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¿TERMINÓ
LA
POLÉMICA SOBRE LA SALSA?
Fania All Stars
En primer plano los dos
extraordinarios bailarines: Roberto Roena y Aníbal Vázquez
Tomada de la Revista
Waxpoetics, oct/nov 2006
Por:
©Leonardo
Acosta
La Habana - Cuba
Leonardo Acosta nació en La
Habana Cuba. Durante la década de los años 1950 trabajó como saxofonista con las
jazzbands Habana Melodía, Cubamar, Julio Gutiérrez, Benny Moré, Rafael
Somovilla, Rey Díaz Calvet, Armando Romeu, Chico O'Farrill y Aldemano
Romero (Venezuela), y con grupos de jazz como los de Eddie Shu, Tedd Corabi,
Kenny Drew y los que él organizó junto a Frank Emilio (piano), Orlando Hernández
(bajo), y Walfredo de los Reyes (batería). Junto a Walfredo de los Reyes,
el saxofonista Gustavo Más, el discjockey Horacio Hernández y otros músicos
conocedores del jazz, organizó el Club Cubano de Jazz, que llevó a La Habana
entre 1958 y 1960 a músicos como Zoot Simms, Mundell Lowe, Stan Getz, Philly
Jones y entre otros. Con más de 14 títulos publicados,
sus libros sobre música incluyen Música y épica en la novela de Alejandro
Carpentier (1981), Música y descolonización (1982), Del tambor al sintetizador
(1983), Elige tú que canto yo (1983), Descarga Cubana (2000) y Raíces del Jazz
Latino Un Siglo de Jazz en Cuba (2001).
Desde sus inicios y por más de dos décadas, la música que conocemos como Salsa
no ha dejado de ser motivo de polémicas sin cuento, tanto
en Nueva York como en la Habana, en Caracas como en Cali o San Juan. Los
principales temas en debate han sido: ¿Existe realmente la Salsa
como una música original? ¿Se trata de un "género", de un
"estilo", de una " corriente" o a penas de una "manera de hacer"? ¿Posee
elementos originales, o es una mera copia de la música
cubana de los años 40 y 50, sobre todo del son? Si es algo más que una moda o
un sello comercial, ¿cuáles son sus aportes y cuáles sus
diferencias con la música cubana anterior? Finalmente, no
podía faltar la discusión sobre quién —y cuando— acuñó el término Salsa, que
pegó de inmediato y se internacionalizó.
La propia génesis de la Salsa fue problemática. Hoy nadie puede ignorar que sus
principales propulsores fueron músicos puertorriqueños
residentes o nacidos en Nueva York. Ya desde los años 40 y 50 brillaron en la
escena musical neoyorquina varios boricuas y baste
recordar que de las tres bandas que abarrotaron el Palladium, la ya legendaria
Meca de la música afrocubana y el mambo, dos eran dirigidas por puertorriqueños:
la de Tito Puente y la del muy llorado Tito Rodríguez. La
tercera fue la de Machito y sus Afrocubanos, que sin duda
fue la más importante y la que trazó pautas en la música afrocaribeña de su
época. Si a esto agregamos la presencia de otros estelares músicos y cantantes
cubanos en Estados Unidos, podemos explicarnos por qué fue nuestra música
-aparte de otros factores- la que se impuso entre los hispanoamericanos e
incluso entre los públicos tanto negro como blanco de Nueva York y gran parte de
los Estados Unidos.
Tito
Rodríguez y Marlon Brando departen en el Palladium de Nueva York
Cerca
de los años cincuenta.
