La Perfecta
A Ingrid, Mogoyo, Ricky y Juan, en agradecimiento
Yenyeré gumá!
Escritor invitado
J. Otero es profesor de la Universidad de Puerto Rico
en Río Piedras-San Juan.
Tomado de : http://www.80grados.net/2012/03/la-perfecta/
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La Perfecta
A Ingrid, Mogoyo, Ricky y Juan, en agradecimiento Yenyeré gumá!
Escritor invitado J. Otero es profesor de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras-San Juan.
Tomado de : http://www.80grados.net/2012/03/la-perfecta/
Hace cincuenta años, un joven puertorriqueño, nacido y residente en Nueva York, se las ingeniaba para iniciar su empresa propia. Me lo imagino inseguro por la pérdida reciente de su empleo —nada más y nada menos que con la Orquesta de Tito Rodríguez—, pero ansioso por la oportunidad de experimentar con los sonidos y ritmos que golpeaban en su mente y empujaban sus manos. Creo que ni él mismo podría recordar y enumerar con precisión todos los sonidos, ritmos y melodías que se debatían, contrapunteaban, bailaban y armonizaban entre sus orejas, en una lucha por acompasarse, a la vez que sostener y expandir sus fugas y con aspiraciones de alcanzar la perfección. Tito Rodríguez lo había botado precisamente por sus excesos percusivos en el piano; y es que no podía contener sus impulsos musicales. A partir de la fundación de La Perfecta en 1962, Eddie Palmieri iniciará la revolución musical más importante en la cultura caribeña de la segunda mitad del siglo veinte. Muchas cosas pasaban en el ambiente y muchos músicos interactuaban con una gama de sonidos de diferentes tradiciones y con el ímpetu de experimentar con nuevas variaciones. Eddie no era el único, of course! Estaban Fajardo, Pacheco, Barretto, Joe Quijano y muchos más, experimentando con conjuntos pequeños que pudieran competir con los Big Bands, en sonoridad y en guisos. Mucho de lo que Eddie hizo durante inicios de los 60 lo estaban haciendo otros y La Perfecta en esos años era un disco grande, pero no necesariamente el más grande. Si hoy quiero remontarme a ese momento en que nace La Perfecta es porque mirando su nacimiento y su historia puedo apreciar esas combinaciones y, a través de ellas, el desarrollo de ese sonido único que llamamos “sonido Palmieri”, como signo de las dimensiones y expansiones sonoras que hoy reconocemos bajo el manto de la salsa. ¡Fanfann / Fanfan Fann! ¡Fanfann/ Fanfan Fann! Les pido un esfuerzo: imaginen que escuchan un trombón, y si pueden más, imaginen que es el trombón de Barry Rogers. Pero me estoy adelantando un poco, todavía estoy en el comienzo: en La Perfecta (1962) y en el subtítulo simulo el mambo de “Lázaro y su micrófono” (El molestoso 1963: 1:41-1:57). Si un salsero del tiempo al que se le adjudica la salsa (los 70) se le pregunta si el sonido de La Perfecta es salsa, muy probablemente dirá que eso es “salsa vieja”, “salsa clásica” o “música cubana”. Y quizás no se equivoca. En este disco no están los números con los que más los “salseros” identifican a Palmieri, aquellos grabados en la Universidad (1971) y en Sing Sing (1972) y recopilados en The Best of Eddie Palmieri (1974); más familiarizados con temas como “Muñeca” (originalmente de 1964 y regrabado con trompetas en esos dos conciertos) y “Vámonos pa’l monte” (1971).
En La Perfecta Palmieri armaba su sonido agarrado al trombón de Barry Rogers; y su jammeo característico en el piano ya se escucha en “Contigo”. Pero es “Ritmo caliente” el tema donde se siente el germen revolucionario del “ritmo con salsa / con trombón y flauta”, al tiempo que reconoce su filiación con Arsenio Rodríguez, cuando refigura el coro “se acabaron las guapos en Yatera” en el mambo del trombón1. Sin embargo, también en La Perfecta brillan las trompetas en “Tema La Perfecta”: “ritmo nuevo danzón jazz”. No acabo de descifrar las razones que dirigieron los rumbos de aquella primera grabación a las galaxias que distinguieron el “sonido Palmieri”. Hay que reconocer —eso que dicen muchos— que esta grabación vacilaba entre esos ímpetus de rebeldía y su afinque con la música de los 50 y a muchísimas cosas que pasaban y pasaron en los 60. Quizás aún no comenzaba el viaje, pues apenas se cuajaba lo que sería el sonido característico de Palmieri y su primer disco se montaba sobre el boom de la pachanga, siendo el trombón la adición significativa al sonido de la flauta de las charangas. Sin embargo, quiero destacar que en La Perfecta comenzó la combinación que Eddie “y sus amigos” fueron armando para construir el “sonido Palmieri” que deslumbró la salsa y que ganó cinco Grammys. Voy a buscar pareja / ¡porque ya tocan el tema! Cuando cuarenta años después, Palmieri rebusca en las grabaciones de La Perfecta e identifica lo que pudiéramos pensar más de su gusto, es como si él se hiciera su Obra completa escogida. Entonces, explorar esos discos de La Perfecta permite ir reconociendo los sonidos con los que él construye y retrabaja su propia historia en el 2003. Pero carente del trombón de Barry2, Eddie entrado en el nuevo siglo tiene que rehacer los temas3.
