MATAMOROS Y SU MÚSICA
MIGUEL MATAMOROS, SU TRÍO Y SUS CONJUNTOS
Una compilación de:
Walter G. Magaña S.
Miembro Fundador de Herencia Latina.
Mamá, yo quiero saber
de dónde son los cantantes.
Que los encuentro muy galantes
y los quiero conocer
con sus trovas fascinantes
que me las quiero aprender.
Miguel Matamoros. Nació el 8 de mayo de 1894, en la calle San Germán número 48, entre las calles Gallo y Mataderos, barrio de los Hoyos, en Santiago de Cuba, provincia de Oriente, cuando aún Cuba pertenecía a España. Creció bajo el amparo de su madre Nieves Matamoros Chacón, una humilde lavandera, ante el abandono de su padre, un marinero, Marcelino Verdecia. Apenas logró terminar estudios de primaria, pero era poseedor de una cultura sorprendente que sostenía había adquirido a través de conversaciones con muchas personas mayores. En su infancia cuando ofició de sacristán, ingeniosamente le buscaba la rima a las prédicas del sacerdote celebrante. Su inclinación por la música comenzó a la edad de siete años.
Alma de la Guitarra Popular
A los ocho años de edad se entusiasmó por el aprendizaje de la guitarra, utilizaba una que en su casa habían adquirido para su hermano Ignacio, y desde ese tiempo se convirtió en su fiel compañera. Las primeras lecciones del instrumento se las impartió el Sr. Ramón Navarro Pérez. A los 15 años ejecutaba la guitarra bastante bien, tanto que era solicitado por los más populares trovadores y cantantes, para que los acompañara en sus acostumbradas serenatas en Santiago de Cuba. Por esta época, lo bautizaron como: “El Alma de la Guitarra Popular” y “Rey de los Pasacalles”. Formó su primer dúo con un amigo de nombre Trino Martinelli que hacía la segunda voz y también tocaba la guitarra.
Antes de su consagración como artista Miguel Matamoros desempeñó diversos trabajos además de músico, fue reparador de líneas telegráficas, y telefónicas, trabajó en la extracción de mineral de cobre en la mina conocida como Pozo Harry, fue mensajero, pintor de casas, carpintero, aserrador, agricultor, chofer particular, trabajó en la fábrica de ron Bacardí. Aprendió mecánica automotriz, laboró en una fábrica de mosaicos y en un aserradero.
En 1912 hizo su primera presentación pública en el Teatro Heredia de Santiago de Cuba. En 1922, en busca de mejoras oportunidades económicas se trasladó a La Habana, donde además de producirse su primera actuación, participa en diferentes actividades bohemias como tertulias, serenatas, presentaciones en teatros, entre otras. Prácticamente ahí se inicio su desarrollo artístico.
De acuerdo al catedrático y musicólogo colombiano Rafael Bassi Labarrera, en 1923, Miguel Matamoros grabó por primera vez una de sus composiciones más conocidas: “Mamá, Son De La Loma”, que fue grabado por tres sellos discográficos en tres formatos diferentes: “Mamá, Son De La Loma” en el sello Columbia (Co -2041-X) con el Dúo Pablito y Luna, grabado el 9 de Julio de 1923; “Al Son De La Loma” en el sello RCA Víctor (Vi – 73883) con matriz G-2950 con el Cuarteto Cruz, grabado el 3 de Septiembre de 1923; y “Al Son De La Loma” en el sello Brunswick (40073) con el Trío Villalón, grabado el 26 de Septiembre de 1923.
En l924, Miguel matamoros llegó por segunda vez, a La Habana, para presentarse en los teatros Albisu y Actualidades, esta vez como director del Trío Oriental el cual estaba integrado por Miguel Matamoros en la voz prima y guitarra prima, Alfonso Del Río en la guitarra acompañante y Rafael Cueto en la segunda voz y claves.
EL TRÍO MATAMOROS
Encuentro Fortuito
Una de las principales características de Miguel matamoros fue su talento intuitivo para dominar la música tradicional cubana y la capacidad de recorrer e investigar las canciones e historias cantadas en la región oriental de la Isla. Curiosamente, Miguel Matamoros, se encontraba en búsqueda de un nuevo guitarrista para estrenar sus nuevas creaciones, cuando en su cumpleaños número treinta y uno su amigo y colega, Rafael Cueto le presentó a Siro Rodríguez en aquella fiesta. Durante la celebración cantaron juntos los tres, acoplando por primera vez sus voces y guitarras. Así relató el histórico encuentro el propio Miguel Matamoros:
“El 8 de mayo de 1925, Rafaelito Cueto llevó a mi casa a un amigo de él, que trabajaba en la herrería de Melesio Rizo, era Siro, me presentó a Siro: ¡ese fue el día que cantamos juntos los tres por primera vez!, allí en mi casa, en la fiesta de mi cumpleaños”
En 1926, Miguel Matamoros viajó a La Habana con el propósito de buscar gestionar algunas grabaciones en disco con su Trío y tratar de acceder a la radio que se había inaugurado en Cuba el 10 de octubre de 1922 emitiendo por la PWX (fue la primera en América Latina y la cuarta en el mundo). Por esta época el guitarrista y compositor Eusebio Delfín, quien había sido gratamente impresionado por el estilo para ejecutar la guitarra de Miguel, realiza las gestiones para presentarlo y que sea escuchado por la Viuda de Humara, representante de la RCA Víctor en Cuba. La ejecución realizada por Matamoros resultó muy positiva y fue felicitado tanto por la Viuda de Humara como por el señor Juan Castro, alto empleado de la Víctor que se encargaba de descubrir los “talentos locales”. Pero la grabación se dejó pendiente para una mejor oportunidad. En 1927, Miguel regresó de nuevo a Santiago de Cuba para trabajar como chofer particular y, a la vez, realizar presentaciones con el Trío.
La consagración musical
Transcurría 1928, cuando se encontraban de visita en Santiago de Cuba el señor Juan Castro en compañía de Mr. Terry, en ese momento gerente de la RCA Víctor y quien periódicamente venía de los Estados Unidos para hacer la selección final y firmar los contratos de grabación de los artistas locales. Enterado de esta visita Miguel Matamoros se entrevistó con ellos y logró invitarlos a su casa para hacerles una demostración con su Trío. La cual le gustó a Mr. Terry, no obstante, Matamoros los invitó a que los vieran actuar en el Tatro Aguilera, donde se estaban presentando. Fueron tantos los aplausos recibidos y las peticiones hechas por el público asistente, que el gerente de la Víctor les prometió un contrato para grabar discos. Promesa que se hizo efectiva 21 días después por intermedio de La Dichosa, que era la casa distribuidora de los discos de la Víctor en Santiago de Cuba.
