Testimonio de Johnny Pacheco

Tomado: Memorias del II Congreso Internacional
Música, Identidad y Cultura en el Caribe
Celebrado del 13-15 de abril 2007
Santo Domingo

Foto Johnny Pacheco, Rafael Emilio Yunén, Pacho Amat y Chucho Valdés

Foto Johnny Pacheco, Rafael Emilio Yunén, Pacho Amat y Chucho Valdés

Muchísimas gracias.

Acaba de hablar el señor Chucho Valdés, el cual considero uno de los mejores —si no el mejor— pianista latino en el mundo actualmente [Aplausos]. Pero les voy a enseñar lo pequeño que es el mundo. Yo tuve la dicha de tocar percusión con el padre de Chucho Valdés, Bebo Valdés que para mí fue un honor; también tuve el honor de usar en violín a su maestro Cufarti. Me acuerdo que tenía una composición llamada “Señora Margarita”, que nosotros odiábamos tocarla, pero por él la tocábamos; un día le dije: “¿Usted puede traer a Margarita por aquí?”, y apareció con una vieja que parecía un carro chocao; ahí mismo rompí el arreglo y no lo tocamos más nunca [Risas].

Después viene la conexión. Cuando yo tenía la charanga, cambié para el tumbao, abrí la Feria Mundial del 1964, donde tenía como bajista —que acababa de llegar de Cuba— a Cachao; Tenía a Chocolate Armenteros y el Negro Vival. Siempre tuve la dicha de conseguir los mejores músicos que llegaban de Cuba con el tumbao, y para mí fue un honor trabajar con Bebo, estaba Cachao, Generoso, y entre todos estos músicos veteranos yo me sentía un “teeneger” [Aplausos y risa], yo era un pibe. Cuando fuimos a Cuba tuve la dicha de conocer a José Antonio Méndez, pasó una gran cosa que me molestó: él se pasó la tarde tocando bolero con la guitarra y yo no lo grabé, dejé la grabadora y cuando regresé, al momento que lo iba oír, se desapareció la cinta, nunca la encontré. Entonces, José Antonio me dijo: “Un día de estos yo paso por tu casa para tocarte las piezas”. Todavía lo estoy esperando [Aplausos y risas].

Una de las cosas que quiero hablar, es que yo quiero hablar, es que yo empecé con mi padre, él me enseñó a tocar el saxofón, clarinete, violín, y con él estudié música. A mí me encantaba la percusión y estudié percusión. Fue una suerte para mí, porque empecé a grabar con las orquestas americanas, donde necesitaban percusionistas que leyera música, percusión —como el bogó y la tumbadora, timbal…—y como yo leía me llamaban a mí. Trabajé con Quincy Jones, Hugo Montenegro, toqué con Errol Garner.

Existe una anécdota que la tengo que contar: aquí en Santiago había un club de jovencitos —que eran los hermanos míos—, donde se juntaban ellos a oír los discos de Tommy Dorsey, Benny Goodman, Harry James, Woddy Herman…era un club que tenían ellos de música jazz de ese tiempo. Da la casualidad que en llaman para hacer una grabación con Goodman, que era uno de los clarinetistas de más renombre de esa era, entonces yo me emocioné tanto que llamé a un hermano mío y le dije: “Fafa, tu no me vas a creer, estoy grabando ahora Goodman”. Y él me dijo: ‘No hables mentira”. [Risas]. Después me llamaron para trabajar con Gene Kupra, en un proyecto que teníamos, lo llamé otra vez y me enganchó dos veces. Pero tuve la dicha de grabar con muchísima gente, hasta que hice un disco de demostración, ganaron dos que escribí, uno se llamaba el “Guiro de Macorina” y “Óyeme Mulata”. Lo hice con la charanga. Empecé a caminar por todas las casas disqueras que había en Nueva York, y me decían: «Esto es una porquería, esto no sirve», y la verdad que se me salían las lágrimas, pero nunca me di por vencido. Lo que hice fue hablar con un señor, Rafael Fons, que había en la mejor emisora, la WADO, en ese tiempo en Nueva York, donde ponían los discos de la Aragón, la Orquesta América, la Sublime. Toda la música de Cuba él la tocaba. Yo fui donde él y le dije: «Hazme un favor, oye esto para ver si se puede tocar en la radio». Él me dijo: “Esto es un palo”. Eso fue un viernes, él lo puso en la radio viernes en la noche, y el sábado estaban las disqueras buscando el disco. Yo tenía un hit en la mano, pero como yo no sabía, me pusieron un contrato y lo firmé. El disco fue una sensación. Lo que quiero decir es que nunca se den por vencidos, siempre adelante, y la prueba está, por ejemplo, en ese disco que yo hice.

Grabé con la compañía Alegre con la cual tenía yo que fajarme para recibir las regalías, que yo me las merecía porque las trabajé, nunca me querían pagar y siempre había un pugilato, hasta que decidí abandonarla, quería, soñé con tener una compañía, un sello donde formar una agrupación que se llevara como una familia, como hermanos, sin engañar a nadie, y de ahí fue que nació las Estrellas de Fania [Aplausos].

Déjeme decirles que todavía estamos fuertes, porque en el último concierto que hicimos noté que los cantantes estaban cantando en el mismo tono que se grabó en los setenta, quiere decir que somos como una botella de vino: pasan los años y nos ponemos más sabrosos [Risas].