El Maestro Bobby
Valentín. Puerto
Rico, 2004. Fotografía de ©Martín
Cohen
Reacciones
a:
sersantana@hotmail.com
Se
publica con permiso del autor.
A esta pregunta titular,
la respuesta parece obvia: la salsa va hacia donde la llevan las casas
disqueras y los pulpos de la promoción, con sus defectos, sus sorderas y sus
pocos aciertos.
En los últimos 10 años
han despuntado una serie de sucesos musicales —que usan la estructura de los
ritmos afrocubanos y la cacareada etiqueta "salsa", y lo explotan
hasta la saciedad — que nos pueden dar un indicio de lo que podrá suceder en
los siguientes. Estos sucesos han cubierto todos los fenómenos ocultos dentro
de la producción discográfica, aprovechando la disminución del tamaño del
planeta por las comunicaciones veloces.
La mal llamada "salsa romántica"
tuvo sus orígenes, como movimiento, en la grabación del álbum Noche caliente
de Louie Ramírez en 1982, y es que esta grabación
fue la primera con todos sus temas de "salsa balada" y que con sus
excelentes ventas, los ávidos empresarios de la industria del disco comenzaron
a buscar nuevas imágenes, más alla de la orquesta y
sus arreglistas, vaciando hasta el fondo las canteras de la balada, y generando
el surgimiento del fenómeno de los años ochenta, con representantes como Eddie Santiago, Frankie Ruiz y el
conjunto Chaney de Nicolás Vivas, entre otros. Algunos
artistas consagrados no pudieron eludir la nueva fiebre: Willie
Rosario, Bobby Valentín, Lalo
Rodríguez con su éxito Ven, devórame otra vez y el mismo Louie Ramírez con Ray de la Paz, todos
con varies álbumes entre el vigor pasado y la
fragilidad presente. Al poco tiempo se pasó de "fusilar con ritmo"
baladas, a la creación de letras de alto contenido erótico pero con muy poca variacion musical. En sus comienzos se le llamó "salsa
balada", luego en Colombia "salsa cama", "salsa catre"
o "salsa erótica", en Puerto Rico "salsa monga"
y "salsa sexy", en otros lados "salsa sensual" y finalmente
"salsa romántica" por imposiciones de las disqueras. Algunos han
propuesto que lo mejor sería llamarla "guaracha romántica", por su
ritmo y temática recurrente, o el que propusimos en un artículo reciente,
"monoguaracha": por aquello de monotemática,
monorrítmica, monótona, monocromática, monoteísta, monolítica, monopolizadora y
—más triste aún— monógama.
A pesar de que su auge
nunca ha decaído, la "salsa romántica" sigue en la preferencia de los
jóvenes y con sus excelentes ventas. Los empresarios de la industria del disco
siguen buscando nuevas imágenes con representantes y propuestas, como en los
primeros días, con muy poca variación musical. El carácter romántico y
simplista marcó a la nueva generación de los noventa y el fenómeno sigue sin
detenerse: Víctor Manuelle,
Marc Anthony, Domingo Quiñones y un extensivo etcétera
de singulares figuras jóvenes que siguen en la ruta, donde el buen soneo caribe está ausente. El puente entre los estilos soneros del ayer y los contemporáneos le tocó a Gilberto
Santa Rosa.
Miguel Quintana, voz líder de Los Soneros de
Oriente. Foto de Martín Cohen
Cuba,
la que más aportes rítmicos había hecho a la expresión neoyorquina en las décadas
pasadas, tuvo su historia paralela en la Isla, con intercambios aislados —Típica
73 y Fania All Stars en 1979—, y su nuevo tumbao
apenas comenzó a ser reconocido fuera de la Isla a finales de los años
ochenta. Con un sonido diametralmente opuesto del callejero de la "salsa
de barrio", los cubanos se inclinaron hacia uno altamente técnico, con músicos
formados en academias sin perder el sabor pretérito imprescindible. De un lado,
en el escenario internacional, y ahora sí en forma definitiva, el Songo de
Juan Formell (fusión de son, changüí guantanamero, jazz, rock y gogó)
por
fin pudo tener todo el
reconocimiento
que desde 1969
buscó desde la Cuba
bloqueada.
Los discos se consiguen con facilidad, las
presentaciones son habituales en
todos
los países y un buscado
premio
Grammy ha confirmado
lo
que ya se sabía: la calidad
del colectivo cubano más
representativo
—en música
bailable— de
las últimas
décadas. Posiblemente
este
reconocimiento termine
sacrificando la honestidad del
sonido
vanvanero y, con disquera
norteamericana a bordo
y
un departamento de promoción a disposición, culmine
absorbido
por el discopolio —léase salsopolio— caníbal
sin
identidad.
