Entrevista con Freddy Roldán, vibrafonista del Grupo Mango

7 de enero de 2019

Realizada en la urbanización Santa Eduviges, Caracas, Venezuela

Por. Alejandro Moreno Guevara
Chuomago@gmail.com

derecha a izquierda, maestro Freddy Roldán y Alejandro Moreno Guevara

derecha a izquierda, maestro Freddy Roldán y Alejandro Moreno Guevara

El maestro Freddy Roldán es sin duda uno de esos maestros anónimos que vemos por ahí, por las calles de Caracas como si nada. A pesar de haber tocado con grandes estrellas de la música como Luis Miguel, Franco de Vita, Ilan Chester, Soledad Bravo, Eddie Palmieri, Tito Puente, Rubén Blades, Arturo Sandoval, Paco de Lucía y Armando Manzaneros, su humildad es su mejor carta de presentación. Exhibe ese tumba’o de “caraqueño viejo” que es como el aura de una estirpe de la que parecen quedar pocos por ahí. Me cuenta que ha vivido más de 60 años en el modesto apartamento de Santa Eduvigis, donde hacemos la entrevista. Entramos a su casa y saluda a su vecina con esa confianza y ese cariño un poco lejano y cálido a la vez con que saludamos a los vecinos de siempre. Ya sentados en la sala de su casa, comienza la grabadora a guardar nuestras voces, pero todo inicia con una conversación suya por teléfono. Un pequeño monólogo de la cotidianidad: “¡Alberto, coño, Feliz Año, nojoda! ¿Cómo estás, hermanazo? ¿Cómo le fue por allá por Coro? (Silencio). Coño, apretó bueno es platica (escucha a su interlocutor). Anjá, anjá, la nevera. Coño, ok. Entonces, bueno, vienes y pones la nevera a funcionar y cuando aparezca la vaina esa, pones a funcionar la lavadora porque es más importante que esa nevera del carajo. Sí, estoy en la casa. Yo voy a estar aquí y cuando más o menos vienes, si antes mejor, porque horita me están haciendo una entrevista y voy a estar un ratico aquí. Si vas a venir yo te espero. Chévere, Alberto, te espero, pues, ok. ¡Qué vaina!, no son buenas las noticias, son más o menos”. (Me dice con una sonrisa). Pero bueno, nada, es hora de arrancar nuestra entrevista.

Freddy nació en la Parroquia San Agustín del Sur, Caracas, Venezuela, en 1951. Es hijo de Jacobo Roldán y Justa Coti.

Alejandro Moreno Guevara (AMG): Maestro, ¿cómo fue su encuentro con la música?

Freddy Roldán (FR): A mí desde muchacho me gustaba mucho escuchar radio. Siempre me gustó la música y me la pasaba era escuchando radio. El primer instrumento que me gustó fue el cuatro y después el bongó. Me acuerdo que le pedí un bongó al niño Jesús, imagínate tú, y lo vendí para comprar fuegos artificiales y después de eso estaba llorando para que el tipo al que se lo había vendido me devolviera el bongó y yo devolverle sus reales: cincuenta bolívares. Pero total, que el tipo nunca me devolvió el bongó (risas). Luego me hice amigo, aquí en la esquina, de un muchacho que era ajedrecista llamado Anibal Gamboa. A Anibal le gustaba mucho la percusión y se la pasaba descargando con un timbal. Yo lo escuchaba y decía “oye, aquel tipo no toca mal” y un buen día, ahí en la esquina, me puse a hablar con él y fue entonces cuando empecé a tocar.

Después, como a los 16 años, empecé a trabajar en el Ministerio de Comunicaciones y reuní una plata y me compré una conga, una sola, no tenía para más. Con el tiempo, conseguí otra prestada y ya tenía dos y me ponía aquí en el cuarto a descargar. Los vecinos se quejaban de la bulla y mi papá me tiraba, en la cama, las cartas que los vecinos redactaban quejándose de tanto ruido. Entonces lo que hice fue ponerle unos paños a las congas para que hicieran las veces de sordinas, y así fue que arranqué. Luego un amigo llamado Germán Suárez (su papá era baterista y tenía una orquesta bailable llamada Orquesta Napoleón y esa orquesta le tocaba al presidente de aquel momento, el general Pérez Jiménez, en la isla de la Orchila) una vez me llevó a tocar con la orquesta de su papá. Germán no sabía que yo tocaba y él me decía “oye, yo no sabía que tú tocabas percusión”, y fue así que de la orquesta Napoleón empezaron a llamarme. Y entonces por el mismo Germán conocí al negro Maggi que era un jazzista muy famoso en aquella época de los 60 y él también me incluyó en su grupo como percusionista. Y así fui, poco a poco, haciéndome músico. Y todo era autodidacta, yo mismo en la casa me ponía encima de los discos a descargar.