El Trío tuvo la oportunidad escoger el lugar donde harían las grabaciones de sus primeros discos, ya que en aquel entonces la RCA Víctor sólo tenía dos estudios de grabación, uno en Buenos Aires (Argentina) y otro en Nueva York; optando por ésta última ciudad, como era obvio los boletos en barco para Buenos Aires resultaban mucho más caros.
Finalmente, las primeras grabaciones de Miguel Matamoros, en la guitarra y voz primas, con sus dos compañeros definitivos, intérpretes y también compositores: Rafael Cueto en la guitarra y tercera voz, y Siro Rodríguez en la segunda voz, claves y maracas, no se efectuaron en Nueva York, sino en Camden, New Jersey, Estados Unidos, en tres días: mayo 28, 29 y 31 de 1928 y fueron 21 los números grabados. La primera grabación que plasmaron en disco de 78 r.p.m. fue el bolero “Promesa”. Pero no fue este disco el primero puesto a la venta sino el que tenía grabado por la cara A “El Que Siembra Su Maíz” y por la cara B “Olvido”, que se estableció un record de venta en Cuba en aquel tiempo: sesenta y cuatro mil discos, en una época donde eran escasos los aparatos reproductores del sonido.
Primera grabación del Trío Matamoros. Lado A, y Lado B
Es en Camden, New Jersey, Estados Unidos, donde nace el nombre del Trío, cuando el técnico de grabación de la RCA Víctor iba comenzar a grabar, le preguntó a Miguel: “¿Qué nombre lleva el Trío?”, a lo que Miguel responde: “Oriental”. “Ya hay algunos Tríos con ese nombre” respondió el técnico, y a continuación hace la sugerencia: “Yo estimo que debiera llevar su apellido, o sea, Trío Matamoros, con Siro, Cueto y Miguel”, a lo que los tres asistieron “Está bien”. De esta forma, el nombre de Trío Matamoros fue dado por el técnico que realizó la primera grabación del grupo porque ya existía un trío con ese nombre, el de Blez y Figarola y había un Cuarteto Oriental.
Cuatro meses después del viaje, cuando Miguel Matamoros se había reincorporado a su trabajo como chofer particular de un comerciante de Santiago de Cuba, Bartolomé Rodríguez. Un cierto día, de 1928, iban pasando frente al establecimiento La Dichosa, cuando el señor vio una fila de gente en la tienda de discos y envía a su chofer a indagar. Matamoros, va y regresa comentándole que era por la venta de unos discos, entonces lo manda a comprar uno; Miguel le entregó el paquete sin saber que música era. Cuando llegan a la casa y mientras Miguel lava el carro, su patrón escucha el nuevo disco: “Olvido” y “El Que Siembra Su Maíz”. Cuando su patrón lo interroga acerca del disco diciéndole que las canciones son de un Tal Miguel Matamoros, que si era un pariente y que las toca el “Trío Matamoros”, como era también su nombre, entonces Miguel le responde: “No, Don Bartolomé, no es ningún pariente: ¿Se acuerda de que hace cuatro meses le pedí un mes de licencia? Fue para ir a Nueva York a grabar ese disco y otros, con dos muchachos más, de aquí…” Al siguiente día, su patrón lo llama y además de informarle que ya no trabajaba más para él, le entregó un sobre pidiéndole que no lo abriera hasta que llegara a su casa, el que contenía una nota con estas palabras, “…un artista de su calidad extraordinaria merece mejor destino y no sería justo de mi parte tenerlo de chofer en mi casa, yo quiero ayudar a contribuir con el arte y que se desarrolle, continúe con su carrera”, también le regaló $100 dólares que en ese tiempo, era una gran suma de dinero.
De acuerdo al musicólogo Cristóbal Díaz Ayala, el hecho de que en poco tiempo se vendieran miles de copias, más de las que vendió el Sexteto Habanero, la estrella máxima de la RCA Víctor en aquellos tiempos, con cualquiera de sus grabaciones, y hubieran logrado el éxito en poco tiempo, se debía entre otros factores a que hasta ese momento la mayor parte de los tríos como el Borinquen de Puerto Rico, eran en realidad un dúo de cantantes con acompañamiento de un guitarrista, y otros que integraban dos guitarras, como el Trío Oriental de Emiliano Blez y José Figarola que, aunque habían grabado desde 1914, no habían logrado un éxito notable.
De otro lado, según Cueto, en el año 1926 cuando el Trío viajó a La Habana, aprendieron la importancia de la base musical que daban las modestas claves y las agregaron a su instrumentación. Hasta ese momento, Siro tocaba solamente las maracas y desde entonces las alternó, o posiblemente como sucedía con el Cuarteto Machín y otras agrupaciones, a la hora de grabar, aparecían “unas manos misteriosas”, y se escuchaban las dos guitarras, las maracas y las claves, aunque se tratase de un trío. Pero el estilo innovador, único y diferente de ambos guitarristas fue esencial para lograr el éxito; Miguel sabía combinar sabiamente el punteado con el rasgado de la guitarra.
Como consecuencia del éxito alcanzado con estas grabaciones, en ese mismo año de 1928, el Trío debutó en La Habana, gracias a la gestión del compositor Félix B. Caignet quien fue contactado por un empresario habanero para que le enviara al Trío Matamoros. El debut en La Habana tuvo lugar en el escenario del Teatro Campoamor, que estaba de moda en ese momento. Los números que interpretaron ese día fueron: “Promesa”, “Olvido”, “El Que Siembra Su Maíz” y “Mamá, Son De La Loma”, que se escuchaban bastante. La acogida que les proporcionó el público fue tan sorprendente que el Circuito Smith, que los había contratado, llegó a presentarlos en cuatro y hasta cinco teatros un mismo día.
Después de las actuaciones en La Habana emprendieron una gira artística por el interior del país, actuando en Matanzas, Santa Clara, Cienfuegos y Trinidad. Su arribo a Santiago de Cuba –su tierra natal–, constituyó un verdadero acontecimiento, fueron recibidos con un sentido homenaje, en reconocimiento por el éxito alcanzado, en el que participaron tríos, estudiantinas y hasta La Banda Municipal. Una vez instalados, actuaron en teatros, cines, fiestas e hicieron una correría por la provincia. El éxito del Trío Matamoros llega en un momento, cuando en el ámbito político, en noviembre de 1928, se produce la reelección del presidente Gerardo Machado con la consecuente prórroga del poder.