En
el mismo costado del songo formeliano está
la timba, con varios grupos responsables que se conocen como timberos: N. G. La Banda, Dan Den, Pachito Alonso y su Kini Kini, Charanga Habanera,
Paulito FG, Bamboleo, Manolito y su Trabuco, Issac
Delgado... y según apunta el musicólogo Leonardo Acosta, están produciendo
"el fenómeno musical cubano más importante de fines y comienzos de siglo.
Se trata del primer movimiento original de muestra música bailable, desde los 50,
capaz de ganarse la atención internacional." Y como bien apunta Helio
Orovio: "Elio Revé, Chucho Valdés, Formell y Adalberto
Álvarez son las cuatro
patas de la mesa musical que sostiene al movimiento timbero."
Sin embargo, sería interesante agregar que esa mesa se sostiene, asimismo, por
los arreglos y composiciones del flautista (hoy director de N. G. La Banda) José
Luis Cortés, del anterior pianista de Los Van Van César
Pedroso, y del director de Dan Den, Juan Carlos Alfonso. Revolución rítmica y
armónica resultado de la fusión de géneros afrocubanos con el rock pop, el
reggae, el hip
hop y el jazz. En un principio, y para
buscarle una salida en el exterior, se le llamó y se le sigue llamando con
desacierto "salsa cubana", para establecer diferencias con los
salseros neoyorquinos de la línea dura incapaces de afrontar las nuevas
propuestas.
Las
orquestas timberas poseen singularidades que las
caracterizan entre sí y, según Carlos Olivares, podríamos trazar la siguiente
posible clasificación: timberos-guaracheros-bravos:
Paulito FG, Manolito y su Trabuco, Revé y su Charangón;
timberos-charangueros: Los Van Van,
Charanga Habanera; timberos-funky-jazzistas: N.G. La Banda,
Bamboleo; y timberos-soneros:
Pachito Alonso, Adalberto Alvarez, Dan Den, Issac Delgado. En fín, estos jóvenes
ejecutantes lentamente han encontrado una salida comercial a su sonido más allá
de la Isla mientras que algunos salseros de la línea romántica ya lo comienzan
a incorporar, como es el caso de Víctor Manuelle,
como también es el caso de muchos timberos que han tomado
y retomado melosidades propias de los
salsacameros.
Paquito D’Rivera. Foto de Martín Cohen.
El jazz latino ha crecido a niveles
inusitados en los últimos años: son más de 800 producciones discográficas entre
artistas nuevos, grandes del género del pasado que revivieron como Mario Bauzá y Tito Puente, y decenas de reediciones de cds que han creado un mercado muy particular.
Aunque el jazz latino se mantiene como una música para minorías, su
aumento se debe a que terminó convirtiéndose en refugio musical para muchos
salseros clásicos, ante la salsa frágil y romántica, como por ejemplo lo han
hecho Eddie Palmieri, Papo Lucca y Ray Barretto.
De otro lado, el papel de los montunos, los solos instrumentales, las descargas
y la percusión agresiva se recuperó con nuevos exponentes como Giovanni Hidalgo
y Angá Díaz. Se crearon nuevos sellos como Tropijazz y muchos independientes como Cubop,
Jazz Alliance, Tonga, Candid,
Timeless, Carijazz, CDT, Tumi Music, Antilles...;
aparecieron en las escenas músicos de la otra costa norteamericana como Poncho
Sánchez, Johnny Blas, Dave Pike y Bobby Shew;
cubanos desde la Isla como Hilario Durán, Chucho Valdés, y desde el exilio como
Paquito D'Rivera, Arturo Sandoval y Gonzalo Rubalcaba. Grandes del jazz llegaron a sus filas
como McCoy Tyner y Roy Hargrove, así como músicos
provenientes de Latinoamérica que estudiaron en universidades norteamericanas: Danilo Pérez, Michel Camilo,
David Sánchez, etc.
El jazz latino
vive desde mediados de los ochenta un boom
que ha beneficiado a los oídos más exigentes de los ambientes paralelos a la
salsa. Pero por otro lado, como asegura Elmer
González, si escogemos visualizar el jazz latino como una vertiente
distinta al jazz afroamericano —y a la salsa—,
encontramos el mismo patrón repetitivo en términos de ritmos y otros elementos
melódicos y armónicos. Muchos de los discos que crearon el aparente despunte
del jazz latino, aportaron nada o muy poco al enriquecimiento del
género. Fueron proyectos con intereses comerciales que, en algunos casos,
tampoco alcanzaron las metas de las disqueras en términos de ventas. Escuchamos
a muchos salseros tratando de tocar jazz y algunos jazzistas
tratando de tocar jazz con tumbao,
des-conociendo el idioma, unos del jazz y otros de los ritmos afrocaribeños, y con poco o ningún conocimiento de las
raíces históricas y musicales de dichos ritmos. El resultado: más de lo mismo.
Gonzalo
Rubalcaba y Michel Camilo.