Cuenta la leyenda que Freddy Roldán fue el músico que introdujo el bajo en la gaita (uno de los ritmos más tradicionales de Venezuela y que suena cada Navidad en la tierra de Bolívar, Simón Díaz y Gustavo Dudamel) y que hasta se vio en alguna ocasión al mismísimo Gustavo Aguado decirle a alguien que iba con él: “Ve, mija, gracias a este que está aquí (refiriéndose a Freddy) es que Guaco es Guaco”. Pero dejemos que el propio maestro Freddy Roldán nos cuente esa pequeña historia.

En aquellos tiempos, me inicié con la gaita aquí con Los Morillo, porque me gustaba la gaita. Comencé a tocar la tambora y el furro. Tocaba gaita con los Morillo y tocaba jazz con el negro Maggi. Estaba en dos mundos opuestos musicalmente, pero por supuesto era muy sabroso. Me iba a ensayar con Los Morillo (el director era Claudio Morillo) pero yo sí notaba que después del segundo compás que arrancaba el cuatro “chácata rácata rácata chácata” empezaba la bulla de la percusión y el sonido del cuatro se perdía y ya no se escuchaba más armonía por ningún lado. La percusión arropaba todo y entonces una vez se me ocurrió: “Cónchale, vamos a meterle el bajo que dé notas de verdad, notas definidas y que le dé cuerpo a la armonía y peso al ritmo”, y entonces le pedí el bajo prestado a Alexis Carmona. Alexis me prestó su bajo un fin de semana y me lo llevé para el ensayo con Los Morillo. Y entonces cuando empezamos a ensayar, le metí el bajo a la primera gaita que hicimos y ahí arrancó el bajo en la gaita. Antes de eso no se usaba.

Cardenales del éxito, por ejemplo, que era uno de los grupos de gaita más famosos y que más venía a Caracas, no tenía bajo. De hecho, Cardenales del éxito veía a los Morillo utilizando el bajo en la gaita cuando venía para acá, para Caracas. Yo también le metí la campana en los allegro a la gaita y bueno, después fue que le metieron piano y los metales y todo eso. Ese invento del bajo sería como en 1972. Me acuerdo que tocaba con los Morillo en L’ensolit (que quedaba en la Avenida Tamanaco de El Rosal), pero en Chacaíto (muy cerca de L’ensolit) había dos cervecerías famosas que eran La Burbuja y La Distinción, y esas cervecerías llevaban en las Navidades a los Cardenales del éxito y a Rincón Morales que eran grupos renombrados en la gaita.

Resulta que una vez estábamos en L’ensolit tocando y a La Burbuja y La Distinción no iba casi gente. La gente se iba para L’ensolit a escuchar a Los Morillo porque sonaba mejor, más gordo, tenía más peso, sonaba más sabroso. En una de esas, lanzo la vista hacia la puerta y cuál sería mi sorpresa cuando veo que estaban asomados los músicos de Cardenales del éxito y de Rincón Morales viendo qué era lo que estaba pasando. Porque esa cervecería full full y la de ellos estaba vacía. Y era por esa vaina: el bajo y la campana. La incorporación sobre todo del bajo hizo que la gaita ganara en musicalidad. Y bueno, eso ocurrió con la gaita en esos años y, a partir de ahí, el bajo se empezó a utilizar en la gaita.

Luego de eso me fui de Los Morillo, y de ahí de L’ensolit me fui a tocar a un sitio que se llamaba Las Cien Sillas, llamado así porque tenía cien sillas y todas eran diferentes. Quedaba en la Avenida Venezuela de El Rosal, ahí tocaba con un grupo de jazz. Después del bajo empecé a tocar batería porque teníamos un baterista, pero se fue a tocar batería con El Trío Venezuela y empezamos a buscar un baterista, pero no conseguíamos. Sin embargo, un día estábamos pasando por El Rosal y vimos a Gustavo Carmona y el negro Maggi me dice: “Mira, Freddy, ahí está Gustavo Carmona. Bueno, ni modo, si no hay baterista conseguimos un bajista y yo toco la batería”. Entonces él habló con el dueño de las cien sillas y compró una batería y a la semana estaba yo tocando batería y entonces iban el pavo Frank, Chuchochi y todos esos bateristas bravos a escucharme porque yo tocaba mi broma. También fui percusionista de la banda de Gerry Weill, porque una vez estaba tocando en Leinsolí y él me escuchó tocando, y le dijo a Víctor Cuica, que tocaba con él, para que me invitara para un ensayo. Aquella banda era una banda grande, tenía cuatro trombones, cuatro trompetas, cinco saxos, estaba Vinicio Ludovic en la guitarra. Era una big band que se llamaba El Mensaje. En L’ensolit yo tocaba hasta con siete congas y Gerry me iba a escuchar y con él tocaba la percusión. Eso fue como en el año 1973.