La Foto es
propiedad de Jimmy Delgado |
Aparte de Machito (Frank Grillo), su hermana Graciela y el imprescindible Mario
Bauzá, estaban Miguelito Valdés, Arsenio Rodríguez, Chano
Pozo, Chico O' Farrill, Anselmo Sacasas, René Hernández, Cándido
Camero, Vicentico Valdés, Armando Peraza, Gilberto
Valdés, Chocolate Armenteros, Mongo Santamaría, Marcelino Guerra y Chombo Silva,
entre otros, más los que llegaron a fines de los 50 como Israel López (Cachao) o
José Fajardo. Si a esto añadimos el peso de las
grabaciones de verdaderas leyendas como Benny Moré o la Orquesta Aragón,
puede entenderse porque los puertorriqueños y newyorricans se
dedicaron a la música cubana más que a la suya propia; hubo que esperar a Ismael
Rivera y Rafael Cortijo para que se prestara atención a la plena y la
bomba. En la década de los 60, los ritmos cubanos y sus
intérpretes pasaron a un segundo plano debido a dos
motivos: la ruptura de relaciones entre Estados Unidos y Cuba, que impidió el
libre flujo de músicos cubanos, y la "invasión" del rock británico, que acaparó
la atención del público joven en todo el mundo y desplazó incluso a
músicas afronorteamericanas como el jazz y los rhythm & blues,
ese popular género que engendró al rock-and roll en los
50 y nutrió al propio rock de los 60.
Pacheco tocando la flauta con
la banda de Tito Rodríguez en el Palladium
cerca de los años cincuenta.
Foto de Martin Cohen |
Los nuevos ritmos cubanos no llegaban ya a Nueva York, y el éxito de la bossa
nova brasileña y de la "pachanga" resultaron efímeros
ante la incontenible marea roquera. Por otra parte, en
USA nunca se habló de "música popular cubana", sino de
'mambo' o 'chachachá'. Y nada parecía surgir para reemplazarlos. Mientras tanto,
talentosos músicos de Nueva York (principal centro de difusión mundial de la
música cubana) preparaban el relevo: se llamaban Johnny Colón, Héctor Rivera,
Joe Cuba (Gilberto Calderón ), los hermanos Charlie y Eddie Palmieri, Joe Bataan,
Ray Barreto, Willie Bobo, Bobby Marín, King Nando, Ralfi Pagán, Larry Harlow,
TNT Band, Joey Pastrana, Johnny Zamot, Pete Rodríguez.
Joe Bataan y The Latin
Swingers. La Primera banda de Joe en el Harlem Hispano. Cerca de 1963.
Foto de Joe Bataan. (Tomada
de la Revista Waxpoetics, oct/nov 2006) |
Por esos años surgió una nueva modalidad bailable entre los negros
norteamericanos: el bugalú (boogaloo), que inspiró a los latinos para crear la
fusión que se conoció como Latin boogaloo o "bogaloo
latino". Entre los cultores de esta nueva onda estaban Richie Ray, Johnny Colón,
los hernanos Lebrón, Joey Pastrana, Pete Rodríguez, Willie Colón, Ray Barreto y
el sexteto de Joe Cuba con Jimmy Sabater y Cheo Feliciano. Algunos de ellos
emplearon letras en inglés y español y lograron cruzar la
fronteras entre distintos públicos: ante todo, en 1967 lograron impactar a los
afronorteamericanos, pues en medio de su lucha por los derechos civiles, varios
textos de "bugalú latino" expresaban solidaridad con su causa; pero incluso hubo
números que se impusieron a escala nacional, llegando a penetrar Joe Cuba en las
listas de los hit parade.
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Tal como señaló César Miguel Rondón (El libro de la Salsa, 1980); el éxito
inmediato del boogaloo y el auge de las descargas improvisadas —siguiendo la
pauta trazada por Cachao— contribuyeron a marginar aún más las grandes bandas de
los años 50 y a los propios géneros tradicionales cubanos. La reacción no se
hizo esperar, y algunos de los 'monstruos' de esta corriente, como Tito Puente,
junto con varios empresarios y disc-jockeys, se confabularon contra el boogaloo,
que finalmente pasó a mejor vida. Poco después, a finales de
los años 60 y a principios de los 70, comienza a abrirse paso,
con distintos cambios en los ritmos, orquestaciones y enfoques, lo que pronto se
llamó Salsa, de la cual han dicho los críticos Charley Gerard y Marty Sheller
(1989) que: "Surgió a la palestra
a través de la moderna tecnología del estudio de grabación!" (....) La Salsa fue
indudablemente el primer estilo de música latina en que los valores del proceso
de producción fueron de importancia primordial. La Salsa fue recibida con enorme
interés debido a la promoción que le hicieron los que tenían un interés
financiero en su éxito(...) En gran parte, la Salsa se convirtió en la creación
de la Fania Records. A fines de los 60, la Fania comenzó a distribuir discos
bajo su propio sello y también los de las pequeñas compañías de música latina
independientes. La Fania estaba interesada en controlar la dirección de la
música que ayudó a popularizar y que distribuyó tan exitosamente por el mundo
entero.