Pero el latinjazz no se ha limitado solamente al
panorama estadounidense y latinoamericano en medio de este planeta globalizado;
también han surgido agrupaciones donde nunca nos imaginaríamos llegó con toda
su fuerza expresiva y ritmática: Conexión Latina e Irazú, en Alemania, dirigidas por Rudi
Feussers y Raúl Gutiérrez,
respectivamente. Nueva Manteca, Cubop City y Salsaya, agrupaciones
holandesas dirigidas por Jan Laurens
Hartong,
Lucas Van Merwijky y Arthur
Schimigt, respectivamente. Snowboy
y las bandas de Roger Beaujolais
y Enrique Pla en Inglaterra. En Dinamarca está la
agrupación de Emmanuel Abdul Rahim,
y en Suecia la Hot Salsa de Wilfredo Stephenson y la Hatuey del pianista Mats Lundvall. En Finlandia está la orquesta Salsamania
liderada por el saxofonista Markku Rinta-Pollari. En Noruega Mamborama de Suerre Indris Poner. En el Japón están las bandas de Satory Shionoya —antiguo pianista
de la Orquesta de la Luz— y la Nettai Tropical Jazz Big Band, al mejor estilo del
sonido titopuentiano.
Nosotros
tampoco nos hemos quedado al margen. En este momento se puede decir que el jazz
colombiano está buscando una identidad propia. Y en cierto sentido, ésta se está
logrando por caminos separados. Por ejemplo, el latin
ensemble de Jorge Emilio Fadul trabaja un estilo muy emparentado con la salsa y el
jazz latino, mientras que Antonio Arnedo lleva varios
años desarrollando una fusión entre jazz y cumbia y otros géneros como
el porro y el currulao. Oscar Acevedo, en cambio,
trabaja un jazz con referencias muy marcadas de compositores clásicos
tales como Ravel y Debussy,
que combina con elementos autóctonos, mientras que Kent
Bistwell utiliza elementos latinos, de la cumbia y el
chandé, con el rock y el jazz clásico. Héctor Martignon, por su parte, en sus grabaciones trabaja básicamente
el formato del trío de jazz que combina con cumbias y pasillos. Juancho Vargas escoge temas del repertorio de la música
popular colombiana y los lleva al formato de big
band. Eddie Martínez se
rige por los cánones del jazz afrocubano en el que ha estado inmerso en
los últimos treinta años. Luis Fernando Franco utiliza las tonadas de los indígenas cunas de Urabá y de
los poblados del Magdalena Medio colombiano, así
como
otros géneros folclóricos, en combinaciones con jazz contemporáneo.
Jóvenes barranquilleros reunidos en el grupo Latin Sampling hacen propuestas de jazz latino y cumbia
con jazz. En Medellín Juan Diego Valencia y el quinteto Puerto
Candelaria trabajan las fusiones con el pasillo, el bambuco, el currulao y otros ritmos nacionales. Otros grupos en las
otras ciudades colombianas son en general estudiantes universitarios que
combinan las actividades académicas con los ensayos y la investigación musical.
Los primeros intentos durante la década de
los 80 estuvieron marcados por la Orquesta Platería, las composiciones y
locuras del fallecido Gato Pérez y de Peret, y ante
todo con la presencia del canario Caco Senante. Sin
embargo, allí la palabra etiqueta cubrió con desacierto todo el espectro de la música
tropical latinoamericana. Para el español, la expresión salsa significa por
igual la música de Cheo Feliciano, Gloria Estefan, Carlos Vives, Tito Puente, Lalo
Rodríguez, la Sonora Dinamita, Joe Arroyo, Adalberto Alvarez, Los Van Van y Juan Luis
Guerra. Con una docena de orquestas intentaron crear un movimiento propio el
cual no trascendió, pues a pesar de su repertorio, prevalecieron la mediocridad
y el desatino rítmico.
El
verdadero aporte español se dio por los territorios ancestrales del flamenco.
Con el movimiento conocido como "Nuevo flamenco" las fusiones con la
salsa mostraron asuntos importantes, desafortunadamente perdidos en el desgreño
de los promotores de este lado del Atlántico. Agrupaciones como Ketama y La Barbería del Sur rompieron el hielo a comienzos
de la década anterior frente a las críticas de los patriarcas del flamenco. En
sus grabaciones han utilizado reminiscencias salseras, y descargan con furia en
la memoria de Héctor Lavoe y Camarón de la Isla, sin
entrar en el sonido pop de la rumba catalana de agrupaciones como Azúcar
Moreno y Gypsy Kings.
Estas simbiosis han permitido no sólo a
los flamencos adentrarse en otras orillas musicales, sino que han abierto las
puertas a músicos de otros estilos que se han sentido tentados de navegar por
un territorio que hasta hace poco estaba reservado para los locales. También
con el jazz y el jazz latino —para Nat Chediak, autor del Diccionario de jazz latino, el
jazz flamenco es una rama del jazz latino— el flamenco constituye su
aporte con la obra del saxofonista Jorge Pardo a partir de los ochenta y la
revelación de los últimos años del pianista Chano
Domínguez. El jazz latino cuenta con La Calle Caliente de Miguel Blanco,
la Barcelona Big Latin Band, el piano de Joshua Edelman y la formación de reciente agrupación Los Piratas
del Flamenco, liderados por el trompetista neoyorquino Jerry
González.