Freddy Roldán

Freddy Roldán

AMG: Maestro, ¿y cómo llega usted al vibráfono?

FR: Después de la experiencia con Gerry Weill, toqué con el grupo de un señor llamado Ignacio Boada, que era de Guarenas. Pero hubo problemas: el hombre se peleó con los músicos y el grupo se disolvió. Hizo como un niño cuando están jugando y se molesta, que se lleva el balón. Se llevó todos los instrumentos y no hubo más grupo. Comenzó a vender los instrumentos y estaba vendiendo un vibráfono. Me lo vendió en 1.500 bolívares, pagando 50 bolos semanales, imagínate tú esa vaina (risas). Total que entonces agarré el vibráfono y me lo llevé para Las Cien Sillas, que era el local donde yo estaba tocando fijo. Así que iba todas las tardes. Practicaba un ratico vibráfono, un ratico piano y un ratico batería. Ponía los discos y me ponía a descargar sobre los discos y cuando me cansaba de uno agarraba el otro y así estaba hasta que empezaba a llegar la gente, y el barman iniciaba su trabajo. Me venía para la casa a cambiarme y me iba a trabajar y así fue como empecé con el vibráfono también.

AMG: ¿A qué otras orquestas perteneció?

FR: Bueno, fíjate una cosa, y esto lo sabe poca gente: La Dimensión Latina la comenzamos Joseíto, César Monges, Óscar y yo en la casa de Óscar, allá en Antímano. Yo tocaba congas. Yo también empecé ahí, lo que pasa es que a mí me llama el negro Maggi y me fui con él.

AMG: ¿Qué música, aparte de la salsa, le apasiona?

FR: Yo de niño escuchaba un programa de Clemente Vargas Junior en la radio, que era de música pop y escuchaba mucho el programa de Fidias Danilo Escalona que era un programa de música caribeña: guarachas, son cubano, boleros, mambo. En esa época todavía no se hablaba de salsa. De hecho, es el propio Fidias quien comienza a hablar de salsa en su programa de radio. Recuerdo que me compré un disco de Cándido Camero con arreglos de Tito Puente, lo escuchaba mucho y lo fusilaba (copiaba). Ese disco se llama Brujerías de Cándido. Escuchaba mucho Palmieri, Richie Ray, Barretto y en el género pop escuchaba Sangre Sudor y Lágrimas, Chicago y en el jazz a Todd Scott, Roger Kalloway y me gusta mucho Chick Corea, con quien tuvimos el honor de alternar una vez. No me gusta todo el jazz, pero es una música que he hecho bastante. Incluso una vez alternamos con Chick Corea, también con Tito Puente en unos carnavales completos: Mango y Tito Puente.

El jazz siempre me gustó mucho. En una época tuvimos un trío de jazz, que éramos El Perro (Gustavo Quinto) en las congas, Luis Enrique Gamboa en el bajo y yo era el pianista y compositor. Allí hacíamos una música con puros tiempos compuestos, pura amalgama: de 7/2x8 caíamos a 6x8, 3/2x8 y 4x4. Pasábamos por todos los tonos, era puro jazz. Tratar de hacer algo distinto que nos gustara.

Te comento también que la técnica del redoblante, del redoble doble o triple, de sherp, la técnica conocida como paradiddles, fui yo el que la introdujo en Venezuela. Eso no lo hacía nadie en el mundo, y después fue que lo hizo Giovanni Hidalgo, pero el primero que hizo esa vaina aquí fui yo.

AMG: ¿Cómo surgió Mango?