Patato
Valdés, Eddie Palmieri y
Ángel Lebrón. Foto de Martin Cohen |
Debido a esta tendencia, se quería persuadir a los artistas que no se apartaran
del sonido característico que los había dado a conocer. Se insiste aquí en el
giro comercial que, en efecto, imprimió la Fania a la música. Entre altas y
bajas, aciertos y errores, la disquera promovió, bajo la dirección artística de
Johnny Pacheco, cierto auge de la charanga cubana en Nueva York (que ya había
inciado Palmieri) y en general, lo que Rondón ha calificado de tendencia "matancerizante",
y a la larga perdió su hegemonía al poner trabas a las tendencias más
progresivas dentro de la Salsa.
REACCION CUBANA ANTE LA SALSA
Quizás con excesiva vehemencia, los cubanos impugnaron airadamente la Salsa
desde que se acuñó el término: y lo curioso es que hubo
entera coincidencia entre los cubanos de la isla y los de Nueva York. Mario
Bauzá, Machito, Cachao, todos a una negaron que la Salsa
fuera otra cosa que la misma música tocada por ellos en los
años 40. Tito Puente, totalmente identificado con la música
cubana de la fructífera Era del Mambo, el Chachachá, y el
Afro-Cuban Jazz, no se cansa de repetir que la única salsa que conoce es la
salsa de tomate.
En Cuba no se trató solo de los músicos, sino también de periodistas,
musicólogos y todo el aparato difusor de la música, y en cierto momento llegó a
establecerse una prohibición no formulada contra la Salsa. (Como de costumbre la
radio nacional nos libró entonces, al menos en parte, de lo que se había
convertido en otro tabú ridículo, como el impuesto antes contra el rock). La
Salsa fue indudablemente el primer estilo de música latina en que los valores
del proceso de producción fueron de importancia primordial.
Quizás con excesiva vehemencia, los cubanos impugnaron
airadamente la Salsa desde que se acuñó el término.
Veteranos músicos como Enrique Jorrín, Antonio Arcaño, Rafael Lay, Rosendo Ruiz
Quevedo, Richard Egues y otros, rechazaron la Salsa en actitud muy similar a la
de sus cofrades en el exterior. Fue casi un problema de honor nacional. No faltó
quien pensara en una cuestión generacional, pero sin duda esta reacción contra
la Salsa partía de una lamentable realidad: las imitaciones y hasta plagios de
estilos y números cubanos por parte de ciertos músicos inescrupulosos de allá
que afectaban directamente a los cubanos, imposibilitados además de establecer
reclamaciones legales por tales abusos. Por otra parte, surgía allá una Salsa
'política' con Rubén Blades y Willie Colón, que fue aceptada en Cuba sin
reservas. Y el bloqueo cultural contra Cuba, y más
concretamente contra nuestras agrupaciones musicales, entró en una fase de
'distensión' hacia 1978. La CBS grabó un LD y patrocinó
una gira de Irakere por Estados Unidos, así como su
participación en el Festival de Jazz Newport, y propició el Encuentro Cuba-USA
en el teatro Karl Marx, donde paradójicamente actuó, junto a las estrellas de
jazz y pop de la Columbia, la orquesta Fania All Stars. La ausencia de promoción
por la parte cubana se sumó a la <barrera del silencio> ya existente, y la
presencia de las estrellas de Fania en la Habana pasó prácticamente inadvertida
salvo para algunos músicos que hicieron contactos amistosos con los salseros. Ni
siquiera hubo lugar para la controversia, como sí ocurrió luego con la
infortunada visita a bombo y platillo de Oscar de León, que significó un
'bandazo' de 180 grados en la política del aparato difusor musical.