Otro de los avatares del nuevo sendero de
la salsa actual, es el regreso —con más fuerza— de la llamada "salsa africana".
Desde mediados de los años sesenta surgieron agrupaciones como Las Maravillas
de Malí bajo la dirección de Boncana Maiga; varios años después, sin un éxito masivo,
aparecieron Amadou Balake, Labba Sosseh y otros que en
grandes rasgos también recurrieron al repertorio cubano de siempre para sus
grabaciones. El auge de la "salsa romántica" trajo, entre otras, de
nuevo el legítimo interés de muchos salseros por aquella salsa africana pasada,
y así descolló Africando con un gran productor, el senagalés Ibrahima Sylla, quien desde 1979 había logrado obtener la fusión
entre salsa y el nuevo ritmo local llamado mbalax;
en las voces de Pape Seck, Medoune
Diallo y Nicholas Menheim, que cantan en un imitado español y en su lengua
nativa, el wolof; y en los
metales y en las percusiones, algunos músicos destacados de la salsa neoyorkina, cubana y puertoriqueña
como Adalberto Santiago, Mario Rivera, Yayo El Indio, Bomberito Zarzuela,
Sergio George y Chombo
Silva.
El
repertorio de los salseros africanos oscila entre el Caribe, Nueva York
y África Occidental, y nos hace apreciar bajo una nueva luz algunos tesoros
como El carretero (rebautizado Ken Moussoul Guiss Li) de Portabales, en una sorprendente
versión en wolof. Con sus agrupaciones
Africando — que en sus últimas presentaciones ha sido
un colectivo donde participan muchas de las estrellas del afropop
como Salil Keita y Lokua Kanza— y el congolés
Ricardo Lemvo y su Makina
Loca, quienes están instalados en la costa oeste de la unión norteamericana con
su fusión de ritmos afrocubanos y soukous, la llamada
"salsa africana" tiene una acogida inusual, que trajo consigo el
surgimiento de otros grupos, muchos sin esquemas definidos que entre el sonar
errático traen más confusión que diversión. Eso sin contar con la barrera
idiomática que en última instancia es lo que poco interesa si el ritmo es
bueno. Lo que más gusta de los salseros africanos es su defensa de la
"salsa dura" que por estos días
escasea en los nuevos grupos.
Pero los haitianos no se
han quedado atrás, pues ahora surge Haitiando —grupo
respaldado por músicos cubanos de Miami— en la misma onda de los africanos,
pero con propuestas todavía más interesantes, con el compás direct y el zouk como
sus elementos rítmicos de fusión y aporte.
Ibrahim
Ferrer y Omara Portuondo.
Foto de ©Donata Wenders
Como un fenómeno cíclico
en la música, como son los revivals o
resurgimientos, apareció en 1996 Buena Vista Social Club,
con su ejército de "jovenes longevos" para
mostrar otra de las facetas de la música popular, la nostalgia imaginaria, en
medio del sopor de tanta música agresiva y excesivamente comercial: merengue,
salsa romántica, pop, rap, timba y otras más.
El álbum y su consecuente llevada al cine, requirió de toda una promoción que
nunca llegaron a tener los cubanos contemporáneos a lo que se le suma un repertorio
de temas de los años 30, 40 y 50, con excepciones como el caso de Chan chan, composición
de Compay Segundo en la década de los ochenta y que,
a propósito, resultó siendo el tema bandera del fenómeno Buena Vista Social Club.
Este revival
de Compay Segundo, Rubén González, Omara Portuondo, Ibrahim Ferrer y otros tantos más que se suman a la serie
de "puestas al día" en la música cubana de siempre, empezó en la
misma Cuba a finales de la década anterior cuando Pablo Milanés reunió a
antiguos soneros cubanos —entre ellos al mismo Compay Segundo— para grabar su serie de discos conocidos
como Años, que no trascendió las fronteras de la Isla por falta de
promoción, y que luego continuó en 1992 con el "renacer" de Israel
"Cachao" López por intermedio de Andy
García
y toda la maquinaria
“estefanaria”
de
Miami, que culminó
con un bien logrado
documental: Como su ritmo no hay dos y con su banda sonora Master
Session, ganadora del premio Grammy.