Parece que los directivos de la Víctor, Humara y Lastra, o Miguel Matamoros, o ambos, no tuvieron éxito con la innovación que hicieron cuando decidieron crecer el Trío a septeto. Porque en diciembre de 1928 mientras actuaban en La Habana, en el Teatro Rialto, el Septeto Matamoros grabó para la RCA Víctor. Además de los tres integrantes del trío, integraron a Manuel Borgellá en el tres, Agérico Santiago en el clarinete, el cornetín con sordina y la corneta china, Francisco Portela en el contrabajo y Manuel Poveda en las pailitas. Pero estas grabaciones, entre ellas “Mi Teresa”, “El Fiel Enamorado”, “Oye Mi Coro”, “Déjame Gozar Mulata” y “Los Carnavales De Oriente”, no tuvieron el mismo éxito que las interpretaciones del Trío. Pues la preferencia de la Víctor en los Estados Unidos era por el Trío, a juzgar por el historial discográfico.
Con La Banda Municipal de Santiago de Cuba
En mayo de 1929, regresó el Trío Matamoros a La Habana en compañía de La Banda Municipal de Santiago de Cuba, bajo la dirección del profesor Enrique Bueno, para participar en un concurso de bandas en el Teatro Payret. La banda incluyó como parte de sus miembros al Trío Matamoros para la interpretación de dos canciones. La banda también incluía en el clarinete a Máximo Francisco Repilado Muñoz (que posteriormente se conocería como Compay Segundo) que coincide por primera vez con el Trío Matamoros, estableciendo lazos de amistad con sus integrantes.
La banda de Santiago de Cuba interpretó la obra de concierto designada por el jurado, para que fuera interpretada por todas las bandas participantes en el evento, y fue “Poeta Y Aldeano”. Mientras que para la ejecución de la pieza musical libre, seleccionaron una de carácter popular: “El Cocoyé”, escrita en el siglo XIX, en cuya parte vocal se presentó el Trío Matamoros, adicionando a manera de popurrí la interpretación de “El Que Siembra Su Maíz” que gozaba de reconocida popularidad. Esto arrancó los más fuertes aplausos del público asistente, consiguiendo de esta manera el primer premio. La banda también actuó en la inauguración del Capitolio, interpretando para la ocasión el Himno Nacional cantado por el Trío Matamoros, quienes izaron la bandera cubana en referido acto. La estancia del Trío en La Habana, en esta ocasión fue breve, regresando pronto a Santiago de Cuba.
Es importante anotar que el Son en los primeros años de la década del 1920 no tenía gran aceptación social en Cuba, era “cosa de negros”. Pero entre los años 1925 a 1930, el Son cobra un auge impresionante, al punto que los historiadores consideran ese período como la “Época Dorada Del Son Cubano”, gracias al desarrollo de la industria discográfica y de la radio, lo que sirvió para difundir universalmente esta música. Además el Son encontró en el Trío Matamoros la forma más clásica de síntesis musical, desplazando de la preferencia del público nacional y extranjero a sextetos de gran calidad como eran El Habanero y El Nacional, esto ocurrió por su alta calidad interpretativa que los hizo destacarse entre los restantes conjuntos surgidos en su época, antes y después que ellos.
Intensas giras artísticas
En julio de 1929 el Trío Matamoros realiza su segunda visita a la ciudad de Nueva York, en donde en tres días grabaron veinte números y cantaron en la película “Mosaicos Internacionales”, producida por la Paramount Films, los temas “Promesa” y “Mamá, Son De La Loma”. Regresaron a La Habana y posteriormente a Santiago de Cuba, donde realzaron una gira artística por la provincia de Oriente, con un gran éxito. Terminada la gira regresan a Santiago de Cuba.
Además de que los discos del Trío Matamoros se vendieran en Cuba fueron también distribuidos en México, Santo Domingo y Puerto Rico, esto posibilitó que a mediados del año 1929 recibieran un contrato par actuar en Yucatán. Por lo tanto, el Trío Matamoros toma el barco a vapor que los llevaría a Mérida, Yucatán, en una gira artística que duró cerca de los dos meses. A su regreso actuaron de nuevo en La Habana, realizando algunas grabaciones, las que se hicieron en el edificio de la calle 23 entre O y P, El Vedado, en la misma edificación donde hoy en día funciona el Ministerio del Trabajo. Entre las grabaciones que hicieron aparece un disco en 78 r.p.m. en el que los acompañó la Orquesta de Antonio María Romeu, en los números “Quince” y “Bolichán”.
Ante la presión del presidente Gerardo Machado –ya que Matamoros se metió en Política con sarcásticas composiciones como “El Desastre Del Morro Castle”, “Regálame El Ticket” y “¿Quién Tiró La Bomba?”– el Trío Matamoros salió rumbo a República Dominicana y en agosto de 1930 debutaron en Santo Domingo. Recorrieron en gira artística todo el interior del país, estando en la capital Santo Domingo, los sorprendió un devastador ciclón que arrasó gran parte de la ciudad y ocasionó lamentablemente la pérdida de miles de vidas humanas. Ante este desastre el Trío tuvo que suspender la gira y regresar a Santiago de Cuba; regreso que realizaron en un avión del ejército cubano que había transportado médicos y medicinas a Santo Domingo, enviados por el gobierno cubano. Este episodio motivó sensiblemente la pluma de Matamoros y compuso el bolero son “El Trío y el Ciclón”.
Por este tiempo, también compuso el primer bolero-son: “Lágrimas Negras”, igualmente fruto de una experiencia real. Se dice que esa composición surgió en Santo Domingo, al escuchar Matamoros el llanto desconsolado de una mujer que había sido abandona por su esposo y todo el día se la pasaba lamentándose, era el amor de su vida y hasta llego a decir que si volvía con ella no le importaba si tenia que morir.
Hacia finales de 1930, los integrantes del Trío Matamoros se embarcan en el puerto de Santiago de Cuba, en un barco a vapor cubano, hacia Haití. De allí pasaron a Venezuela por su cuenta, es decir sin contrato alguno, por este motivo no pudieron desembarcar cuando arribaron a ese país. Se vieron obligados a pasar treinta y un días a bordo de la embarcación hasta que de nuevo regresaron a Haití. Donde actuaron en la ciudad de Port-au-Prince, y desde allí emprendieron viaje por carretera hacia República Dominicana. Pero la actuación del Trío en Santo Domingo fue corta, dado que el país aún no se había recuperado de las desastrosas consecuencias del ciclón. Regresaron a santiago de Cuba el 18 de enero de 1931.
