HENRY FIOL: LA MELODÍA REGRESÓ A CALI.

 

 

 

Henry Fiol gozando la melodía

 

 

 

Por: ©Umberto Valverde

Está  entrevista fue compartida con

Gerardo Quintero, editor del periódico El País, de Cali.

 

En los finales de los años ochenta, cuando la música de Henry Fiol estaba en su plenitud, Humberto Corredor lo contrató para hacer unas presentaciones en Cali y la primera en Buenaventura, en un lugar llamado La Piscina. Fiol enloquecía con el truquito y la maroma, la negra santa, picoteando por ahí, la negramenta se encontraba exacerbada porque se abalanzaban sobre él para tocarlo, Corredor y quien escribe esta crónica nos hicimos a su lado, y mientras sonaba la percusión, Corredor le dijo a Fiol:

 

-Canta la última canción y la dejas a la mitad, la orquesta sigue y nosotros te sacamos de aquí.

 

Fiol acogió la recomendación, empezó la canción, le dio espacio al montuno, y salimos corriendo buscando afanosamente la puerta de la discoteca, mientras la negramenta desconcertada trataba de detenerlo. Salimos caminando rápido y después corrimos hacia el hotel que estaba a 150 metros. Nos encerramos en una habitación y destapamos tres cervezas frías. Bebimos hasta el amanecer en ese puerto húmedo.

 

Fiol considera que sus mejores influencias son la música guajira, el tumbao, la clave y el ritmo de lo afrocubano. Reconoce a Guillermo Portabales, Celina y Reutillo, Joseíto Fernández, Arsenio Rodríguez, Beny Moré, Cheo Marquetti y, por supuesto, Abelardo Barroso como cantante. Fiol define su estilo como una “combinación de lo guajiro con lo afrocubano, con un poquito de jazz, con un poquito de sazón de lo americano y de lo brasileño. Así es la cosa”.

 

Después de sus primeras presentaciones en Cali, en el Salón del Hotel Aristi, en el Abuelo Pachanguero, en El escondite, en Las Vallas, que fueron apoteósicas porque el público enloquecía con sus fraseos, con el solo de conga que siempre improvisaba y con su estilo de bailar, en esos tiempos del Ay Bendito, soñando con la sinfonía de una melodía que no está completa y pasa todo el tiempo buscándola y no la encuentra, buscándola de noche y de día, esa voz que nace de la vivencia de un hombre en el Lower East Side, en la calle 12 y la Avenida C, entre edificios abandonados, basura, drogadictos, un hombre solitario que se inició tocando congas, que fue maestro de arte para niños en escuelas católicas, después fue conguero, y alguien una vez le dijo, “cántate algo en español”, eso ocurrió con un grupo llamado La Placa, una imitación del quinteto La Playa, pasó por la orquesta Capri, fue cofundador y codirector del conjunto Saoco, grabó dos elepés con SAR Records, formó el conjunto Corazón y fundó su propia compañía de discos, Corazón Records, donde hizo tres elepés, realizó una producción su hijo Orlando, invidente de nacimiento.

 

Con Henry Fiol consolidamos hablando no sólo de música sino de sus historias en el mundo de la hípica, de cómo vive en dos idiomas, en el inglés sobre el cual piensa, y en el español, sobre el cual expresa sus canciones, su interés por pintura, tanto que pintaba sus carátulas, esto le otorgó el premio de la revista Latin New York en 1978 a “mejor carátula del año” por la portada de su primer elepé con el conjunto Saoco, titulado “Siempre seré guajiro”, y finalmente por la dificultad de escribir en jerga, ingles del bajo mundo,  una novela titulada The Short End of the Stick, que trata de la historia del mundo de la mafia en las carreras de caballos. He caminado con Fiol por las calles de Nueva York y Cali, hemos conversado largamente sobre música, he estado en su casa, y la ha venido a mi apartamento, hemos comido comida arabe y jugo de lulo, y me acompaño al lanzamiento de mi libro Memoria de la Sonora Matancera en el consulado de Nueva York en una calle hermosa de Manhattan, donde Nelson Pinedo fue locuaz y simpático como siempre.

 

Cuando llegó la moda de la balada salsa, sintió que su música había sido desplazada. Así ocurrió con los espectáculos. Nueva York dejó de ser esa Nueva York espléndida para la salsa, también Cali donde irá un ídolo, donde no faltaba a ninguna feria. Ahora viene más a Medellín y Bogotá.

 

En el 2002 grabó un álbum titulado Guapería, con siete composiciones de Henry Fiol y tres adaptaciones de viejos temas cubanos, pero no vendió lo que esperaba. De por medio no sólo está la espada de la piratería sino la imposición de ritmos que seducen a la juventud.