La acogida buenavistasocialclubera permitió
también que los ávidos empresarios — especialmente de España y USA— empezaran a
hurgar en los poblados cubanos y a promocionar "nuevas"
agrupaciones
como la Vieja Trova Santiaguera, Los Jutailados, La Estudiantina
Invasora, el Cuarteto Patria, Septeto
Turquino... El mismo productor Ry Cooder armó la "orquesta Buena Vista Social Club", realizó
giras por todo el planeta y continuó la saga
con "Buena Vista Social Club |presents..." para no perder esta súbita popularidad
mundial. De un momento a otro Cuba volvió a
"estar de moda" y los soneros
de
ayer y los de hoy salieron del caparazón y
demostraron que muy a pesar de lo que pregonó hace unos años el exilio
miamense,
el son nunca se fue de Cuba... Esta mal
llamada
"salsa arqueológica" (sic), en un claro afán de
buscarle
algún nombre al cuento, constituye más bien
una
nueva etapa dentro del actual proceso de recuperación
de
los niveles comerciales del producto musical cubano.
El inigualable sonero
Pio Leyva. Foto de ©Donata Wenders.
También algunos grupos que conservaron la
línea sonera durante el boom
salsoso de los setenta se vieron beneficiados con
este fenómeno. Volvieron a grabar Papaíto —presentado como el otro sonero del barrio Buena Vista—, Miguel Quintana, la
Charanga Sublime —ahora como Son Sublime— y otros del ayer reunidos bajo el
nombre de Cuban Masters Los
Originales como Cachao López, José Fajardo, Chocolate
Armenteros, Patato Valdés, Francisco Aguabella, Alfredo Valdés y Rudy
Calzado, entre otros tantos más.
Roberto
Roena. Foto de
©Martín Cohen
Pero si la salsa en un pasado utilizó
elementos armónicos, rítmicos, vocales e instrumentales de la música negra norteamericana
—recuerde la frenética acogida del boogaloo
y las locuras rockeras-Lennon-salseras
de Frankie Dante—, en los últimos años también es
recurso continuo. Agrupaciones como DLG —creación del productor Sergio George después de un viaje de baño timbero
durante varias semanas en La Habana— y Song by Four, utilizan giros del pop, del new soul, del rap, del dancehall,
del hip hop
y del raggamuffin respaldados por
ritmos afrocubanos, a veces muy frágiles. En su momento se habló de una
"salsa pop" y fueron recibidos entre los sectores juveniles que
gustan del sonido salseado moderno, y hasta nominaciones a premios recibieron.
Pero la integración del rap no es nueva —en 1980 Tito Allen
grabó el tema "salsa rap" con
arreglos de Marty Sheller—,
el dancehall y el raggamuffin
jamaiquinos, el hip hop
y otros giros vocales de la música negra norteamericana contemporánea, han
dejado de ser una tentativa con futuro para convertirse en una plasmación
plena, sin la insidiosa exhalación de laboratorio que desprendían trabajos anteriores:
buenos ejemplos de música en desarrollo, a medio camino entre el cálculo y
la
improvisación. Agrupaciones como el Conjunto Libre —escuche Oquendo y Libre de
su última grabación—, la tradicional Orquesta Aragón —Cha
Cuba—, la eterna Celia Cruz —La negra tiene tumbao—,
nuestro Grupo Niche — Han cogido la cosa— y otros,
incorporan estos nuevos giros. Nuevas agrupaciones se están manifestando: en
Francia, Sargento García propone su sonido como Salsamuffin;
también 32 Get Funky, Mikey Perfecto y George Lamond, asumiendo el
estilo
de DLG, proponen su salsarap, salsadancehall y otras fusiones. Hasta la
agrupación bogotana Sidestepper —reunión de salseros
y rockeros locales— en su única grabación
del año 2000, producida por el británico Richard Blair,
toman todos estos elementos para entrar en la oferta de las nuevas tendencias.
Afortunadamente estas fusiones se alejan de las que en primer momento
realizaron, con sus aciertos y desaciertos, los grupos merengueros actuales,
donde prevaleció el acelere rítmico sobre la cadencia propia del género
dominicano, en grupos neoyorquinos y de la Isla como Proyecto Uno, Fulanito, Sandy y Papo y Roy Tavaré, entre otros.
Los franceses de
Sargento García son los más interesantes. Comandados por Bruno García —de
origen franco-español— y Los Locos del Barrio, jóvenes franceses y cubanos
residentes en París, son un referente de la música mestiza en el país galo. Se
puede mencionar que sus mezclas de hip hop y raggamuffin aderezadas
con percusiones afrocubanas y metales vigorosos, así como sus letras de contenido
social, como aquella salsa de los años setenta, han despertado el ímpetu
contestatario de los ghettos parisinos.
En
Cuba, Jorge Martínez con sus fusiones de son montuno y reggae
en Ajiaco criollo y Edesio Alejandro junto
al viejo sonero Adriano Rodríguez —sorprendieron con
el clásico El reloj de Pastora en una versión de son montuno y hip hop— también
están en la onda de las nuevas propuestas. Un viejo contrabajista, Orlando Cachaíto López, en su única grabación solista
de armazón rumbera, sonera y danzonera,
añade elementos rítmicos del rap, del funk y excelentes fraseos del jazz contemporáneo
con efectos "scratch" del norteamericano Dee Nasty. Los grupos Síntesis de
Carlos Alfonso y Mezcla de Pablo Menéndez, como sus nombres lo sugieren, llegan
al crisol de las fusiones con elementos de la santería, el rap,
el jazz y el rock. Esto sin contar con los raperos como Orishas y SBS que
"secuencian" muchos de los temas de los salseros neoyorquinos y de la
tradición afrocubana en sus álbumes, y los mezclan con el lenguaje de los
barrios habaneras.