En ese año 1931, el presidente Machado tuvo que abandonar el poder y exiliarse, por el golpe militar que propinado por Fulgencio Batista, quien ascendió directamente de sargento a coronel y jefe supremo de las fuerzas armadas. En el mes de febrero de 1931, el Trío regresó de nuevo a La Habana; esta vez su estadía fue prolongada, realizando presentaciones en la radio, teatros, cines, cabarets, clubes y fiestas particulares. Por esta época, el Trío disfrutaba de una inmensa popularidad. En el mes de septiembre de ese año, el Trío sale de nuevo con contrato para Puerto Rico, seguramente motivados por el insigne compositor Rafael Hernández, a quien conocían desde Cuba. Recorren toda la isla en gira artística, actuando en la radio, teatros y cines; regresando a La Habana en 1932.
El 8 de julio de 1932, a bordo del barco de vapor “Reina del Pacífico” salió el Trío Matamoros desde el puerto de La Habana, junto a la Orquesta Siboney, que dirigía Alfredo Brito, rumbo a España. Llegar a Santander, donde debutan en el teatro Victoria, con gran éxito. Debido a la gran acogida que tuvieron, vinieron los contratos por todo el norte de España. Como consecuencia de los éxitos obtenidos en las presentaciones, los empresarios decidieron que hicieran pronto su presentación en Madrid, donde actuaron en el Circo Price, con una gran asistencia de público. De allí pasaron a Barcelona, donde hicieron su debut en el teatro Novedades, después de la presentación de la zarzuela “Luisa Fernanda”. Recorrieron diversas poblaciones, hasta llegar a San Sebastián, donde actuaron por una semana, y desde donde emprendieron viaje rumbo a Francia.
En la capital francesa el Trío Matamoros actúa por un mes en el Teatro Empire, en el Cabaret Embassy y en el Casino de París, pero su estadía en esta capital se prolongó por un tiempo de dos meses. De París regresaron nuevamente a Madrid, donde se presentaron en el Cabaret Lido y en el teatro Fuencarral. Una vez terminadas estas actuaciones emprendieron viaje hacia Portugal para presentarse en Lisboa, en el escenario del inmenso Coliseo Recreios. De Lisboa pasaron, de nuevo, al norte de España, donde hicieron un recorrido por Orense, Vigo, Pontevedra y Santiago de Compostela. En este último lugar terminaron su gira por Europa. En febrero de 1933, arribaron a La Habana, emprendiendo de inmediato una gira artística por todo el interior de la Isla de Cuba, que finalizó en la ciudad de Santiago de Cuba. Una vez más, regresan a La Habana para actuar en cines, teatros y la radio.
El Trío Matamoros en Colombia
En septiembre de 1933, el Trío Matamoros salió en una gira rumbo a Centro y Suramérica y arriban primero a Panamá, debutando en ciudad de Colón; de aquí partieron rumbo a Puerto Cabello, estado de Carabobo, Venezuela. De allí salen para Caracas, donde actúan en el Teatro Ayacucho, y posteriormente en el teatro Victoria en el pueblo del mismo nombre; recorrieron ciudades como Valencia, Barquisimeto, entre otras. De Venezuela el Trío se trasladó a Curazao y de allí, de nuevo, a Venezuela y se presentan en Maracaibo, Lagunillas, Cabimas y San Cristóbal.
De acuerdo al musicólogo César Pagano a Colombia arribaron por la ciudad de Cúcuta, pasando por Pamplona, Málaga, Bucaramanga y Tunja hasta llegar a Bogotá, donde se presentaron en el Teatro Faenza en l934. En este histórico recinto se le brindaba un homenaje de recibimiento al compositor Jorge Añez, espectáculo en el cual trabajaba también el joven barítono colombiano Carlos Julio Ramírez. Este simpatizó tanto con el Trío –según le contó Rafael Cueto a Pagano– que les invitó a conocer el Salto del Tequendama y las Salinas de Zipaquirá.
Después de actuar en algunas ciudades del interior de Colombia: Girardot, Ibagué, Armenia, Cali, Tulúa, Palmira, Pereira, Manizales, Buga, Valparaíso, La Pintada, Medellín, Puerto Berrío, Barrancabermeja, el Trío llegó a Barranquilla, luego Cartagena, y desde allí parten de regreso a su país.
Afirma Rafael Bassi Labarrera que en la ciudad colombiana de Barranquilla debutaron el jueves 15 de marzo de 1934 en el Teatro Colombia, estuvieron por dos semanas y realizaron cerca de doce presentaciones, siendo su última actuación, el lunes 26 de marzo en La Voz de Barranquilla. Desde entonces, cuentan los abuelos, que el Trío Matamoros entró a formar parte la vida del barranquillero de los mediados de la década del 30, que hicieron suyos “El Son De La Loma”, “El Que Siembra Su Maíz”, “La Mujer De Antonio” y otros temas con los cuales nombrarían a los bailes de carnaval de esa época. Recuerda el maestro Marco T. Barros Ariza que durante la actuación Don Miguel Matamoros pidió silencio al público, para que se pudieran escuchar las guitarras, ya que la amplificación de las presentaciones era muy rudimentaria. Para esta época, Barranquilla era puerto obligado de las giras de los artistas antillanos a Suramérica.
Las giras continúan
Una vez en La Habana el Trío Matamoros realiza presentaciones en cines, cabarets, clubes, en la radio y fiestas particulares. En ese mismo año de 1934, son contratados para actuar en el Teatro Hispano de la ciudad de Nueva York. El día del debut el cantante de tangos Carlos Gardel, que se encontraba en un palco del teatro, quedó poderosamente entusiasmado con la actuación del Trío. A tal punto que fueron felicitado por el cantautor y quedaron de encontrarse en Cuba, cuando aconteció el lamentable accidente del legendario cantor en l935, en la ciudad de Medellín, que truncó muchos planes.
Aprovechando la estadía en Nueva York en este 1934, nuevamente realizan grabaciones de discos para la compañía RCA Víctor, esta vez, al parecer, para explorar el mercado, grabaron cuatro números el 30 de julio, con una supuesta Orquesta Matamoros que de acuerdo a la conjetura de Cristóbal Díaz Ayala fue un grupo organizado por el músico cubano Alberto Socarrás, destacado saxofonista y flautista, que hacía años residía en Nueva York y había tenido su propia orquesta. Una vez cumplidos los contratos respectivos, regresaron a La Habana.