Rubén
Blades quien generó la Salsa 'política' o la Salsa con mensaje social
Escúchese
el primer tema de este CD, Juan González de su
propia inspiración |
En la década de los 80 el
panorama salsero fue decayendo en Estados Unidos; el emporio de la Fania se
derrumbaba y algunos críticos vaticinaron el fin de la Salsa. Llegaba el reinado
de los 'cantautores' y divos de esa música cursilona, azucarada y comercial
bautizada con acierto por la crítica norteamericana como "Spanish-pop", pues no
es otra cosa que una imitación servil de lo peor del pop anglosajón. Varios
salseros intentaron responder con la 'Salsa erótica', otra etiqueta a modo de
reclamo publicitario, sin demasiado éxito.
En cambio, en Venezuela, Colombia y Puerto Rico se mantenía la popularidad de la
Salsa y verdadera pasión por los ritmos caribeños, así
como grupos y orquestas de auténtica relevancia. Mientras tanto, en Cuba seguía
languideciendo la música bailable, afectada de una parálisis sin
precedentes en nuestra historia y que comenzó hacia
1968-1970 cuando la juventud sólo parecía interesarse por la nueva trova o el
heavy metal y otras variantes del rock. Que se trataba de
una situación artificial lo vino a demostrar la televisión en 1979 con un
programa titulado Para bailar, que evidenció el interés
del público joven en nuestros ritmos bailables. Así quedó
demostrado que los jóvenes cubanos se habían 'alejado' de su música simplemente
porque no existían ya locales dónde bailar, como tampoco
las orquestas tenían dónde tocar. Casi
imperceptiblemente, se fueron creando en los años 80 las condiciones para lo que
puede anunciarse como una verdadera explosión de
agrupaciones de música cubana bailable. Estas orquestas supieron aprovechar el
más mínimo espacio o coyuntura que se les iba presentando en
esos años. Entre éstas podemos citar:
1. La celebración de
los festivales Jazz Latino Plaza, donde probaron fuerza y se dieron a conocer
músicos y grupos que luego derivaron del jazz latino a la música bailable.
2. La habilitación de algunos locales y espacios para el baile.
3. El resurgimiento del turismo internacional.
4. La creación de programas televisivos como 'Mi Salsa'
5. La apertura hacia
el exterior, con lo cual nuestras agrupaciones se han presentado en vivo en las
Américas, Europa y Japón.
6. El creciente
interés de las disqueras y la radio de diversos países por difundir nuestra
música más nueva, llegando algunos números y orquestas a situarse en el tope de
la popularidad incluso en Nueva York.
7. El renacimiento
internacional de la Salsa y la música afrocubana, que incluso ha ganado adeptos
en los países escandinavos, España, Suiza, Holanda y Japón, superándose el
impasse de los años 80.
COMPONENTES Y APORTES DE LA SALSA
A todas estas, hemos soslayado la cuestión central: el debate en torno a la
Salsa y los argumentos esgrimidos al respecto. ¿Es que la Salsa en
realidad no es otra cosa que la amalgama de ritmos afrocubanos
ya tradicionales? En este sentido la polémica puede muy bien terminar, pues casi
todos los salseros admiten que la base de esta música es el son cubano, y otros
ingredientes importantes, como el guaguancó, el mambo o el chachachá que también
son de Cuba.
En cuanto a otros ritmos afrocaribeños, es cierto que varios músicos han logrado
experimentalmente excelentes trabajos de fusión con la plena y la bomba, con el
merengue, la cumbia o el joropo. Pero se trata de casos más bien asilados, no de
la norma, y resulta difícil hablar de un género que no sea cubano y forme parte
integral de la Salsa. Es más, el reciente auge del merengue ha venido a
profundizar la brecha ya existente entre éste y la Salsa, y ambas partes
enfatizan sus diferencias de manera acaso exagerada y hasta belicosas (una
saludable excepción la constituyen Juan Luis Guerra y la 440). Los aportes
salseros deben buscarse por tanto en otra parte.
