Desde la cuna su camino estuvo sembrado de ritmos africanos y otros sones
calientes del folclor. De modo que a nadie puede extrañar el que se convirtiera
en el faro de esta música ancestral.
No
es casual que siendo un “chamaquito universitario” el productor y músico Pedro
Clemente, conocido como “Capitol”, haya sido el responsable de juntar a los
virtuosos pianistas Eddie y Charlie Palmieri en su histórico concierto del
Teatro de la UPR, cuando esa tarima exclusiva estaba reservada a la música
clásica, ballet, teatro, ópera o conferencias magistrales.
Tampoco es casual que “Capitol” haya llevado nuestros ritmos nacionales a todos
los rincones de la Isla, a través de los conciertos y festivales de bomba, plena
y rumba que implantó en las playas, pubs, teatros, salones de baile y
universidades, que servían de plaza e inspiración a sus intérpretes. Ni es por
azar tampoco que haya fundado el tradicional Festival de Bomba y Plena, que este
año celebra su 34 edición ininterrumpida, escenario de los mejores tocadores y
cantantes de nuestros géneros musicales.
Quien se asoma a su trayectoria artística desde niño allá en el Cabildo de San
Mateo de Cangrejos, sabe que estaba destinado a ser un exitoso productor
musical, cuyo mayor legado a nuestra cultura ha sido divulgar y preservar esos
ritmos ancestrales, cuando el empuje de la salsa los mantenía en peligro de
extinción.
Para empezar, sus ancestros fueron los fundadores originales del cabildo, negros
libertos que pelearon contra los ingleses y los expulsaron de sus costas. Eso lo
descubrió años después en la UPR bajo la tutela del profesor Isabelo Zenón,
autor del clásico “Narciso descubre su trasero”.
“Conocer los hechos históricos de esas victorias alienta la autoestima y el
orgullo. Si sabes de dónde vienes, sabes a dónde vas. Yo sé de dónde soy, del
Cabildo de San Mateo de Cangrejos, el primer poblado negro en América. Es una
comunidad de música y baile, donde converge toda esa rítmica africana que se
desparramó por el Caribe, principalmente lo que llamamos bomba y plena”, expresa
“Capitol” pleno de orgullo. “Allí se interpretaba bomba, plena al igual que
rumba y todo fluye musicalmente. Cuando eres un pueblo liberto, tienes la
oportunidad de ejecutar todo lo que conoces y todo lo que trajiste del África. Y
esa práctica la tiene San Mateo de Cangrejos”, añade satisfecho.
En
el patio de su casa se reunían los mejores intérpretes y cantores de bomba,
plena y rumba, como Maelo y Cortijo, Sammy Ayala, Tito Rodríguez, Pellín, Tite
Curet y Martín Quiñones, entre otros. Allí celebraban las típicas Fiestas de
Cruz y llegaban músicos de otros pueblos donde se tocaba bomba y plena, a
descargar en aquel ambiente de efervescencia musical. Literalmente, “Capitol”
escuchaba música desde que estaba en la cuna pues su padre era cantante y
bongocero y otros parientes músicos le tocaban y cantaban para verlo vibrar de
emoción.
Ejecutar la música era algo tan natural en su vida que, de niño, empezó a
interesarse más por la mecánica de producir un espectáculo artístico, de la
parte promocional. Su escuela inicial fueron los propios músicos, a quienes
exponía sus dudas e inquietudes y ellos le explicaban cómo era el negocio.
En
la comunidad cangrejera había una organización juvenil llamada Club Corporación,
que se dedicaba a buscar en guaguas a personas de comunidades pobres, para
llevarlas de gira a la playa. Por las noches se iban a bailar con las mejores
orquestas de la época, como Larry Harlow e Ismael Miranda, Tito Puente y La
Lupe, la Sonora Ponceña y Papo Lucca, cuando aún debía sentarse en un cajón para
tocar el piano.
Al
ver el interés de aquel niño de apenas doce años, el presidente del club lo
dejaba laborar en la taquilla o ayudar en lo que fuera durante el montaje de los
espectáculos, cuya experiencia con los grandes aprovechaba “Capitol” para
conocer el oficio de la producción y abrirse camino a fuerza de voluntad.
En
escuela superior dirigía un club de jóvenes que organizaba bailes y “senior
proms” y pronto se asoció con el promotor Fernando López, a quien aportaba las
ideas artísticas y su concepto creativo, para que él las implementara. Con
apenas 17 años, ya “Capitol” trabajaba en producciones bailables con orquestas
de la talla de El Gran Combo, Tommy Olivencia, Tito Puente, Willie Colón, los
Lebrón Brothers y otras. Tuvo tal éxito que fue capaz de independizarse al
cumplir los 18.