 

La visión de Fiol sobre el regueatón es pesimista. Duró casi nueve años sin grabar por la influencia de la balada salsa, ahora dice que debe esperar por la presencia del reggaeton. Pero el son no se muere. Sigue vivo en Cuba y fuera de ella. El son es la melodía que atraviesa el mundo, a través de otros géneros, como la salsa. La salsa crece en Europa, en el oriente, y en todas las capitales del mundo, porque la salsa es absolutamente urbana. Pero el mismo Fiol es un ícono de la salsa y de la rumba. Ahora regresó a Cali y todos repetimos el coro de viejo tema:

 

“Yo nací en Nueva York

en el condado de Manhattan

donde perro come perro

y por un peso te matan”.

 

La melodía no muere, ahí está con los grandes cantantes, con los soneros de verdad, la melodía está donde Henry Fiol suba a una tarima y cante para las mamis, para las nenas, y toda la chulería.

 

Con Gerardo Quintero fuimos al hotel Windsor para conversar con el amigo cantante, a quien encontramos en buen estado físico, delgado, convencido de lo que hace, pero radical en sus conceptos y muy pesimista en análisis sobre la presencia del reggeatón. Por lo menos en Cali no sucederá lo que Fiol teme.

 

 

Usted ha venido varias veces a Cali. Ha podido comprobar la diversidad musical de la ciudad...cómo se ha ido moviendo y cómo ha ido cambiando. ¿Cómo la ve en materia salsera?

No se si pueda opinar sobre eso, porque las últimas veces que he venido a Cali es por unos cuántos días. Hace años que no me quedo un buen tiempo en Cali para poder apreciar la ciudad y saber lo que está pasando. Lo único que sí puedo decir es que mi primer viaje a Colombia fue a Cali, que fue en el año 80, con ‘la Juma de ayer’, ‘ahora me da pena’ y esos temas. Mucho ha cambiado desde aquel entonces, que la Feria de Cali ha cogido más y más fuerza y aunque hace varios años que no me presento en la feria tengo entendido que cada año sigue creciendo y ahora está a un nivel que es conocida internacionalmente. Y aunque no como el Carnaval de Río, pero poco a poco está llegando...

Antes le preocupó la salsa romántica. ¿Qué piensa ahora de la tendencia del reggaeton dentro de Nueva York y el mundo Caribe, y Colombia y cómo se convive con todo ello?

En mi opinión es mucho más peligroso que la salsa romántica. Hay varias artistas que siguen haciendo ese género, pero la salsa romántica duró como unos quince o veinte años. Pero en la salsa romántica se hacían los arreglos con base en la clave, se usaban las congas, el bongó, el timbal, las maracas, el guiro, el concepto polirítmico de lo que es la música latina. Al contrario el reggaeton no tiene nada de clave, no utiliza la conga ni ninguno de los instrumentos de persecución de la música latina. Han cogido como prestado de otros países, de otras culturas un ritmo que es mucho menos interesante que nuestro propio sistema rítmico. El peligro es que después que una generación de jóvenes pierdan la clave, los hijos de ellos mirando hacia el futuro no van a volver a sentir la clave en su sangre como lo sentimos todavía nosotros. Esta música que es rítmicamente la música más complicada del mundo, que es la música que tiene su raíz en Cuba y en Brasil, porque hasta en África abandonaron su propio ritmo y ahora usan baterías, pero los dos países donde crearon una música con un sentido rítmico tan profundo y tan importante son Cuba y Brasil.. esa base rítmica con el reggaeton se va a perder. Entonces en el futuro no se va a recuperar porque la juventud va a perder el conocimiento y el sentido de clave.

A pesar de que llegan otras músicas hay ciudades que mantienen su esencia. El son es La Habana lo que la samba a Río y lo que la salsa a Cali... qué pasa en Nueva York, donde usted dice que ya no hay sitios, pero ¿la esencia y el barrio latino sigue abrigando la salsa en el espíritu?

En Nueva York los que compran los discos y salen a los clubs los fines de semana son los jóvenes. No es la gente casada con responsabilidades... Entonces ahora las casas disqueras y las emisoras están dirigiendo su mercado a la juventud...por eso es más reggaeton que otra cosa. Yo diría que un 60% de reggaeton, 10% de salsa, 10% de bachata, 10% de merengue o hasta menos, porque este género está sufriendo también...

¿Y qué piensa de las combinaciones de ahora, por ejemplo Diego Celedón combinando con Víctor Manuel?

