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De la calle Calma al Carnegie Hall
¡Oye como va!
Por. Irvin
García/Especial para En Rojo
Tomado del
periódico Claridad
San Juan-Puero
Rico
igarcia@claridadpuertorico.com
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Traigo fuerza en mi
cintura
Ritmo de amor en mis manos
Lindas maracas alegres
Y un nuevo Seis Borincano. Ramón Muñiz
Grabada por “Maelo” en el disco Feliz Navidad |
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El pasado 13 de mayo se cumplieron 22 años de la partida de Ismael
Rivera de los soneos de esta vida. En esa fecha del año 1987, el Cristo
Negro de Portobello perdió a quien por años cargó su cruz con una
devoción que lo transformaría en un viviente Cristo Negro de Cangrejos.
Partió con el repique de tambores de dos generaciones agradecidas por
haberle endulzado la fibra de la negritud y mulatería, por más de 30 de
los 56 años que no llegó a cumplir, con su canto montado en la clave,
que como caballo domado respondía a su grito- ¡Ecua jei!
Ismael Rivera es producto de los arenales, palmeras y mar bravío que
atestiguan la historia de valentía de la comunidad de Santurce de
Cangrejos. La calle Calma y Margarita Rivera le dan cría, con la
sabiduría que provoca la pobreza, al futuro albañil
que escapa en las tardes a la playa del Último Trolley con su pana Rafa
Cortijo a disputarle rumbeando la sonoridad playera del Atlántico.
Allí, desafiando el viento marino, Rafa y Maelo convocan las voces de
sus antepasados negros en la garganta de Ismael y al sonido de tambores
de las manos de Cortijo. Es precisamente Cortijo quien vislumbra el
ángel en Ismael y lo recomienda a Lito Peña para cantar en su recién
fundada Orquesta Panamericana. Lito Peña reconoce una inteligencia
musical natural en Maelo, por la forma en que ataca las canciones y por
el giro que tomaba una canción sencilla en su voz. Anoche en el baile
charlatán le diste a mi Lola. Anoche le diste charlatán, ven dale
ahora. “El Charlatán” resulta un exitazo en la voz de Ismael con La
Orquesta Panamericana.
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En ruta paralela y estrenando su “máquina del tiempo”, Rafael Cortijo
reúne un grupo de músicos negros e invita a Maelo a cantar un par de
números con ellos. Cortijo demostró saber más que un lápiz con la
movida. Con “El Charlatán” todavía sonando, Ismael le pide permiso a
Lito Peña y se fue a cantar “El Bombón de Elena” con Cortijo. Con el
Bom toma bombón Elena bombón con que Ismael le ofrecía bombones de limón
y canela a Elena, y de paso le celebraba su femenina dulzura, comenzó lo
que debería conocerse en la historia de la música popular boricua como
La primera revolución musical afroboricua. Cortijo y su Combo con
Ismael Rivera lograron hacer innovaciones en la verdadera música popular
de tal trascendencia que a la fecha de hoy no ha surgido propuesta
musical que los supere.
Este Combo de músicos negros rompió con todos los esquemas musicales de
su época. Se llevó por el medio a las grandes orquestas, orquestas
grandes, como la de César Concepción en Puerto Rico y las de Machito,
Tito Rodríguez y Puente en Nueva York.
Con ellos nació la mata del swing, no hay otra palabra, que alimentaría
a grandes combos y orquestas futuras, además de producir riqueza a
quienes montaron una industria con madera de ese palo. La Bomba y la
Plena escapan del escaparate folklórico y reinan en el Caribe Hispano y
la América Latina como los principales géneros bailables, destronando la
supremacía de la música cubana de la época. Ismael Rivera desarrolla el
sonear como un arte de altos quilates con sus pregones a los coros de
Bomba y Plena que magistralmente interpretaba el Combo de Cortijo.
Cinco años en la televisión boricua de mediodía, cientos de bailes y
presentaciones hacen de la propuesta musical de este grupo una de
identidad y orgullo del pueblo puertorriqueño. Benny Moré, la figura
cimera de la música cubana de ese tiempo, se inclina ante la maestría de
Maelo y lo bautiza “El Sonero Mayor”. En adelante el repertorio se
enriquece con las especies musicales caribeñas del calypso, guarachas,
boleros morunos y hasta el samba y bossa nova del Brasil.