En 1935, grabaron en Nueva York seis números con el Septeto y veinte con el Trío. El 18 de marzo de 1937, realizan las últimas grabaciones para la RCA Víctor, fueron doce números impresos en discos. De allí parten en barco para Suramérica. En abril de 1937, arriban a Argentina y en Buenos Aires se presentan en Radio Belgrano y en el Teatro Maipú e inician un recorrido por distintas provincias del interior del país gaucho. Luego pasan a Chile, donde actúan en la capital Santiago de Chile, Mendoza y otras ciudades. Posteriormente viajan al Perú y se presentan en la capital, Lima. De Aquí el Trío viaja rumbo a Panamá y actúan, nuevamente, en ciudad de Colón. Entonces regresan a Cuba, vía Kingston, Jamaica y llegan a La Habana el 30 de agosto de 1937.
En la Habana trabajan en diversos lugares y permanecen en la capital cubana hasta el mes de septiembre de 1940, cuando parten rumbo a Nueva York para actuar en el Teatro Hispano. A su regreso son contratados por el Hotel Nacional para actuar como artistas exclusivos tanto para el hotel como para el Casino Nacional, lugares donde permanecieron haciendo presentaciones por un tiempo de tres años.
Por estos años se desarrollaban los conflictos bélicos de la Segunda Guerra Mundial (1939 - 1945) por esto durante cuatro años Miguel, Siro y Cueto no hicieron ninguna salida fuera de Cuba. En el plano político en Cuba, en 1940 Fulgencio Batista fue elegido presidente y colaboró con Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial.
En la década del 40 y hasta mediados de la década del 50 grabarían decenas de discos en los estudios que usaba la RCA Víctor en Cuba, la mayoría de los cuales eran del Conjunto y no del Trío. Esta tendencia es lógica, pues la música bailable brindaba más oportunidades para un grupo, que la simplemente vocal.
El Conjunto Matamoros con Benny Moré
El genio musical de Miguel Matamoros no tenía límites, mientras se desarrollaba la Segunda Guerra Mundial, cambió el tamaño y el sonido del grupo, para probar nuevas ideas o adaptarse a las últimas tendencias musicales. Integró el Trío a otros grupos musicales que fundó y dirigió, los que en su momento tuvieron los siguientes nombres: Septeto Matamoros y Orquesta Matamoros –estos dos, como se dijo, se constituyeron a manera de ensayo por lo tanto, no tuvieron continuidad–, luego fueron Conjunto Baconao, Cuarteto Maisí y Conjunto Matamoros.
En 1942, Miguel Matamoros decidió organizar el Conjunto Matamoros, que se presentó por primera vez en una actuación en el Hotel Nacional, donde eran artistas exclusivos. En su etapa inicial el Conjunto Matamoros estaba formado por Miguel en la voz y guitarras primas, Rafael Cueto en la voz prima, en los coros y la guitarra acompañante, Siro Rodríguez en la voz segunda y maracas, José “Pepe” Macías en la trompeta, Armando Beltrán en el piano, Felipe Torriente “Canuto” en el contrabajo, Pedro Mena en los bongoes y su compadre Máximo Francisco Repilado (Compay Segundo) en la ejecución del clarinete. En 1945 Miguel reestructura la agrupación que también integraba a Lorenzo Hierrezuelo, quien en 1945 es sustituido por el joven Bartolomé Maximiliano Moré (que más tarde sería conocido como Benny Moré). Posteriormente en 1948 Francisco Repilado forma el famoso dúo Los Compadres junto con Lorenzo Hierrezuelo.
De acuerdo al licenciado Amín E. Nasser, autor del libro “Benny Moré”, en 1944 Bartolomé Moré actuaba con el Septeto Cauto de Mozo Borgellá. Entonces el ingreso de Bartolomé al conjunto Matamoros sucedió cuando al regreso de un viaje, el conjunto tenía una presentación en la emisora Mil Diez, pero Miguel se encontraba disfónico, entonces habla con Mozo Borgellá, para que le prestara uno de los cantantes, siendo designado Bartolomé. Esto fue lo relató al respecto el propio Miguel Matamoros:
“Bartolo siempre fue un gran muchacho. Recuerdo que lo conocí allá por 1944 cuando yo dirigía el Conjunto Matamoros, que formé en el Hotel Nacional en 1942. Me gustó su voz; la manejaba a las mil maravillas y hacía con ella lo que le venía en ganas.”
El Conjunto Matamoros en ese momento estaba integrado por Miguel, Siro y Cueto en las voces; Ramón Dorca en el piano; José Macías y José Quintero en las trompetas; Cristóbal Mendive en el contrabajo y Agustín Gutiérrez en el bongó (uno de los primeros bongoseros del Sexteto Habanero). Al ingresar Bartolomé pasó a ser la voz prima en sustitución de Miguel, quien tenía a su cargo la dirección del conjunto.
El 21 de junio de 1945 el Conjunto Matamoros con el genial Bartolomé Moré arribaron a la capital de México, para cumplir contratos de actuaciones en la radio, teatros y cabarets entre estos el Montparnasse y el legendario Río Rosa. Aquí en la capital azteca cosecharon grandes éxitos. Al regreso de la agrupación para La Habana, en el mes de septiembre del mismo 1945, Bartolomé decide quedarse en México, estadía que duraría cinco años consiguiendo la consagración como cantante al lado de su compatriota el pianista Dámaso Pérez Prado. Esto fue lo que relató Miguel Matamoros:
“Cuando nos dispusimos a regresar de México, Bartolo me pidió permiso para quedarse allí. Iba a casarse con una muchacha mexicana llamada Juana –Juana Bocanegra Durán– que trabajaba de enfermera. Por supuesto que le di mi consentimiento. Lo dejamos allá y creo que estuvo unos tres años por México, llegando a cantar con la orquesta de Dámaso Pérez Prado.”
Bartolomé al solicitar permiso a Miguel, Siro y Cueto, para quedarse es este último quien le aconsejó cambiar su nombre artístico, pues en México les llaman “bartolos” a los burros, entonces decide llamarse Benny, Benny Moré. El Conjunto Matamoros con Benny Moré hizo diez grabaciones junto a las voces de Siro y Cueto, en discos de 78 r.p.m. en Cuba en ese año 1945, (antes de partir hacia México) destacándose como voz líder sólo en el número “Ofrenda Criolla” (G. Rodríguez Fiffé y F. Fernández), los otros temas son: “Seré Dichoso” (Ramón Dorca), “¿Qué Será Eso?” (A. Delachaux y Siro Rodríguez), “La Ruina Del Bohío” (M. Matamoros), “Mexicanita Veracruzana” (Rafael Enrizo), “Buenos Hermanos” (M. Matamoros), “La Cazuelita” (Hermenegildo Cárdenas), “Penicilina” (Abelardo Valdés), “Me La Llevo” (Rafael Cueto) y “Se Va A Morir” (M. Matamoros).