 

La verdad es que no puedo opinar porque no los he visto y no los he oído. Lo que sí es que visto un video, no quiero mencionar su nombre, pero un artista muy conocido de salsa, haciendo salsa romántica con un rapero de reggaeton, y van alternando un segmento de salsa romántica y otro de reggaeton, eso es tratar de ligar agua con aceite, porque son cosas muy diferentes. El problema es la clave, porque la clave es algo que une siente dentro de la sangre...Los que sabemos bailar por naturaleza salsa es porque llevamos la clave en la sangre, pero el reggaeton no tiene nada de clave, eso es tun, tun, tun.. y nada más y no se presta para ese tipo de baile. Hay mucho artista que está intentado con este género, porque tienen miedo de que se van a quedar afuera y por eso prefieren compartir su trabajo discográfico con un rapero o reggaetonero para ver si pueden estar de moda. Yo nunca he sido ese tipo de artista. Yo soy artista en el sentido de que lo mío es el son y lo que he intentado es seguir la tradición del son, no para crear nostalgia o recordar el pasado. Lo que he intentado hacer es seguir la línea del son para crear un son moderno o extender la vida del son para que sea un son contemporáneo. Y a la misma vez pongo elementos de la rumba cubana y de lo afro-cubano.

 

Henry Fiol

 

¿Usted cree que la salsa en un momento determinado puede desaparecer del mapa musical?

 

Yo creo que sí, que la salsa puede desaparecer de un momento a otro. Si esta generación de jóvenes pierde la clave y el sentido de la clave, se va a perder la salsa, porque en el futuro no van a descubrir la clave, ni los hijos de ellos mirando 20 años hacia el futuro. La clave es la base que uno tiene que sentir para poder bailar y apreciar el concepto polirítmico que es la salsa.

¿No cree que es muy negativo, porque cuando usted comenzó la salsa era sólo Caribe, y hoy es Europa, es Oriente, es un fenómeno impresionante, porque es mucho más territorio y muchas personas que antes?

Lo que pasa es que cuando voy a Europa a tocar, yo no toco para europeos sino para colombianos o latinoamericanos que emigraron hacia Europa. Si hay europeos que sí tienen interés en la salsa, pero los artistas cuando van a Europa a tocar, esas actuaciones son mayormente para latinoamericanos que han emigrado. Pero el europeo no le gusta la salsa comercial o romántica, el europeo quiere oír la salsa verdadera... igual que nosotros cuando queremos oír la música brasileña, queremos es oír lo típico la samba y no el rock contemporáneo de Brasil. Lo mismo pasa con la salsa en Europa.

 

Resulta llamativo que los que están aquí tocando salsa siguen siendo los mismos de los años 80. Pero realmente uno piensa ¿quiénes son los que hacen salsa ahora?

 

La generación atrás de mí, los que eran de la salsa romántica, ellos perdieron ese sabor. La juventud de ahora, los que aún son salseros de verdad, para que ellos toquen lo típico, creo que es difícil para ellos, porque no han invertido el tiempo para investigar, porque para captar el verdadero sabor de esta música hay que estudiarla a fondo, escuchando discos de la Beny Moré, Cheo Marquetti, Sonora Matancera y toda esa gente, para apreciar y aprender. Los de ahora conocieron un poco del ritmo de salsa y encima le colocan la balada y ahí comenzó la decadencia de la salsa. Pero el golpe de la muerte ha sido el reggaeton. Hace cinco años atrás la salsa era aguada, que ya había perdido su sabor, pero ahora con el reggaeton se le ha dado la estocada final. Incluso yo he conocido a artistas muy conocidos en la salsa, que hoy hablan que en su próxima grabación van a compartir con raperos. Para mi van a lucir como bobos. Además, porque los raperos tienen en su mente que la salsa es la música de sus papás. Por eso ver a una persona de edad, como yo, cantando reggaeton, los jóvenes se van a reír porque estaríamos es imitando lo de ellos. Lo que yo quiero es seguir lo mío, alguien que quiera escuchar la salsa tradicional y el son típico, aún estoy aquí, porque desafortunadamente se han muerto varios intérpretes de lo típico, ya no está el pibe Conde, que era uno de los mejores, Celia Cruz, Héctor Lavoe... se han muerto muchos intérpretes de la salsa gorda.

¿Cómo es la Juma de hoy, en qué cambiaste?

La juma es una gran borrachera, la nueva versión que grabamos con músicos de Medellín, me gusta más que la versión que grabamos hace tantos años. Esta versión es más corta, pero mueve más. Me gusta más el ritmo, mi voz, pienso que estoy cantando ahora más que hace 25 años, cuando canté ese disco. Para mí es más sabrosa.

¿Qué paso con el truquito y la maroma en Nueva York?

No, ya no tanto. Cuando compuse esos temas Nueva York estaba en crisis. Había barrios abandonados, parecía Europa después de la segunda guerra mundial. Había cuadras enteras llenas de basura, mucho crimen, pero en los últimos quince años ha habido tremendo cambio en Nueva York. Con Guliani comenzó el cambio, quitó los graffitis, el turismo es increíble. Ahora el problema es que los barrios humildes los han cogido para montar empresas. En esa época hablaba de lo que veía.

