial entre 1939 y 1959."

 

La música también fue innovadora. El profesor Thompson ha escrito que el mambo era: "Nada menos que la africanización de una de las presunciones más profundas del oeste, música sinfónica y la desmembranización de la pareja occidental del baile." Nunca antes había parejas que comenzaran en las posiciones clásicas de salón y luego se permitieran separarse y bailar sin restricciones cada uno por su cuenta.

 

El mambo que llegó (a los EE.UU.) en la víspera de la era de los derechos civiles, también suministró un oasis multirracial, donde el color y el origen étnico importaban poco. En el Palladium, por ejemplo, a pesar de que los latinos, los negros, los judíos y los italianos a veces iban a bailar en diferentes noches, el mambo siguió creando uno de los escenarios más diversos de la época, especialmente los miércoles, que era la demostración de las competencias y exposiciones profesionales de baile. Una historia a menudo contada y repetida, es que al propietario del Palladium se le preguntó si estaba preocupado por la mezcla (racial) que ocurría en su club, y su respuesta siempre fue la misma: “El único color que me importa es el verde”.

 

El Palladium fue indiscutiblemente el centro del mambo en Nueva York, en parte porque era la base de operaciones de las orquestas de Tito Puente, el maestro de la percusión, y el cantante Tito Rodríguez. Los pasajeros del metro se dirigían al club a escuchar los acordes de la música incluso antes de que fueran empujados por la multitud hacia los torniquetes de la salida del metro y de que en la farmacia localizada debajo del Palladium, el baile hiciera temblar su techo.

 

La salida estaba cubierta de bailarines quienes utilizaban los espejos de las escaleras para chequearse y mejorar su aspecto. Celebridades como Marlon Brando estaban separados de los bailarines por una verja de hierro. Las lecciones masivas de mambo comenzaban a las 8:00 pm, y como la noche procedía a los bailarines estos seguían la música y la música a su vez seguía a los bailarines, que inventaban nuevos pasos y unos a otros trataban de eclipsarse.

 

 

Moviéndose como una marioneta

 

El primer viaje de Ernie Ensley al Palladium se produjo cuando él era un adolescente, poco después de haber aprendido los fundamentos del mambo con un amigo con quien practicaba las rutinas. Era 1952, Machito y su orquesta Afro-Cuban estaba tocando, y era el atractivo de la noche. A los pocos años, el señor Ensley fue contratado para ser un bailarín en los concursos de baile del Palladium acompañado de su pareja de muchos años, Dotty Adams. Cuando los bailarines estaban separados de sus parejas y enseñaban sus talentos, el señor Ensley ansiosamente lo hacía, se movía como una marioneta, rompía, se dividía y se tiraba (a la pista).

 

"Sus pasos de baile tenían que ser tan buenos", nos expresó, "nadie más podría hacerlo." Lo cual no quiere decir que alguien lo intentara, de hecho, muchos trataban de imitar los movimientos que exhibían los bailarines como el señor Ensley, pero al menos para sus ojos, fracasaron. "Los hice sin problemas", explicó. "Otras personas lo hicieron más o menos."

 

Algunos de sus contemporáneos no están de acuerdo. "Tenía un estilo creativo que no todo el mundo le gustaba", dijo Don Nellin, un escritor de Los Angeles que frecuentaba el Palladium en los años 50. "Algunos de sus movimientos eran bruscos y dramáticos. Todo era suyo."

 

Pero cualquiera que fuera la calidad de su baile, el señor Ensley era parte de los solicitados. En el verano, solía saltar dentro del Cadillac de propiedad de su manager, quien era conocido comoKiller Joe” Piro, y conducir hasta las estaciones de esquí de los “Catskills Mountain”, donde muchas familias judías iban a vacacionar. El mambo fue especialmente popular en dicha comunidad, que cuenta entre sus filas a personalidades muy vinculadas al mambo entre otras: Al (Alfredito) Levy, director de orquesta, y Dick (Ricardo) “Sugar”, un DJ de la estación de radio WEVD.

 

El señor Ensley tuvo varias oportunidades de juntarse con los famosos. Un buen día para los años 50, un hombre se le acercó y le pasó una solicitud para que bailara con Julie Newmar, quien más tarde resultó ser la actriz  conocida comoCatwoman” (Gatubela en la reconocida serie de televisión Batman). Mientras la pareja bailaba, una gran multitud de los oficiales de seguridad del Palladium estaban a su alrededor.