FR: Bueno, yo estaba tocando en Las Cien Sillas allá en El Rosal con el negro Maggi. Y a veces descargaba con el vibráfono, si llegaba un baterista le daba la batería y agarraba el vibráfono y tocaba mis números con el vibráfono. Un buen día llegó Argenis Carmona y me dice: “Oye, Freddy, pero tú tocas muy bien ese instrumento”, y le digo: “¡No vale, que voy a estar tocando yo!, si estoy aprendiendo, estoy comenzando”, y entonces me dijo: “¿Tú no le echas pichón, no eres capaz de hacer un grupo en la onda de Joe Cuba, Carl Tjader?”, y yo le digo: “¡Sí, vale, sí me gustaría!”, y entonces él dice: “Vamos a ensayar tal día”. Y a la semana siguiente empezamos a ensayar. Argenis buscó el personal. Argenis y yo nos hicimos panas porque Gustavo, su hermano mayor, que tocaba con nosotros en Las Cien Sillas, a veces lo mandaba a hacer suplencias y en esas nos hicimos panas. Y entonces él propuso esa idea y ahí arrancamos. El primer cantante que arrancó con nosotros fue Alberto Peña, le decíamos Koka, él fue el primer cantante de Mango y después se quedó Ajoporro cantando. Empezamos a tocar en la discoteca La Pelota, que era un local que pertenecía a los beisbolistas Paul Casanova y Pat Kelly. Ese local quedaba en Chacaíto, en el centro comercial C. Díaz. Tocábamos ahí bien chévere. Paul Casanova era tremenda persona, un gran anfitrión. Luego para darnos un toque diferente, aparte de Ajoporro que tocaba piano y cantaba, probamos con Orlando Watussi, aunque yo no me acuerdo bien pero creo que a mí no me gustó mucho y lo sacamos y metimos a Joe (Ruiz), así entró Joe a cantar y se quedó. Eso fue en el año 74. Arrancamos con repertorio de Joe Cuba al principio y luego fuimos armando nuestro propio repertorio. Mango tenía la particularidad de que era el grupo que gustaba en la élite y ya no llamaban a los grupos con metales, qué va, llamaban era al grupo mango. Se regó la bola de que era mejor música, que no era escandalosa, que tenía otra cosa.

AMG: El grupo del cariño

FR: Orlando Montiel, que era nuestro productor estrella, fue el que le colocó ese nombre: Grupo Mango. Un día estábamos grabando y me dice Orlando: “Mira, Freddy, ¿no te quieres tomar un café allá abajo en el Naturista?”, que era un negocio que quedaba ahí en La Castellana. Entonces Orlando me dice: “Freddy, ¿no te has fijado que ya el disco está listo y el grupo no tiene nombre?”. Le digo yo: “Oye, verdad que sí”, y entonces Orlando me dice: “Bueno, por ahí está el grupo Cacao, los Dementes, el grupo Café”, y de golpe me pregunta Orlando: “Mira, Freddy, ¿te vas a tomar un cafecito?, ¿cómo lo quieres, un con leche, un marrón, un negrito?”, y le digo yo: “No, no me provoca un café, me provoca más bien como un batido, un batido de mango que es la fruta que más me gusta”, y me dice Orlando: “Oye, vale, ahí está el nombre”, y de ahí salió el nombre.

Después incluso grabamos Mango mangué de la Sonora Matancera. Grabamos cinco con los Mango y dos recopilaciones. Nosotros trabajamos casi puro repertorio original. Por ejemplo, “Acéptalo” es un tema de Cheo Navarro, letra de él y música mía. Nos poníamos yo en el piano y le iba preguntando: ¿Te gusta este mambo así?, y así trabajábamos los temas. El grupo Mango fue el primer grupo con vibráfono que hubo aquí en Venezuela. En el año 1978 hicimos un receso corto porque salió Ajoporro, e incluso después yo hablé con Filemón para que entrara a tocar por mí porque yo me fui para Lisboa y estuve por allá cinco años y hasta se armó un Mango por allá por Madrid, y era el encargado de estar pendiente de que los músicos hicieran los temas bien, estaba pendiente de los detalles. Eso fue en una sala de baile Salón Riviera, en Madrid, que era una sala para tres mil personas. Estuve doce días en Madrid, dirigiendo ese Grupo Mango que se armó en España.

AMG: ¿Hizo alguna otra cosa en su vida aparte de la música?

FR: Trabajé también con Ilan, con Yordano, Soledad Bravo, Frank Quintero, Sergio Pérez, con Aldemaro. A veces tocaba hasta cinco veces diarias. El primer pago que recibí en L’ensolit fue de 50 bolívares. Trabajaba también en el Ministerio de Transporte y Comunicaciones haciendo cableado dúplex, que era algo que tenía que ver con telecomunicaciones. Estuve como ocho años allí y trabajé también telefonía. En aquella época llegaba del trabajo y por supuesto me acostaba tarde.