Matamoros persistió con mayor fuerza en los conjuntos para las grabaciones y las fiestas, con primeras voces como las de Carlos Embale, Rigoberto Díaz y Juana María Casas, una de sus mujeres conocida como “La Mariposa”. Carlos Embales sustituyó a Benny Moré a partir de 1945, su incursión con la agrupación de Matamoros se prolongó hasta 1954. Entre otros músicos que integraron los grupos de Miguel Matamoros, en un determinado momento, además de los arriba mencionados, figuran los pianistas Pedro Peruchín Jústiz (Pedro Nolasco Jústiz Rodríguez) y Mariano Mercerón, Miguel Poveda, Paquito Portela, Manuel “Mozo” Borgellá, Ramón Vueltas, Angélico Santiago, Maximiliano Sánchez, Armando Beltrán, Evelio Rodríguez, Raúl Dihigo y uno conocido como “Regatillo”.
El comienzo del descenso
En 1947, ahora como Conjunto Matamoros viajan por tercera vez a Santo Domingo, actuando en teatros y la Radio por un tiempo de dos semanas, para retornar a La Habana. En enero de 1948, el conjunto parte para Venezuela para cumplir compromisos en los Carnavales de Caracas, es una corta estancia pues en el mes de febrero están de nuevo en Cuba.
En el mes de octubre de 1948, son contratados por la RCA Víctor para grabar algunos discos, como conjunto, y viajan a la ciudad de Nueva York, donde, además, realizaron algunas actuaciones en el teatro Triboro. Regresando en el mes de diciembre a La Habana para continuar con su actividad artística. Pero, en noviembre de 1949, están de nuevo en Nueva York para realizar presentaciones en el teatro Puerto Rico con gran éxito, como también para hacer algunas grabaciones de discos; regresando al mes siguiente a La Habana.
En 951 el Trío inició una gira artística desde Guantánamo hasta Santa Clara, que comprendió algunas ciudades y pueblos de las provincias de Oriente y Las Villas. El 10 de marzo de 1952, Fulgencio Batista dio un golpe de estado y derribó al presidente Prío Socarrás, por este tiempo, era bien conocida la simpatía que Batista sentía por el Trío, dado que este había compuesto años atrás algunos temas de corte político en contra de la política de Machado. Entonces, en la década del 50, cuando Miguel Matamoros retornó a la estructura de Trío con una actividad muy irregular, el congreso cubano les decretó un auxilio para que sus integrantes vivieran decorosamente, según lo manifestó el periodista cubano, radicado en Cali, José Pardo Llada. Así, durante los años 1952 a 1954 permanecen en Cuba actuando en la radio, la televisión y teatros, entre otros escenarios. Haciendo presentaciones en ciudades y pueblos de principalmente en la provincia de La Habana.
En esta década del 50, cuando Miguel estaba sentimental y artísticamente unido a la cantante Juana María Casas “La Mariposa”, grabó con ella un álbum para el sello Panart, bajo el título de Cuarteto Maisí, con guitarra, piano, trompeta y tumbadora y las voces de Juana María y Miguel –era en realidad un quinteto- demostrando que aún a los 60 años, era Miguel Matamoros, con Trío o sin él. De esta unión con la Mariposa nació una hija, Seve Matamoros.
Pero años atrás, Miguel tuvo amores con otra santiaguera a quien le dedicó el bolero-son “Mata y Beby” (Mata como apócope de Matamoros y Beby por el apodo por el que se conocía a esta señora) tuvo un hijo, Mario Miguel, a quien le dedicó un número con ese mismo nombre “Mario Miguel”. Con Mercedes, su primera esposa a la que volvió a unirse después de divorciarse de “La Mariposa”, al parecer no tuvo hijos.
En el mes de abril de 1955, reaparecen actuando en Puerto Rico, en las ciudades de Mayagüez y San Juan. Trabajaron en la radio, teatros y cabarets, y grabaron algunos discos en formato de Long Play, para la compañía de discos Marvela (Martínez-Vela). De nuevo regresan en 1956 a Puerto Rico pero sólo para hacer grabaciones. En el mes de junio de este año, viajan por espacio de dos semanas a Santo Domingo para cumplir con actuaciones en la radio Escribano y en el teatro Julia. El Trío grabó además varios discos en formato L.P. por esta la década del 50 para los sellos Kubaney, Ansonia y Velvet.
En 1956, están por novena vez en Nueva York para realizar, de nuevo, presentaciones en el teatro Puerto Rico con tanto éxito que el contrato les fue extendido por quince días, además hicieron grabaciones de discos; antes de su regreso a La Habana. En el mes de octubre de 1957, viajaron, de nuevo, rumbo a la ciudad de los rascacielos, cumpliendo actuaciones en los teatros Puerto Rico y El Palladium, la casa del mambo, en esa época. Realizaron sus últimas grabaciones en la radio CMQ de La Habana en el año 1957, cuando cada uno de los integrantes del Trío tenía más de 60 años.
En el mes de abril de 1958, se presentan en el cabaret Copacabana de la ciudad de Colón, en Panamá. En julio de 1958, van por última vez, a Venezuela y actuaron en la radio, cabarets y teatros de Caracas. El Trío Matamoros actuó por última vez para el pueblo cubano en el Teatro Chaplin a principios del mes de marzo de 1960. El 5 de marzo de este año, realizan la que sería la última salida de su país, Cuba, rumbo a Nueva York, la cual se extendió a la ciudad de Chicago; actuando sólo en teatros. Regresando en abril de ese año a La Habana.
La actividad del Trío Matamoros duró hasta el 10 de mayo de 1960, cuando se produjo el retiro artístico de Miguel, Siro y Cueto, después de treinta y cinco años de labores artísticas, cansado de viajes, en los que pasearon la música popular cubana por muchas partes del mundo. Se despidieron del público cubano la noche de ese 10 de mayo, a través de la Televisión Nacional, en el programa “Jueves de Partagás” en el cual se dio el anuncio del silencio musical definitivo del Trío más famoso.