 

Dios mío, qué mujer hermosa!" recordó el señor Ensley. "Lamento que nunca insistí con ella." Décadas más tarde se topó a la Sra. Newmar, en la Amsterdam Avenue cuando ella paseaba a su perro. "Hablamos de esa noche (la del Palladium)", dijo. "Y todavía era hermosa."

 

 

 

 
   

 
   

 

 

 

 

Grabando a veces en secreto

 

De las celebridades más cercanas a él fueron sin lugar a duda los músicos.


Una noche de 1960, una mujer que era una gran bailarina le pidió ayuda al señor Ensley para que manipulara su nueva grabadora de casete, y el de inmediato se enamoró de la máquina. "Cuando toqué de nuevo la cinta", recordó, "fue muy emocionante."

 

Pronto él tenía su propio equipo. "Empecé a coleccionarlos," dijo, "y entonces empezó a convertirse en su hábito." Pasó de un micrófono a dos, a cuatro, y luego uno para cada miembro de la banda. Entonces se puso a operar los controles, ajustar los niveles hasta que todo fue exactamente como él lo quería e imaginó.

 

El señor Ensley no fue la única persona que grababa estos eventos. Aníbal Vázquez, un bailarín que se hizo famoso con los Mambos Ases, grababa casetes que luego el señor Ensley reproducía, y en algunos discos, como "Tito Rodriguez: Live at the Palladium", que fueron grabados en los clubes. El Señor Ensley en efecto, participó completamente en estos proyectos.

 

"Cuando estaba grabando y mezclando las cintas, fueron momentos fascinante ya que si quería que el cantante liderara, sólo podía dar vuelta a los controles en la cabina de mezclas", dijo. "Eso me dio una sensación de poder. Yo podría hacer que una banda sonora bien o sonara mal". Pronto modificó su aseveración: que podía hacer que una buena banda sonora mal, pero no podía hacer que una banda mala sonara bien.

 

Aunque en un principio el señor Ensley grababa todo a escondidas, los músicos llegaron a confiar en él y sabía que no iba a vender las copias de la música grabada. Como resultado, a menudo obtenía el permiso para grabar e incluso aun cuando dicha acción violaba las reglas de la unión (sindicato). Cuando los artistas no se lo permitían, de todas maneras él se las arreglaba, antes de llegar al espectáculo con su equipo anticuado fingía que estaba con la banda. Ya a mediados de los años 60, era tan conocido que esta estrategia podría ser contraproducente. Una vez Machito lo atrapó cuando lo reconoció al sacar la cabeza por la ventana del balcón en el Riverside Plaza, entonces el  señor Ensley tuvo que detener la grabación (y acatar la advertencia de Machito).

 

A veces cuándo llevaba a cabo una grabación, el señor Ensley era obligado por los músicos a detener la grabación. Una vez Tito Puente realizaba una actuación que salió mal y el señor Puente en voz alta reprendió a uno de los  miembros de su banda. Entonces,  le advirtió al señor Ensley no mantener ese incidente en la cinta, y el señor Ensley lo borró.

 

Las cintas del señor Ensley no pasaron directamente de los clubes hacia el armario. Él utilizó las cintas para convertirse en un conocido DJ, en el  Délira, un club de Greenwich Village. Sus conciertos en Orchard Beach como D.J comenzaron alrededor de 1962, y aún conserva el convertidor que utilizaba, el cual conectaba a la batería de su automóvil.

 

Pero todo ese mundo de diversión en el que estaba sumergido le lastimó su vida personal. Lo más perceptiblemente fue que lo condujo a la ruptura de su matrimonio que llevaba tres años de unión, cuando él tenía sus veinte. "Me gustaba ir los miércoles por la noche hacer grabaciones y/o copias, y ello me tomaba mucho tiempo", dijo. "No fue una vida del todo agradable. En ese momento, no pude percibirlo, pero eso fue lo que pasó."