El rockero
cubano Edesio Alejandro propone el nombre de
"son ácido" para este tipo de fusiones que se están realizando en los
últimos años. Se ha propuesto también el nombre de "salsa ácida" siguiendo
la utilización descarada de la palabra etiqueta y los lineamientos del llamado acid jazz de los últimos 10 años, que en última
instancia, en su nueva "arquitectura sonora", es la fusión de jazz,
hip hop y rap y reúne a los grandes monstruos del pop
jazz, a jóvenes maestros del jazz y a nuevos héroes del rap (como el francés MC Solar y el singular Guru), del soul y el R
& B contemporáneos. Quizás la salida comercial de este nuevo fenómeno la
esté dando el nuevo trabajo de Celia Cruz, La negra tiene tumbao, con ero-video-clip incluido altamente
promocionado. Amanecerá y veremos...
En los noventa la renovación, no sólo
salsera, también en muchos de los géneros universales, se produjo con el telón
de fondo de una comunidad internacional en rápida evolución. Fue la década de
la World Music, de la globalización, de las
fusiones y las comunicaciones veloces, con un creciente entendimiento entre las
culturas occidentales y de otras regiones fomentando unos lenguajes musicales
compartidos y una relajación de las tradicionales fronteras. Ahora sí, la salsa
se convirtió en idioma verdaderamente internacional sin las viejas jerarquías
entre países que sabían y no sabían moverse con sabor, sin el tumbao y la clave. Los músicos japoneses de salsa
hacen giras por Estados Unidos y Latinoamérica; los salseros de línea dura
colaboran con rockeros y salseros europeos;
australianos, japoneses, africanos y croatas se encuentran cada día más cómodos
con el vocabulario acuñado en Spanish Harlem y La Habana e inventan el suyo. Los jóvenes salseros
de todo el mundo, cada vez más preparados técnicamente, siguen viendo en las
innovaciones de los setenta de un Louie Ramírez o las
más recientes de un Juan Formell una valiosa ayuda,
pero como punto de partida, no como destine último.
Puerto
Rico Photo Shoot. February 17, 2004. Foto de ©Martín Cohen.
Simplemente es ecléctico
y hay para todos los gustos: "salsa dura" con las grabaciones y
presentaciones con
los otrora grandes que
se resisten a desaparecer, pues el mercado de la nostalgia todavía les guarda
su
espacio: Cheo Feliciano, Ismael Miranda, Ray
Barretto, Roberto
Roena,
Conjunto Libre, Fania All Stars, y un extensivo etc., donde la pauta es marcada
primordialmente
por la celebración de sus años en
escena
con conciertos masivos: 50 años de Ray Barretto, 45 años de la Sonora Ponceña, 40 años de El Gran
Combo,
30 años de Fania All Stars en el Cheetah... Las
grabaciones
en el estilo de la "salsa clásica" tiene Buena flguración
con Jimmy Bosch, a veces
los oportunistas del momento lo presentan como "salsa retorno"; la
"salsa romántica" seguirá durante un buen rato con su infinidad de
voces frágiles y bellas figuras y su sonido repetitivo: Víctor Manuelle, Mark Anthony... Hay
"salsa africana": con Africando, Ricardo Lemvo... Salsomuffin, salsadancehall, salsarap
y salsahiphop con las primeras grabaciones
de DLG, con Sargento García, 32 Get Funky, George Lamond...
"Salsa cubana", o mejor songo y timba, con Los Van Van, la Charanga Habanera, Manolito y su Trabuco, Isaac
Delgado... Del latin jazz, ni hablar,
la lista es todavía más extensa: Michel Camilo,
Sonido Isleño, Bobby Matos, David Sánchez, Bongo Logic, Roberto Fonseca... Pero si su oído sólo quiere el
sonido "tradicional contemporáneo" (otro sic) ahí están las
grabaciones de la serie Buena Vista Social Club y Afrocuban All Stars
y las agrupaciones que surgieron o renacieron al margen: la Vieja Trova
Santiaguera, Los Jubilados, la Estudiantina Invasora, Los Hombres Calientes... La
"salsa colombiana", que vivió momentos interesantes en los años 70
con Fruko y sus Tesos y sus coqueteos con la música
tropical, y con el Grupo Niche y Guayacán con las influencias
de la otra costa en sus primeros años, terminó absorbida por cuatro o cinco
grupos representativos con el sonido neoyorquino y puertorriqueño sin ningún
aporte local. Se habla de "salsa céltica", con gaitas escocesas como
instrumento melódico, y de "salsa rai”,
con giros vocales e instrumentales de la música árabe... En la última década se
ha intentado cuajar una "salsa sinfónica", pero han podido más los
intentos de Irakere con la Sinfónica de Cuba, Tito
Puente con la Sinfónica de Puerto Rico, Eddie Martínez
con la Sinfónica del Valle del Cauca y Gilberto Santa Rosa con la Sinfónica de
Caracas, que los aciertos. En términos generales predominan los temas de la
salsa "versionada" por una orquesta sinfónica
que un verdadero equilibrio.