Hizo su primer gran espectáculo bailable sin presupuesto, gracias a su visión y
osadía de pedirle una orquesta prestada al promotor Rubén Haddock, quien se
extrañó de su atrevimiento juvenil, pero creyó en él. Consciente de la gran
oportunidad que tenía de entrar por la puerta ancha, buscó sus contactos en la
radio, promocionó bien la actividad y el baile resultó un éxito. “Fue un palo,
hice una producción sin dinero en el Club Coameño, un ‘t’danzant’ con Olivencia,
los Lebrón Brothers, Pacheco, Santos Colón y Eddie Palmieri. Me metí en el
negocio y empecé a producir para mí”, recuerda con lógica emoción.
Su
nombre empezó a sonar fuerte en el ambiente artístico y musical, sobre todo
entre los promotores de Nueva York, donde ya despuntaba el nuevo ritmo de la
salsa, cuyo contacto en la Isla era “Capitol”. Mientras producía sus exitosas
actividades musicales, que incluían bomba y plena, solicitó ingreso a la UPR,
pero lo llamaron del ejército para servir en la guerra de Vietnam. Les dijo
adiós a los muchachos y partió a Missouri a guiar tractores militares, hasta que
lo reclamaron para el frente bélico. Pero dados su simpatía y su carisma
natural, fue trasladado a una base en la playa de Monterey en California,
capital del movimiento hippie de la época. Allí los soldados boricuas formaban
toques de bomba y plena y “Capitol” compartió con virtuosos músicos, como Carlos
Santana, Mongo Santamaría, Cal Tjader y Willie Bobo, entre muchos otros.
Cumplido el servicio militar, en 1971 fundó el Círculo Universitario
Metropolitano (CUM), a cargo de producir espectáculos culturales en las
universidades. Como portavoz del colectivo, reclamó a la entonces decana Elsa
Castro la falta de cultura popular en el programa de actividades culturales, por
el cual pagaban como estudiantes que eran. Para sorpresa suya, la doctora Castro
le sugirió que las produjera él y cuando “Capitol” le pidió el emblemático
teatro para un junte musical con Eddie y Charlie Palmieri, ella accedió con la
mayor naturalidad, consciente de que sería un duelo histórico entre las blancas
y las negras a cuatro manos.
El
resultado fue un concierto magistral, cuya grabación dejó a los melómanos la
producción discográfica más importante en la carrera musical de los hermanos
Palmieri, una joya para la historia. En el número “Vámonos pa’l monte”, Charlie
se curó inventando sonidos en aquel órgano de paquete que recién estrenaba,
cuando llegó tres horas antes a conocer y jugar con el nuevo instrumento.
“Pusimos a Charlie y a Eddie frente a frente, cada uno en una esquina y la
orquesta en el medio. Y eso era que se hacían muecas y gestos”, explica. “Al
final, Eddie me abrazó varias veces y me decía ‘Ya verás que vamos a estar
juntos en la historia’ ”, relata con pasión.
Después vinieron otros conciertos con Tito Puente, Richie Ray, la Orquesta
Flamboyán y los famosos bailes en el Centro de Estudiantes los viernes por la
tarde, donde se presentaban los mejores conjuntos para los salseros más
exigentes. Y cuando empezó a decaer la bomba y plena por el avance de la salsa,
“Capitol” concibió la idea de hacer un festival importante que fomentara la
creación de grupos musicales, para divulgar y perpetuar los ritmos de sus
ancestros en la memoria colectiva.
Durante dos años, con la colaboración de don Ricardo Alegría, visitó y conoció a
sus principales intérpretes dispersos por la Isla, hasta que en 1974 organizó el
Primer Festival de Bomba y Plena, cuya aportación a la música gracias a los
grupos que ha generado, al arte mediante sus carteles anuales y al ambiente por
su defensa de Vacía Talega, donde se originó, lo han convertido en un icono
musical de primer orden.
Tanta autoridad tienen sus palabras aun entre los grandes, que un día les
increpó a Maelo y a Cortijo porqué ya no incluían en su repertorio números de
bomba y plena, que sustituyeron por la salsa. En el próximo disco ambos
retornaron a sus raíces e incluyeron el ritmo original. Y cuando tuvo a su cargo
la parte musical de los Juegos Panamericanos en 1979, se inundó de bomba y plena
el evento de amistad.
Hoy, imbuido de energía y de proyectos por delante, “Capitol” reconoce que la
bomba y la plena están más presentes que nunca entre las nuevas generaciones,
que bailan sus ritmos con orgullo y pasión, sobre todo, las caras lindas de su
gente negra allá en el Cabildo de San Mateo de Cangrejos.