El mutismo al que se sometió el Trío Matamoros no fue casual, recordemos que el 1º de enero de 1959 el movimiento dirigido por Fidel Castro había derribado al presidente Fulgencio Batista, y sucedió que por esta época Fidel Castro, el líder de la revolución cubana, anunció al país la adhesión del movimiento revolucionario al comunismo, (un año más tarde, en 1961, lo anunciaría al mundo en la ONU) con lo cual nunca estuvo de acuerdo Miguel Matamoros, entonces para no hacer una representación musical en el plano internacional de una patria comunista optó por el silencio.
Coincidencia Matemática
La muerte de los integrantes del Trío Matamoros está en una progresión aritmética de diez años de diferencia entre cada uno: Miguel Matamoros murió el 15 de abril de 1971, en su natal Santiago de Cuba, luego de tener una grave parálisis muscular y de estar casi ciego, a la edad de 77 años. Siro Rodríguez el 29 de marzo de 1981 y Rafael Cueto el 7 de agosto de 1991 en La Habana, Cuba.
Se sabe que a la muerte de Miguel Matamoros le sobrevivieron un hijo, Mario Miguel Matamoros, y una hija, Seve Matamoros, que vive en Cuba y aunque ha intentado incursionar como cantante, no ha tenido éxito.
Siro Rodríguez
Siro Rodríguez Furneaux. Nació el 9 de diciembre de 1899, en la casa número 3 de la calle Marte, entre Garzón y General Escario, en Santiago de Cuba. Hijo de Apolonio Rodríguez, pequeño comerciante, y de Leocadia Furneaux. Su infancia transcurrió en el barrio Tívoli, en las calles Santa Rosa y Santiago, en la casa de unos familiares por el lado materno. Cursó sus estudios primarios en la escuela pública Modelo. En su adolescencia aprendió el oficio de herrero en el taller de Melesio Rizo, ubicado en el barrio Sueño.
Poseedor de una potente voz de barítono, a los catorce años de edad debutó artísticamente cantando a dúo con Alberto Aroche, en un homenaje que Sindo Garay le ofreció al trovador Leopoldo Rubalcaba en el teatro de Oriente de Santiago de Cuba. La melodía interpretada a dúo, en aquella oportunidad por Siro, en la voz prima, y Aroche en la segunda voz, con Sindo en la guitarra acompañante fue la criolla dominicana “Olas Que Al Norte Arrastran”,
En 1918 se trasladó a trabajar a central Oriente, en Palma Soriano, de aquí pasa a central Preston, donde prestó sus servicios como segundo herrero del taller de locomotoras. Nuevamente reingresa a prestar sus servicios como mecánico herrero en central Oriente. De ahí se trasladó a la central de Ciego de Ávila, en Camagüey. Más tarde se encuentra laborando en el central Jaronú, y en unas vacaciones decidió visitar La Habana. Donde su estancia coincidió con el entierro del general José Miguel Gómez, quien fuera presidente de la república. Al regreso de estas vacaciones se reincorporó al taller de Melesio Rizo.
En una de las cruces de hierro que adornan las torres de la catedral de Santiago de Cuba, está grabado el nombre de Siro Rodríguez y el de su maestro, cuando decidieron hacerlas dobles y el trabajo le fue encomendado a la herrería donde trabajaba Siro.
El 8 de mayo de 1925 acudió como invitado por su amigo Rafael Cueto, a la fiesta por el cumpleaños treinta y uno de Miguel Matamoros, con quien cantó a dúo aquella memorable noche. Fue así como se creo ese día uno de los tríos más famosos de Cuba, el Trío Matamoros. Con su voz de barítono muy dulce, cada vez que tenía oportunidad arpegiaba con su voz sobre el acorde con gran maestría. Junto con los demás integrantes del trío recorrió una gran parte de los escenarios de muchas ciudades del mundo.
Como autor musical nos dejó algunas creaciones que grabó el trío Matamoros, entre ellas los sones “El Puerquito En La Yuca” y “Déjame Gozar Mulata”; así como también su bolero “Cien Veces”, que encierra un hermoso mensaje autobiográfico. Falleció el domingo 29 de marzo de 1981, a las seis de la mañana.
Rafael Cueto
Rafael Cueto Hechavarría. Nació el 14 de marzo de 1900 en la calle de San Agustín número 7, entre las calles Pozo del Rey y Enramada, en Santiago de Cuba. Músico de escuela que conocía de armonía. Era la segunda guitarra y tercera voz del Trío Matamoros. Mientras Miguel “rayaba” la guitarra Rafael, aparte de marcar los tonos, hacía unos movimientos de bajos insuperables.
Aprendió las primeras letras en una escuela privada situada en la esquina de la calle de su casa; a los ocho años ingresó a la escuela Modelo, situada por aquellos tiempos en la calle San Jerónimo y Paraíso. Posteriormente su padre lo trasladó para la escuela El Divino Maestro y por último, lo matriculó en el colegio que dirigía don Juan Martínez, en las calles Providencia y san Félix; esta escuela fue un verdadero centro de intelectuales que fueron condiscípulos de Rafael. El reiterado cambio de escuelas y colegios obedecía a las repetidas inasistencias del joven Rafael a clases por la pasión que sentía por hacerse pelotero. En lugar de asistir a clases se fugaba para jugar al béisbol.
A los siete años, Rafael Cueto inició sus estudios musicales de Solfeo y Teoría de Música con la niña Antidia Fabré, que era una estudiante con notas sobresalientes y vecina de la misma calle donde vivía Rafael. Pero el niño Rafael había comenzado a aprender de manera autodidacta el tres, que fue el primer instrumento que le llamó la atención, el cual era propiedad de tío suyo llamado José Hechavarría. Cuando su tío se marchaba para el trabajo el joven Rafael aprovechaba para tocar el instrumento, después de que fuera sorprendido en varias oportunidades y reprendido por su tío, llegó a superar el sobrino al dueño del instrumento que terminó por regalárselo.
Su padre le escoge como oficio el de sastre y lo ingresa como aprendiz en la sastrería de Barrabeit, situada en la calle Enramada entre Carnicería y Calvario, cuando el joven Rafael Cueto tenía solo catorce años. Luego pasó a trabajar a la sastrería de José Dolores Sánchez, localizada en la calle san Juan Nepomuceno y Jagüey; más tarde siguió a la sastrería de Caraballo, en la calle San Félix esquina con Carmen, todas ellas en Santiago de Cuba. El sueldo que ganaba era poco, pero de nuevo el juego del béisbol, ahora unido a la afición por la guitarra impidieron que aprendiera el oficio de sastre, porque las faltas al trabajo eran frecuentes.