Es privilegio de ángeles recordar cómo se habrán oído los timbales de Manny Oquendo en el “pequeño corte-casi medio descarga” de “Ritmo caliente”. Nosotros —simples mortales: criados años más tarde y en otras ciudades— nos tenemos que conformar con la magia de Julito Collazo en La Perfecta (1962, 1:40-1:47) y de José Claussell 40 años después en Ritmo caliente (2003). Y es que el timbal de Manny fue el que completó la armazón del “sonido Palmieri” a partir de su entrada en El molestoso en 1963, pero no estaba en la primera grabación. El desencanto de no poder gozar de la memoria de una de las mil veces que debió haber tocado en vivo ese corte en “Ritmo Caliente”, solo se puede consolar escuchando cómo se va afincando la integración vital de sus timbales al “sonido Palmieri” en sus grabaciones posteriores: “Lo que traigo es sabroso” (1964), “Si echo palante” (1964), “Mi mambo conga” (1965), “Bamboléate” (1967) y “Campesino” (1967)4. Combinación rítmico-armónica que va a desembocar en Eddie Palmieri & Friends. Yenyeré yenyeré yenyeré cheecheré Haciendo una selección entre esos temas, tengo que decir que el “sonido Palmieri” está casi completo en “Si echo palante”. “Si echo palante ay mira me jalan patrás”: el número comienza con una rumba con este cascareo de Manny en los timbales, que anticipa la remasterización de toques de rumba, batá, conga y mozambique, que armará un año después en “Mi mambo conga”. De corrido, “Si echo palante” tira pa’tras, porque después repite la misma letra, esta vez en tempo más pausado, marcado por trombón y piano sonido que venía destilando por dos años5. Pero si uno continúa explorando se da cuenta de que aún le falta algo. Y ese algo, ese toque revolucionario que quebrantó los patrones de la industria y de la música anterior se ve finalmente en “Azúcar” (Azúcar pa‘ti 1965), porque “Azúcar” es el eje pivotal. Y es que comenzando con Eddie golpeando y Manny cascareando, la canción te viene a decir que “El ritmo que traigo es azúcar / azúcar pa‘ti”; y después de que te lo dice, viene Barry y los acompaña —¡y ya va por 1:25!— cuando por fin entra Ismael Quintana y dice “pero y oye mi ritmo” (y Barry le contesta: Fanfanfaran fanfanfaran) “mi ritmo de azúcar”, como si jammeara con Barry. Y así están por dos compases, pa que después de dos compases más de Quintana solo con el coro le entre Palmieri y después Manny. Y así están un buen rato. Hasta que Palmieri le golpea más duro al piano y viene … con la flauta6 y entonces están los cuatro: piano, trombón, flauta y timbal.7 Cheo lo dijo en un disco de la Fania, pero donde “se soltaron los caballos otra vez” fue en Azúcar Pa’Ti de 1965. Y como no se conformaban, graban otra vez “Azúcar” en Sing Sing (1972) con el Harlem Drive Ensamble, acentuando con fuerza sin igual los diálogos y los vasos comunicantes entre la salsa, el jazz y el soul. La masterización de lo que ocurrió allí en Sing Sing es una pieza de la mejor música del mundo. Lo que allí se escuchó en vivo es una hecatombe que solo resuena en la memoria privilegiada de los presentes, y la mayor parte de ellos eran presos afroamericanos y puertorriqueños, porque Eddie ofrecía conciertos gratis a las penitenciarías de Nueva York.8. Y de eso se trata cuando escuchamos la música de Eddie: de una fuga y contrafuga que remonta al ritmo básico del mundo. Son los acordes de la libertad musical.9 La libertad como fuerza vibrante y como principio creador que marcó esta revolución: su libertad al piano y la de sus músicos, sin cuyas contribuciones su música no sería el “sonido Palmieri”. Esa que lo llevó a romper el standard industrial de números de tres minutos; temas repletos de solos instrumentales; muchos de ellos simultáneos, al extremo que la voz contrapuntea con el solo de otro(s) instrumento(s) como en “Libertad lógico” y las grabaciones en vivo de “Muñeca”. Sólo el jazz se había atrevido a rebasar la extensión del disco sencillo y del tiempo radial; los Beattles y los Rolling Stones —las dos agrupaciones inglesas que dominaban el espectro musical global— permanecían aún atados a números de tres minutos. “Azúcar” y “Cuídate compay” tienen 9:35 y 5:42, respectivamente. Bob Marley será el otro genio que explotará una revolución similar, pero en otras dimensiones y lamentablemente por menos tiempo. Rebelde como su tiempo de hippies, luchas por los derechos civiles y en contra de la Guerra de Vietnam, Eddie imprimió en la salsa el acento revolucionario que algunos aprecian políticamente y otros rizomáticamente. Además, cincuenta años después su revolución y su búsqueda de la perfección no han terminado, por lo que obtuvo cinco Grammys en tres décadas diferentes a partir de The Sun of Latin Music (1975). Medio siglo atrás, en La Perfecta, su “Ritmo caliente” comenzó a “encender el ambiente” “pa vacilar”. Y vaya mi escrito como un gesto de envidia y de homenaje a todos aquellos y aquellas que afincad@s bailaron y gozaron, por los tiempos en que yo nací, “¡Con Palmieri y La Perfecta! / “La buena noche” / ¡La predilecta! ¡La predilecta! / “¡CON LA PERFECTA!” (Lázaro y su micrófono”).
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