AMG: ¿Qué ha significado el vibráfono en su vida?

FR: Para mí, el vibráfono es como definirme yo mismo sentimentalmente. El vibráfono es el instrumento que tiene una definición melódica y armónica. Puedes tocarlo como un piano, tienes también el efecto de hacerlo vibrar con el pedal, tiene su caja de resonancia, puedes hacer acordes, tocar nota por nota y el sonido es muy particular. En la salsa sofistica el género, refina el sonido de la salsa, y el del bolero, pues ni hablar.

AMG: Un premio con sabor un poco amargo

FR: Cuando Mango se ganó el premio en Nueva York como mejor sexteto, Orlando Montiel habló con Columbia CBS para que nos pagaran los pasajes para ir a buscar el premio, pero la compañía no quiso. Del tiro, Orlando Montiel renunció de la indignación que le produjo aquella actitud de la disquera. No nos apoyaron en nada. La gente de Columbia CBS era una pila de flojos (holgazanes), no servían para nada. Lamentablemente, en esa época uno carecía de experiencia, éramos muy jóvenes, porque a mí me hacen eso ahorita y demando. CBS Columbia vivía de Roberto Carlos y de los productos que ya llegaban hechos a Venezuela. No hacían un carajo, vivían de las producciones que llegaban de afuera, ellos no producían nada. Orlando Montiel fue el que hizo esa vaina con Mango y fíjate que Orlando hizo que consiguiéramos ese premio y estos tipos no le brindaron ningún apoyo. En Santo Domingo nos ganamos un festival de merengue con el tema “Helena” y nos ganamos el premio haciendo un merengue con vibráfono.

Grupo Mango

Grupo Mango

AMG: Maestro Freddy, ¿algún concierto inolvidable que recuerde?

FR: En el Poliedro nos presentamos bastante con el Apollo Sound, con Mongo Santamaría, con Fania, con Son 14 y con muchos otros grandes artistas. Y una vez con Mango nos presentamos con Oscar De León, era la bienvenida a Oscar luego de una gira exitosa por Estados Unidos. Ese día se presentaba Oscar de León como homenajeado y nosotros íbamos a tocar primero. Estaba ese Poliedro ardiendo y la gente eufórica con nosotros y, cuando terminamos de tocar, se montó Oscar y la gente seguía gritando “mango, mango, mango” y Oscar arrancó a tocar. Cuando iba por el segundo número, tuvo que decirle al público: “Oye, ¿ustedes me van a dejar tocar o no?”. Hubo un momento que Oscar se molestó. Fue una experiencia maravillosa sentir que todo aquel público nos reclamaba enardecidos.

AMG: Maestro, mi amigo Alexis Carmona me dijo que le preguntara por el cuento con La Típica 73. ¿Cómo fue ese cuento?

FR: (Risas) Una vez estábamos en La Guaira viendo a la Típica 73 que estaba dando un concierto allá, y resulta entonces que el conguero, que no me acuerdo quién era, se lastimó un dedo y agarraron estos carajos, Watussi y otros músicos amigos con los que estaba vacilándome mi concierto, y me cargaron y me montaron en la tarima para que tocara con la típica 73 y gocé un puyero. Por un accidente que le ocurrió al conguero tuve la oportunidad de tocar con una de las grandes orquestas de salsa que había en aquellos años. Todo un trabuco era la típica 73.

Ya cerrando la entrevista, el maestro Freddy Roldán nos comenta sobre las dificultades que conlleva una carrera musical. La suya tiene más de 50 años en donde ha tenido ocasión de compartir con grandes músicos. Habla de la disciplina y la constancia para llegar lejos. La despedida se da en medio de la inmensa sala de su apartamento. Por supuesto, quedamos pendiente para un nuevo encuentro y por supuesto le extiendo una invitación a un ensayo de Melaza (la orquesta de salsa a la que pertenezco y que coincidencialmente tiene el mismo formato del grupo Mango), y le reitero mi deseo de poder hacer música juntos. Queda por aquí entonces esta entrevista a uno de esos cientos de anónimos y talentosos músicos caraqueños (y por supuesto de todo el país) que con su lucha y su tesón han hecho posible que la salsa venezolana ocupe un sitial de honor en el panorama mundial. Sin duda, el maestro Freddy Roldán pertenece a esa legión de guerreros de la bohemia nocturna musical caraqueña sin cuyo aporte hubiera sido imposible que existiera la salsa venezolana. Honor a quien honor merece.

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