Eddie
Martínez, Eddie Palmieri, Jimmy Bosch y Pacheco
Cuando le preguntamos al investigador y
melómano Jesús Guzmán: ¿Hacia dónde va la salsa?, atinadamente contestó:
"Creo que la salsa no camina. Pienso que la salsa nació y permanece como
una base sobre la cual giran numerosas escuelas y tendencias. Algo así como una
ciudad (Roma, Londres, París, etc.) que nace, crece y que perdura en los siglos
aún a pesar de invasiones y atropellos. Se le construyen y anexan barrios y
nuevas poblaciones, pero su esencia y sus principios son inconmutables. Así la
salsa, permanece a pesar de todo. Lo demás, son fenómenos musicales que
provienen de la globalización de la música y la cultura que ha roto fronteras y
ha permitido fusiones en donde se alimentan todos: músicos, disqueras,
promotores, la televisión y la radio, eventos, ferias, etc. Creo que las nuevas
tendencias
musicales pueden estar ligadas a la salsa por varios motivos, pero esto no
implica que sean una extensión de la misma o un camino nuevo que ella esté
recorriendo." Opinión que compartimos...
En fin que la historia de la salsa no es el
recuento de una forma original incesantemente reemplazada por otras que han ido
tomando su lugar en el curso de los años. Por el contrario, terminará siendo
una genealogía de un solo árbol de raíces afrocubanas con ramas nacidas unas de
otras y capaces de coexistir en una gran familia, síntesis de múltiples estilos
y fusiones. Es una verdad innegable que la salsa continuará creciendo,
evolucionando y renovándose pese a los pronunciamientos, a favor y en contra,
de críticos, musicólogos, faranduleros y cronistas. Sin embargo, con los músicos,
las disqueras, los arreglistas y los promotores actuales, es seguro que la
salsa seguirá, a pesar de sus virtudes y defectos, su marcha, y que continuará
siendo la música tropical y caliente más grande e importante en todos los países
donde ha sido acogida y transformada, creando su propia carta de naturaleza.
El
Pequeño Johnny Rivero. Foto de ©Martín Cohen.
Finalmente, para muchos la
"salsa" es un fenómeno que pertenece completamente a los predios del
barrio que inspiró una música realmente vigorosa y penetrante, basada en la
guaracha y el guaguancó, respaldada con sus apreciaciones
en la realidad popular; entonces todas estas expresiones contemporáneas deberán
buscar otro calificativo o asumirlas como tales marcando las distancias. Eso sí,
como asegura Gary Domínguez, la mejor salsa ya se
hizo, su historia está en los discos y todo lo que se escucha en la actualidad
y lo que vendrá son los ecos de un pasado poderoso, pleno, mordaz,
social,
placentero y, sobre todo, único y original.
Las citas las hemos tornado de los artículos "La timba y
sus antecedentes en la música bailable cubana" de Leonardo Acosta (Revista
Salsa Subana, N°
6, 1998), "Rumba en salsa, pop, folk
y timba" de Helio Orovio (Revista Salsa
Cubana, N° 5. 1998), Ni salsa ni son, baila con timba
de Carlos Olivares Baró (cubaencuentro.com Edición
238. Noviembre 19 de 2001). "Latin jazz: una
propuesta inconclusa" de Elmer González (Revista
Barranquijazz 2001) y "Hacia los
orígenes de la salsa romántica" de Sergio Santana (Melómanos - Documentos.
N° 16. enero-marzo del 2002). Las consultas se hicieron
en los libros Guía esencial de la salsa, de José Manuel Gómez (Ed. La Máscara, 1995). Diccionario de jazz latino
de Nat Chediak (Ed. Fundación Autor, 1998) e Historia del nuevo
flamenco de Luis Clemente (Ed. La Máscara, 1995).
(N. del A.)
El autor quiere agradecer las
colaboraciones y los comentarios de Jesús Guzmán, Heriberto Ortiz, Ricardo Sánchez
y Rafael Bassi. Las revisiones estuvieron a cargo de
Tata Lopera.
* Sergio
Santana, es Ingeniero Civil e investigador musical, es autor
de varios libros, ensayos y artículos y productor de programas radiales sobre
salsa, música afrocubana, latin jazz, etc.
El Maestro Cachete Maldonado. Foto de ©Martín Cohen
Selección de algunas grabaciones,
limitados a los discos compactos, que hemos citado a través de este ensayo. De
alguna forma representa la historia reciente de las nuevas tendencias de la
salsa.