Usted tuvo una etapa muy social en sus discos, perdido en la ciudad, picoteando por ahí, el Ay bendito. En sus letras se reflejaba una preocupación social por lo que estaba pasando, pero siempre con mucho golpe. Hoy nada de eso se hace...

En mi más reciente disco tengo un disco que se titula de la mano a la boca y habla de la lucha para uno ganarse la vida. Yo soy un observador y veo la lucha que hay en Latinoamérica para ganarse los cuatro pesos. Aquí el que no tiene trabajo se tira a la calle a rebuscar. Yo siempre he creído que la salsa no tiene que ser música de escape, puede ser música con comida, con mucho contenido y mensaje espiritual, igual que el social.

¿Cómo logra mantenerse vigente, usted es un hombre mayor, pero lo siguen contratando, ahora no sólo viene a Cali sino a Medellín, Bogotá y Pereira, entre otras ciudades?

Colombia me ha apoyado mucho. Con el paso de los años me he convertido en un artista clásico y eso es muy bonito, estoy muy agradecido. Sin embargo, a la misma vez es algo muy difícil y casi fatal para alguien creativo porque yo quiero seguir componiendo y creando cosas nuevas, pero la gente quiere escuchar lo mismo que yo canté antes, entonces eso me deprime también. Ser artista clásico es un arma de doble filo, muchas veces me siento frustrado y amarrado, pero la gente cuando escucha algo nuevo se queda con los brazos cruzados.

Desandando los recuerdos, ¿para usted cuál ha sido el más grande intérprete de salsa, de los años 70 para acá?

Como cantante admiraba mucho al Pete “Conde” Rodríguez.  A él Dios le dio un timbre de voz bonito, redondo, yo no tengo gran voz, pero como soy conguero y conozco el ritmo, yo tengo mis trucos, no tengo tremenda voz, como sí la tenía Pete El Conde.

Los mejores cantantes en salsa fueron percusionistas: Tito Rodríguez, Ismael Rivera, Pete el Conde, Beny Moré. Pero si incluimos a la música cubana, el personaje más importante es Arsenio Rodríguez, quien sentó las bases primarias de esta música, el metió el conjunto, utilizó la conga, metió dos y tres trompetas por primera vez. Y en canto, Beny Moré fue el más grande, podía cantar una guajira como un blanco campesino y a la misma vez un guagancó como un negro cubano.

Bueno, pero usted fue bautizado como el blanco que canta como negro.

Ese fue un apodo aquí en Cali. Nadie me conocía físicamente, no sé si es por la pronunciación mía, no hablo muy fino, pero también puede ser el estilo del canto. Yo soy rumbero desde que comencé. Antes de ser cantante yo soy conguero. Yo no escucho salsa, sólo escucho rumba cubana. Soy fanático de la música guajira cubana, que es de gente campesina blanca. Tengo combinación, es la verdad.

Una persona ligada por todas sus raíces a la música cubana, porque no has decidido ir a Cuba. ¿Te vas a morir sin ir a Cuba?

Soy terco, cabeciduro, tal vez porque la familia de mi mamá son de Calabria, Italia, les dicen Testadura. Tantos años que llevo impulsando la música cubana y nunca he ido. En agosto me invitaron a participar en el Festival de Son, pero yo tenía que pagar el pasaje, tocando gratis, pagando el hotel, en fin... Me estaban pidiendo mucho.

Esa cercanía suya con Cuba es evidente y basta escucharlo cuando canta “Oriente” para sentir como de su garganta brota más que una canción un lamento, ¿por qué tanta emoción?

Cuando yo canto Oriente, lo hago como un artista de blues. La guajira, en tono menor, es como el blues americano, que uno saca todas sus penas para afuera. Cuando estoy cantando ese tema no importan las palabras que estoy diciendo, no estoy prestando atención a toda esa cosa cubana que estoy interpretando, estoy sacando mis penas para afuera. Por eso para distinguir mi versión yo puse la décima, que es de mi composición, cuando digo "un pajarito herido, abandonado en el mundo, con desespero profundo", cuando canto eso siento cada palabra... "como un ciego sin bastón y eso".  Lo siento en el alma porque yo soy padre de un hijo ciego y se lo que es ver un bebé sentarse a jugar con una tapita haciendo música porque no pueden ver televisión, juguetes y tu tienes que estar allí. La niñez de un niño ciego es lo más triste en la vida, te lo digo a la franca. Yo sufrí con eso y cuando canto “Oriente” lo hago con los ojos cerrados. Cuando tú me ves cantando siempre tengo los ojos abiertos, saludando a la gente, pero cuando canto Oriente no bailo, me quedo parado allí, cierro los ojos y saco mis penas afuera. Te digo la verdad, tú sabes. Lo que proyecto en esa canción es melancolía y tristeza.

 

Edición de febrero - marzo de 2007

 

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