En los momentos en que se era
salsero o antisalsero, es decir, cuando dejó de emplearse la razón, el maestro
Armando Romeu ilustró en varias charlas -o clases magistrales- las principales
diferencias, al menos entonces (años 70) entre la Salsa y la música que se
ejecutaba entre nosotros; y con una simple ecuación de primer grado explicaba la
diferencia en los planos tímbrico y orquestal; allá (en Nueva York) habían
cambiado y modernizado las secciones de vientos, manteniendo el ritmo
tradicional; aquí se había hecho todo lo contrario, introduciendo la electrónica
en el bajo y los teclados. Veinte años más tarde, diríamos que en líneas
generales hay diferencias en: la manera de tocar y combinar los instrumentos de
percusión; los montunos del piano; los bajos; los arreglos y formatos
orquestales; las voces (inflexiones vocales, improvisaciones y estribillos); los
movimientos escénicos, y los textos cantados.
Es un hecho conocido que los salseros en sus textos reflejan la
vida cotidiana y la lucha social de la minoría hispanoparlante
más o menos marginada en Nueva York y otras grandes ciudades de Estados Unidos y
el Caribe. Y el hecho de que haya características propias de los textos de un
género o estilo de música popular es importante, como lo demuestran la guaracha,
el guaguancó, el tango, la ranchera, los blues, el bolero, y más recientemente
la nueva trova.
En cuanto a parámetros
exclusivamente musicales, hemos señalado los arreglos y formatos orquestales,
con la preeminencia del trombón entre los vientos, lo cual proviene de una
tradición boricua que pasa directamente de Mon Rivera a Willie Colón y se impone
hoy en Cuba. Otro ejemplo sería el del contrabajo, que en Nueva York y el mundo
salsero sigue la línea establecida por Cachao, Julio Andino y Bobby Rodríguez,
mientras en Cuba se impuso el bajo-guitarra. Andy González lamenta con razón
este cambio, con el cual se pierde la profundidad y el swing que proporciona el
contrabajo acústico a la sección rítmica afrocubana (y al jazz). Andy, quien ha
visitado Cuba, atribuye esa pérdida al hecho de que en la isla no entró el 'baby
bajo' –sólo producido por la Ampeg en USA-, que posee las ventajas de la
amplificación electrónica sin perder la calidad del sonido del contrabajo (Larry
Birnbaum, 1992). En cuanto a los cantantes, al escuchar a
ciertos salseros resulta evidente lo que deben a los pleneros y demás
tradiciones vocales del Caribe. Por este camino y mediante el análisis de una
discografía bien seleccionada, podríamos llegar a enumerar una serie de aportes
de esta música a la tradición afrocubana y afroantillana. Baste ahora
señalar que gracias a la 'actualización' o 'reinterpretación' de
nuestra música por los 'neoyorricans' y otros caribeños, ésta siguió
difundiéndose por el mundo durante tres décadas de aislamiento de la música
cubana.
Larry Harlow, Bobby Valentin
y Jerry Massucci
Tomada de la Revista
Waxpoetics, oct/nov 2006
Actualmente estamos comprobando
que ésto fue positivo. Y felizmente, sin perder nuestras propias características
y con espíritu innovador, en Cuba hemos asumido la Salsa como parte de una
herencia común, dejando de verla como un alien al que se debe combatir. Y sin
embargo, no creemos que llegue a cesar la polémica sobre un fenómeno cuyas
raíces mismas nacen en zona de conflicto, como lo prueba la controversia sobre
quién inventó o acuñó el término Salsa. Otro motivo para
el debate, y acaso para otro artículo.
Notas
1. Vernon Boggs. Salsiology: Afro-Cuban
Music and the Evolution of Salsa in New York City. New York, Excelsior, 1992.
2. Cesar Miguel Rendón. El libro de la
salsa. Caracas, Editorial Arte, 1980.
3. Charley Gerard y Mary Sheller. Salsa!
The Rhythm of Latin Music. Indiana. White Clifft Media, 1989.
4. Leonardo Acosta. Del Tambor al
sintetizador. La Haban, Editorial Letras Cubanas, 1983.
5. Larry Birnbaum.
«A Botton Man Speaks Out: Andy González, Bassist», en
Vernon Boggs. Salsiology: Afro-Cuban Music
and the Evolution of Salsa in New York City. New York, Excelsior, 1992.
Este artículo
fue publicado originalmente en el periódico El Nuevo Día, de San Juan,
Puerto Rico, el domingo 16 de junio de 1995; luego en Música Cubana, La
Habana, No. 0 1997.
Derechos Reservados de
Autor
Herencia Latina
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