 

Saltando para no pagar las cuentas o bien se las arreglaba, el señor Ensley ganaba apenas $ 15 por noche por bailar una vez a la semana en el Palladium y luego más tarde en el Corso. No obstante, logró un trabajo a tiempo completo durante 35 años como director de envíos para una compañía de plásticos llamada Commercial Plastics, localizada en un primer momento en el Greenwich Village y luego en Richmond Hill, Queens.

 

No es que nadie en el Palladium ―que cerró sus puertas en 1966sabía mucho sobre la compañía Commercial Plastics o la vida fuera de sus hábitos. "Una vez que llegabas a ese lugar," el señor Nellin, el escritor, decía: "Que no importaba quién eras o lo que hacías para ganarte la vida. Aquí lo importante es que bailes."

 

Muy probablemente, el señor Ensley baila con su pareja favorita, Dottie Adams

en el Palladium de Nueva York en 1962

Fotografía de Frank Bauman. Museo de la Ciudad de Nueva York

 

 

 

El desvanecimiento  músical en la memoria

 

Las cintas del señor Ensley son un misterio a plena vista. No están seleccionadas ni marcadas, son vastas y frágiles. A veces uno lo nota cuando él pone en su máquina carrete a carrete, que encajan.

 

Las conversaciones y acuerdos con Raices Collection continuarán, pero quien adquiera en última instancia las cintas, probablemente se enfrentará a la difícil tarea de identificarlas, catalogarlas y digitalizarlas. Y el señor Ensley está probablemente en la mejor disposición para catalogarlas por grupos, por fechas y  lugar donde se llevó cada actuación.

 

En esta tarea de catalogación y preservación musical, asoma a primera vista el retroceso del apogeo del mambo. El mambo comenzó a desaparecer de la escena nacional para los años 60, pese a que el Sr. Pérez Prado superó en algunos momentos a Elvis, incluso en las composiciones, pero Tito Puente no fue rival para los Beatles, y los sucesivos géneros latinos como el chacha-cha, pachanga y boogaloo nunca cautivaron la audiencia del país.

 

El señor Ensley ha sentido el eclipse del mambo de una manera profundamente y personal. Una tarde, se enteró a través de una llamada telefónica en su apartamento de que un miembro de la Sonora Matancera había muerto. "Hay un montón de gente que nos deja", dijo después de colgar. "Esta es una de cuatro personas que en el pasado mes yo recuerdo."

 

Él se encoge de hombros cuando se encuentra con un joven latino que nunca ha oído hablar de Machito y Puente, y al igual que de muchos veteranos; también se encoge de hombros con respecto a la salsa. A pesar de la popularidad mundial que tiene muy por encima del mambo —Japón y Europa están llenas de fanáticos de la salsamuchos veteranos del mambo ven a la salsa como un producto aguado, que se centra menos en la instrumentación y en el ritmo pero le da más exposición a los cantantes.

 

Sin embargo, "esta es una de las causas de morir", dijo el señor Ensley refiriéndose al mambo; observando cómo se mantienen algunos clubes y orquestas. "Yo no veo que el panorama mejore."

 

Pero las estrellas de la era pasada —Tito Puente y Celia Cruz— realizaron hasta su desaparición un papel activo, aunque pequeño, para que la comunidad de bailarines de mambo perdurara. Pese a que otras formas musicales han suplantado claramente al mambo, el mambo vive dentro de ellos. En la salsa y el merengue, por ejemplo, losriffs”  improvisados ​​de la sección de metales y de los saxofones proviene de la secciones del "mambo". La música de antaño y su mundo aún se recrea en la ficción, no sólo en los clásicos de 1989 como la novela de Oscar Hijuelos: "The Mambo Kings Play Songs of Love"  (Los reyes del mambo tocan canciones de amor), sino también en las nuevas obras como la de Marta Moreno Vega: "When the Spirits Dance Mambo." (Cuando los espíritus bailan mambo)

 

"Es muy vivo", dijo el profesor Thompson acerca del mambo,  “pero en las cepas y tendencias. En cierto sentido, nada ha cambiado, mientras que todo ha cambiado."

 

Podría haber estado describiendo la vida del señor Ensley y sus cintas. Cuando él toca en su apartamento la música de su tiempo, él sube el volumen mucho más de lo que uno esperaría de una persona de 70 años. Es como si estuvieras en un club nocturno en sus días de gloria. Cierra los ojos, y ya está allí sumergido en ese mundo imaginario.

 

 

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