Antonio
Arcaño
Por. Joaquin Ordoqui
Gracía. Madrid.
http://arch.cubaencuentro.com/enclave/semblanzas/2001/06/04/2567.html
El 29 de diciembre de
1911 nace en la ciudad de La Habana Antonio Arcaño, quien quedó
para la historia como el gestor de una agrupación que
contribuiría a definir el futuro de la música cubana.
Antes de que ello
ocurriera, pasó su infancia del otro lado de la bahía, no en
Miami, sino en Guanabacoa, villa que tiene en su average a Rita
Montaner, Bola de Nieve y Ernesto Lecuona.
El joven Arcaño estudió
flauta con José Antonio Díaz y se inició profesionalmente en la
famosa charanga de Valdespí. Después pasa a la Orquesta Gris y,
en 1937, crea una verdadera maravilla: su orquesta, que junto al
Septeto Nacional, al Conjunto de Arsenio Rodríguez o a Irakere,
llega a ser uno de los más importantes laboratorios
experimentales de nuestra música.
La primera orquesta de
Arcaño era, también, una charanga tradicional de siete músicos:
flauta, dos violines, contrabajo, piano, timbal y güiro.
Es interesante percibir
que gran parte de las innovaciones que se producen en nuestra
música bailable están directamente relacionadas con la adición
de uno o más instrumentos dentro de un determinado formato
orquestal. La introducción de la trompeta no sólo trasmuta el
sexteto en septeto, sino que abre las puertas a sucesivas
revoluciones en el son. Cuando, a principios de los 40, Arsenio
Rodríguez decide añadir un piano, una tumbadora y una segunda
trompeta al septeto, no sólo crea el conjunto, sino que sienta
las bases de muchos devenires.
En 1944, Arcaño decide
cambiar el formato de su agrupación: aumenta los violines a
cinco e introduce dos violoncelos, una viola y una tumbadora.
Esa innovación cambiaría el futuro de la música bailable.
Por cierto, Helio Orovio
comete un error aritmético en su diccionario al afirmar que esta
charanga estaba compuesta por 17 músicos, cuando en realidad
eran 14, error que repite Sonia Pérez Casola en la presentación
del CD Orquesta Arcaño y sus Maravillas (Discmedi 218 CD) y lo
más curioso es que ambos autores, cuando mencionan a los
integrantes de la nueva big charanga, se refieren a los 14
músicos que la componían.
El pretexto de este
espectacular incremento fueron unas presentaciones en vivo en la
emisora 1010, por lo que la orquesta fue bautizada con el título
de "radiofónica" lo cual, evidentemente, no significa nada.
Además, Félix Reina, uno de los violines de las Maravillas de
Arcaño, cuenta una interesante versión de cómo se produjo la
introducción de la tumbadora, el aporte más significativo de la
nueva agrupación: "Cuando la orquesta sale no tiene tumbadora.
Inclusive, el que comienza como tumbador de la orquesta es el
utilero, 'El Colorao', como le llamábamos. Por lo general,
alternábamos en los bailes con el Conjunto de Arsenio Rodríguez
y 'El Colorao' siempre se ponía a llevar el movimiento del son
en la tumba cuando tocaba Arsenio y, después, cuando tocaba la
charanga, lo seguía marcando. De ahí se le prende la chispa a
Arcaño junto a Israel López y se les ocurre dejar la tumbadora
para que vaya también apoyando la cosa rítmica".
Por supuesto, atribuirle
la innovación al Colorao sería como sugerir que fue una manzana
la que enunció la teoría de la gravedad, pues algunos de los
integrantes de la orquesta (verdadera "todos estrellas" de la
época), liderados por el propio Arcaño, estaban buscando formas
para innovar el danzón, lo que se logra a partir de los aportes
de los hermanos Israel (contrabajo) y Oreste (cello) López,
quienes dan forma al "ritmo nuevo", génesis del mambo y, hasta
cierto punto, del chachachá.
También resulta
significativamente simétrico que las dos agrupaciones que
marcarían los destinos de nuestra música, el Conjunto de Arsenio
Rodríguez y Arcaño y sus Maravillas, simultanearan en bailes y
que de esos encuentros surgieran sinergias como la descrita dos
párrafos atrás.
Aunque la charanga de
Arcaño se mantuvo vigente hasta mediada la década de los 50
–cuando se disolvió, probablemente arrollada por la euforia del
chachachá–, desde 1945 este gran flautista delegó la
interpretación de su instrumento en su primo y maestro José
Antonio Díaz, conocido como El Cojo, a quien consideraba "el
flautista más completo y consumado que había conocido por su
combinación de calidad, técnica y sonido".
Hoy, gracias a la
digitalización, podemos escuchar esta verdadera maravilla y
llama la atención la calidad de la orquesta, su concepto
musical, los solos de flauta y piano y el brillante manejo de
los silencios, tan importantes en nuestra música, sobre todo en
el entorno del danzón.
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