El mito del tambrero
Un relato escrito hace 30 años por Leonardo Padura sobre el músico cubano, se convierte en e-book con ilustraciones de Ajubel
Por Nat Chedian
Tomado del periódico El Pais de España
Cuba es cuna de grandes tamboreros, pero ninguno de mayor trascendencia que Chano Pozo. En su breve vida de 33 años, el músico dejó huella imborrable en la música folclórica, popular y el jazz. El éxito le llega pronto. Antes de consagrarse en Estados Unidos a los 31, ya estaba en boca de todos en su país natal, paseándose por La Habana en el lujoso carro del año, vestido por los mejores sastres, en compañía de hermosas mujeres. La prensa de la época reporta que el joven percusionista muere baleado por un vendedor de marihuana en un bar neoyorquino, el 3 de diciembre de 1948. A nadie sorprende el violento final de Pozo. Al conquistar la fama no abandona su origen y costumbres solariegas. En el solar, las discusiones se resuelven de manera decisiva, con los puños, las navajas o las balas, de ser necesario.
Hace casi treinta años, Leonardo Padura publica el relato La noche triste de Chano Pozo. En su espacio predilecto -a mitad del camino entre el periodismo y la ficción- Padura se zambulle en el pasado entrevistando a quienes conocieron en vida al fatídico músico y emerge con su propia versión de los hechos. Los tambores son sagrados. En su prisa por la vida, Chano deja para mañana hacerse el santo, como todo tamborero que se precie. A los santos, no hay que hacerlos esperar.
El relato de Padura brilla con luz propia. Comparte la pasión por la dislocada historia y cultura cubanas que iluminan sus novelas. Sabueso innato desde sus primeros pasos en el periodismo, Padura se rige por el dictum de André Gide: "Cree en todos los que buscan la verdad, duda de quienes la encuentran; duda de todo, pero no de ti mismo". En más de medio siglo de revolución, Cuba no ha producido un escritor de semejante sagacidad, imaginación, talento, como para moverse tan cómodamente entre el periodismo y la ficción.