En 1962 el bembé de los mulatos recibe un cantazo que hace pedazos la
utopía pos-revolución musical que nos hicimos los seguidores del Combo
de Rafa y Maelo. El brazo de la justicia los esperaba de regreso de una
gira por Venezuela y fueron juzgados y condenados a cárcel por posesión
de sustancias controladas. Si grande fue el éxito y la fiesta que
teníamos montada con su música, grande fue el escándalo que provocó el
suceso. La prensa farandulera hizo fiesta con la noticia. Las
autoridades los trataron y ajusticiaron como criminales. Imagínese como
fue la cosa en aquel tiempo que todavía hoy, en pleno siglo XXI, el
problema de uso de drogas se trata como uno de naturaleza criminal. Sin
ánimo de justificar el error y la ignorancia, el hecho de poseer, para
su uso personal, una sustancia controlada no merecía una pena de cinco
años de cárcel. No se trataba de criminales, ni de traficantes de
drogas. Se trató más bien de un acto de nuestra hipocresía social, de
nuestro racismo sofisticado y negado. Mire a ver si no ha pasado por
alto que en los versos de la canción Preciosa de Rafael Hernández se
omite el elemento negro dentro de las preciosidades de Borinquen cuando
dice: Y tienes la noble hidalguía de la madre España, y el fiero cantío,
del indio bravío, lo tienes también. ¿Y la abuela, el tío, la madre, el
hermano, los hijos, dónde están?
Ah, claro, en las cifras del censo.
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De Las Tumbas quiero irme
No sé cuando pasará
Las tumbas son pa’ los muertos
De muerto no tengo ná’ |
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Bobby Capó El año 1962 marcó de golpe una etapa en la vida de El Sonero
Mayor, Ismael Rivera. La espada de la Justicia se encargó de detener el
trayecto arrollador y bomplenístico que la Maquinolandera había iniciado
en los años ’50. Maelo fue juzgado y sentenciado a cinco años de
cárcel, además de ser expatriado a cumplir la sentencia en Lexington,
Kentucky USA. Cuannn_do_ó yo saldré, d’esta prisión, que_é me tortura,
tortura mi-ra, cruel dolor, si_í sigo aquí, enloqueceré… De más esta
decir que el concepto de Cortijo y su Combo con Ismael Rivera se hizo
añicos, pero algunos de los músicos del Combo recogieron los pedazos y
se los llevaron a Rafael Ithier para que les ayudara a recomponer
aquella especie de rompecabezas, que al momento parecía una pesadilla.
De la reparación surgió El Gran Combo, iniciando así otra historia
gloriosa en nuestra música popular.
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De los cinco años que dictaba la sentencia, Maelo cumplió tres con ocho
meses. Al regresar a la isla lo reciben familiares, amigos y cientos de
admiradores. Ni corto, ni perezoso se empata de nuevo con su compadre
Cortijo para reconquistar el terreno perdido. Pero el terreno estaba
minado con obstáculos que no tenían que ver nada con la calidad de la
música que empezaron a producir. En el horizonte les esperaba un
público fiel y admirador del “masacote” que formaba la combinación de
Maelo y Cortijo, pero en el medio se interponían sectores poderosos que
los seguían juzgando y condenando, a pesar de haber pagado el precio de
sus faltas. Contra toda adversidad grabaron dos discos de buena
calidad. Uno de ellos arreglado completamente por Tito Puente, donde la
mayoría de las canciones son de la autoría de Ismael Rivera. Pero el
proyecto no logra superar las barreras y Maelo decide irse a Nueva York
a probar mejor suerte. Es en la diáspora boricua que Ismael logra
recuperar el sitial de Sonero Mayor.
Durante el tiempo que Ismael Rivera estuvo pagando su deuda con la
justicia, más el tiempo en que le pagó los intereses a la sociedad
boricua de época, en Nueva York se iba fraguando la comercialización en
masa de la música latina bailable que se conoció como “salsa”. Una
de las primeras manifestaciones, lo fue el trabajo de Willie Colón con
Héctor Lavoe. Lo más que llama la atención de sus primeras grabaciones
no es el sonido desafinado de los trombones, ni el aire general de la
música aguaguanconada. Ya el formato de trombones y el aire de
guanguancó no era novedad, se había escuchado en el concepto de Eddie
Palmieri con el sonido de “La Perfecta”. Lo que llamaba la atención de
la propuesta de Héctor y Willie lo era, por un lado, la constante
referencia musical a los cortes y ritmos de la bomba puertorriqueña, y
por otro, el estilo de soneo callejero, picaresco e irreverente que
apuntaba, indudablemente, a la escuela fundada por “El Sonero Mayor”. A
Héctor y Willie le siguieron orquestas establecidas, de nueva creación,
y proyectos disqueros, que luego de convertidos en éxitos se organizaban
como grupo musical, todos los cuales vinieron a componer lo que se
conoció como el quasi-monopolio de la Fania.