Salsa
romántica
Víctor
Manuelle, A pesar de todo (Sony,
1997)
Marc Anthony, Todo
a su tiempo (Soho Latino, 1995)
Gilberto
Santa Rosa, Esencia (Sony, 1996)
Timba y songo
Los Van Van, Llegó Van Van, Van Van Is Here
(Atlantic, 1999)
Isaac Delgado, La
fórmula (BIS, 2001)
NG La Banda, Simplemente
lo mejor (El Inspector de la Salsa, 1994)
Charanga Habanera, El
charanguero mayor (JMI, 2000)
Manolito y su Trabuco,
"Contra todos los pronósticos" (Eurotropical,
1998)
Latin jazz
Mario Bauzá, The
Legendary Mambo King, Tanga (Messidor,
1992)
Eddie Palmieri, Vortex (Tropijazz, 1996)
Giovanni Hidalgo, Villa
Hidalgo (Messidor, 1992)
Johnny Blas, King Conga (Cubop, 1999)
Chucho Valdés, Live at the
Village Vanguard (Blue Note, 2000)
Michel
Camilo, Thru my Eyes (Tropijazz, 1996)
Roberta Fonseca, Tiene
que ver (Egrem, 2000)
Nettai Tropical Jazz Big Band, My Favorite (RMM,
2000)
McCoy Tyner, And The
Latin All Stars (Telarc, 1999)
Jazz y latin jazz colombiano
Justo Almario, Heritage (Bluemoon,
1992)
Eddie
Martínez, Privilegio (Fuentes, 1995)
Jorge Emilio Fadul,
Encuentro de leyendas (Pimienta.
1996)
Luis Fernando Franco - Carlos Averhoff, Imágenes
(Hangar Musical. 1996)
Antonio Arnedo, Travesía
(MTM, 1996)
Oscar Acevedo, Como un libro
abierto (Discolo. 1996)
Héctor Martignon, Portrait In White And Black (Candid,
1996)
Kent Biswell, Un paso adelante (Kenbis,
1999)
Juancho
Vargas, Big Band
Jazz (Fuentes, 1999)
Puero
Candelaria, Puerto Candelaria (Guana, 2002)
Salsa
y latinjazz en España
Ketama, De
aqíi a Ketama (Polygram, 1995)
La barbería del Sur, Túmbanos si puedes
(Nuevos Medios,
1995)
Chano
Domínguez, Chano (Nuba,
1993)
La Calle Caliente, Latin Jazz Band
(Autor, 2000)
Barcelona Big Latin Band,
29 Festival Intemacianal Jazz Barcelona (AYVA,
1998)
Salsa africana
Africando All Stars, Mandali
(MTM, 2000)
Ricardo Lemvo y Makina Loca, Mambo yo yo (Putumayo, 1998)
Buena Vista Social Club y otros
revivals
Buena Vista Social Club, Buena Vista Social Club (Nonesuch, 1997)
Afro Cuban
All Stars, Distinto y
diferente (Nonesuch, 1999)
Cuarteto Patria, Cubáfrica (Celluloid,
1998)
Papaíto, De Buena
Vista el otro sonero (Cobo, 2001)
Son Sublime, Irresistible
(Lamsec, 2001)
Cuban Masters, Los originales (Universal, 2001)
Salsa
pop, salsamuffin y otras yerbas
DLG, Swing on (Sony, 1997)
3-2 Get Funky, Funky business (RMM, 1996)
Song by Four, Prepárense (Sony,
1998)
Sargento García, Un
poquito quema'o (Virgin)
Orquesta Aragón, En route (MTM, 2001)
Manny
Oquendo y Libre, Los new yorkiños!
(Milestone, 2000)
Celia Cruz, La negra tiene tumbao (Sony, 2002)
Sidestepper, Sidestepper (2000)
Jorge Martínez, La fórmula cubana (Galán,
2000)
Adriano Rodríguez y Edesio
Alejandro, Corazón de son (Egrem, 1999)
Orlando López, Cachaito
(World Circuit, 2001)
P-18, Urban
Cuban (Virgen, 2001)
Mezcla, ¡Rocasón!
(Lanina, 1999)
Rap afrocubano
Orishas, A
lo cubano (Emi, 1999)
S.B.S., Mami dame carne (Universal, 1998)
Salsa dura, salsa céltica
y otros brebajes
Jimmy Bosch, Salsa dura (Ryko
Latino, 1999)
Salsa Céltica, Salsa
céltica
Yuri
Buenaventura, Yo soy (Universal, 2000)
Gilberto Santa Rosa, Salsa sinfónica (Sony, 1998)
Este artículo se publicó en Oasis Salsero.
Diagramó y trascribió del original: Israel Sánchez-Coll
Nota:
http://www.uninorte.edu.co/publicaciones/revista_huellas/index.html#
Copyright 2002 REVISTA HUELLAS – UNIVERSIDAD DEL NORTE