De regreso a la “libre” comunidad Ismael y Cortijo fueron atraídos al
guiso que movía la salsa con cucharón de oro. Cuando los compadres
deciden ir al campo de batalla comandando cada uno una ofensiva por
flancos separados, Cortijo permanece en Puerto Rico y crea proyectos
musicales que van del concepto bailable hasta el jazz latino en el album
titulado El sueño del maestro. Ninguno de ellos es contratado por Fania,
ambos realizan proyectos con el sello Tico, que intentaba hacerle
competencia al primero.
En Nueva York Ismael arranca, en asociación con Kako, su segunda etapa
como sonero con un disco titulado Lo último en la avenida. Maelo no era
poseedor de una gran voz y menos de una técnica para desarrollarla. Lo
que Maelo tenía era una sabiduría callejera para el soneo y un dominio
de la clave que le permitía insertar su pregón donde le diera la gana en
el tiempo de una canción. La versión de El Cumbanchero, en la grabación
antes mencionada, es un buen ejemplo para exigir que se le siguiera
llamando El Sonero Mayor.
De ahí Ismael pasa a formar su propia agrupación, Los Cachimbos, la cual
conformó con la instrumentación y el sonido del Combo original. La
música en el ambiente de ese momento, de aire aguaguanconado, con
formato de coro y soneo en el montuno, le proveían un escenario
accesible para reinventarse. Quien mejor que Einstein para hablar de la
teoría de la relatividad en la comunidad científica. Con los Cachimbos
Ismael Rivera se levantó y plantó bandera propia grabando varios discos
excelentes que así lo confirman. En estos encontraremos que las
composiciones son en su mayoría en primera persona y reflejan una
conciencia adquirida en el esfuerzo por la superación personal y
profesional. Los temas de esta etapa de Maelo van siempre a
solidarizarse con los de su procedencia, los de abajo, allí donde la
amistad, el amor, las privaciones, las derrotas, la negritud y la
espiritualidad auténtica adquieren una definición propia.
La figura del Mayor de los soneros convoca a los puertorriqueños Bobby
Capó y Tite Curet Alonso, y al panameño Henry Williams como compositores
solidarios que se inspiraron en su figura para diseñar canciones para
Maelo. La presencia del amigo de toda la vida, Sammy Ayala, como ángel
guardián, le acompaña todo el trayecto. La dirección musical y arreglos
de Javier Vázquez son también una constante. El apoyo en los coros de
las voces de Rubén Blades, Adalberto Santiago, Yayo el Indio, Ismael
Quintana, Héctor Lavoe y otros, atestiguan el respeto al Maestro. Todo
lo esto apuntó a la presentación el 24 de mayo de 1974 en la prestigiosa
sala de conciertos de Nueva York, el Carnegie Hall. Allí, el negrito de
la calle Calma de Santurce de Cangrejos, coronó su reivindicación.
Cuando Fania adquiere el sello Tico Maelo va a formar parte de las
llamadas estrellas de Fania y se convierte en uno de sus gallitos de
pelea. Ya para esa época el abuso y la falta de cuido de su voz han
hecho estragos en el cantante. De la garganta hubo que extirparle dos
pólipos que le dejaron el instrumento con el que se abrió paso de la
calle Calma al Carnegie Hall prácticamente en silencio. La muerte del
querido cuate de toda la vida, Rafael Cortijo, acaecida en el año 1982,
puso un sello final al sonero del pueblo. En mayo de 1987 un grupo de
amigos y colegas programan un Magno Concierto para homenajearle en
vida. En el mismo Maelo se une en tarima a Cheo Feliciano, Ismael
Miranda y Elías Lopéz, entre otras figuras, para cantar: Este es mi
nuevo ritmo, se llama oriza… Desde que sonó la primera nota observamos,
en un video de Youtube, el esfuerzo que le tomaba cantar una canción que
había interpretado cientos de veces, Maelo ya no podía cantar. Días
después muere de un ataque al corazón en su casita de la calle Calma.
En esa casita sobrevive su legado y su historia. En esa casita se
cobija el esfuerzo de su familia por mantener La Fundación Ismael
Rivera. En esa casita está nuestra deuda con el Sonero Mayor.
Nota: Además de las vivencias propias, este artículo se nutrió
del trabajo de: Rafael Figueroa Hernández, titulado; Ismael Rivera: El
Sonero Mayor, publicado por la Editorial del Instituto de Cultura
Puertorriqueña en 1992, El Entierro de Cortijo de Edgardo Rodríguez
Juliá por Ediciones Huracán en 1983, El libro de la Salsa de César M.
Rondón publicado en 1980, videos en Youtube y por supuesto, los discos
que acallarán las voces de los que intenten desmentir lo aquí declarado.
Edición de junio-julio 2009
Derechos Reservados de Autor
Herencia Latina
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