Se dice que de no haber se consagrado a la música y de haberlo hecho a la práctica del béisbol, hubiera llegado a figurar entre los más destacados en ese deporte en Cuba. Esto quedó demostrado al pertenecer a la Liga de los Juveniles de la Provincia de Oriente, y se reafirmó cuando pasó a jugar en la Liga Amateur; su nombre y fotografía aparecieron con frecuencia en la prensa de Santiago de Cuba, destacando sus brillantes jugadas realizadas en el diamante de béisbol.
Como Rafael Cueto era miembro de una familia numerosa y su padre ganaba muy poco sueldo, era necesario que buscara un trabajo mejor remunerado. Su hermano menor le consiguió trabajo en la fábrica de fideos La Confianza, donde permaneció por poco tiempo, pues aunque ganaba un poco más como sastre no llegó a dominar satisfactoriamente la manipulación del producto que se fabricaba. Recomendado por el capitán del equipo Estrellas de Bacardí, comenzó a trabajar en la fábrica de ron Bacardí, y formó parte del mencionado equipo como receptor.
A los quince años comenzó a estudiar la guitarra con un músico de nombre Manuel, conocido por “Hueso”, quien lo acompañaba en algunas ocasiones cuando Rafael tocaba el tres. Aprendió a tocar rápidamente la guitarra por los conocimientos adquiridos por el toque del tres. Después se entusiasmó con el aprendizaje del cornetín y comenzó a recibir clases de un profesor llamado Fermín, que continuó más tarde con Faustino Miró, conocido como “Kico”.
Posteriormente, cuando tenía dieciséis años, Rafael Cueto ingresa a trabajar en la cervecería Tropical, donde permanece trabajando por un periodo un poco más largo. Su tarea era descargar las cajas con botellas vacías y cargar con cajas de botellas llenas de cerveza los camiones repartidores; un día al verlo su padre se sorprendió de la rudeza del trabajo y lo poco remunerado, entonces decidió buscarle un trabajo más acorde a su edad.
Con la colaboración de algunos amigos su padre obtuvo que fuera nombrado mecanógrafo temporal en la Junta Provincial Electoral de Oriente, pero una vez finalizado el periodo electoral quedó insubsistente. A los pocos días su padre lo ubicó en la Jefatura de Policía de Santiago de Cuba, donde se desempeñó de policía escribiente, cargo en el que estuvo por poco tiempo. Renunció para desempeñar un cargo similar, como escribiente, en la Jefatura Local de Sanidad, donde permaneció desde los inicios de 1919 hasta 1928, cuando realizó el viaje a Nueva York con el Trío Matamoros, no obstante haber solicitado previamente una licencia por un mes que le habían concedido fue despedido.
Antes de conocer a Miguel Matamoros, Rafael Cueto acompañó a casi todos los mejores cantantes y guitarristas de Santiago de Cuba. Pero no fue sino hasta el año 1924, cuando conoció a Miguel por intermedio de un amigo de ambos, Bernardino Reboredo, quien los presentó. Matamoros tenía la urgencia en aquellos instantes de un guitarrista acompañante que sustituyera a Alfonso del Río, en el Trío Oriental —que dirigía Miguel Matamoros y que también integraba Miguel Bisbé en la segunda voz y claves—, para un viaje que proyectaban hacer a La Habana; pues a Alfonso del Río, quien era oficial de policía, le habían negado el permiso solicitado para tal fin. Así fue como Rafael Cueto se vinculó al Trío Oriental, cuya presentación en La Habana, en 1924, tuvo por escenarios los teatros Albisu (Campoamor) y Actualidades.
De aquí en adelante la historia de su vida es afín a la del Trío Matamoros, al lado de Miguel Matamoros y Siro Rodríguez. Como guitarrista acompañante Rafael Cueto es considerado uno de los más destacados en la música popular cubana, falleció el 7 de agosto de 1991 en La Habana, Cuba.
Acerca de la música de Miguel Matamoros
La producción musical de Miguel Matamoros, que sobrepasa los doscientos títulos, incluye piezas de la más fina orfebrería musical antillana. Fue un trovador de ideas frescas, ritmo elocuente y buen gusto que sabía ponerle humor a sus composiciones. En el índice de sus creaciones, que incluyen sones, boleros, guarachas y otros géneros del amplio repertorio del cancionero popular cubano, muestra concepciones del más puro sabor de su provincia oriental. Obras que por su alta calidad melódica y rítmica, permanecen vigentes y aparecen refrescadas en nuevas versiones. Así lo expresan composiciones como: “Lágrimas Negras”, “Mamá, Son De La Loma”, “El Que Siembra Su Maíz”, “Santiaguera” y muchas más.
El ingenio creador de Miguel Matamoros es destacado por los estudiosos de la música popular cubana, señalando que “la intuición natural y vigorosa, unida a la rica cultura oral y a la observación de la música popular que tenía Miguel Matamoros”, le permitió sintetizar creativamente acentuaciones y ritmos afros adaptados con romances, y cantares antiguos hispanos, en algo que el musicólogo cubano Danilo Orozco ha llamado la “Marcha matamorina”. Las letras de sus composiciones han sido objeto de estudio de literatos, sicólogos y siguen hoy en día gozando de modernas interpretaciones, no hay músico que resista el hechizo del son de Matamoros.
Matamoros además de poseer una fina sensibilidad, fue un individuo que vivió siempre atento a todo acontecimiento que suscitara el interés del pueblo, así por ejemplo el 12 de junio de 1929 visitó Cuba un médico vasco natural de Santander (España) llamado Fernando Asuero, del que hablaba mucho la prensa mundial, en ese entonces, debido a que éste aseguraba haber descubierto un procedimiento para curar cierto tipo de parálisis, consistente en pinchar o tocar determinado nervio, llamado el trigémino. Lo de Asuero resultó una completa farsa, pues su procedimiento no curaba a nadie. Este hecho propició que Matamoros compusiera un son que hizo época, al que tituló “El Paralítico” (1930) y que es por su estructura uno de los mejores sones que en Cuba se han compuesto:
Veinte años en mi término,
me encontraba paralítico,
y me dijo un hombre místico
que me extirpara el trigémino.
Otro factor a considerar entre los que propiciaron el gran éxito alcanzado por el Trío Matamoros, es el carácter de gran innovador que todos le conceden a Miguel, que fue evidenciado con la creación del bolero-son, es decir que al tema lírico que viene expresado en todo bolero –romántico y nostálgico–:
Aunque tú me has dejado en el abandono
aunque ya han muerto todas mis ilusiones
en vez de maldecirte con justo incono
en mis sueños te colmo, de bendiciones.
Sufro la inmensa pena de tu extravío
y siento el dolor profundo de tu partida,
y lloro sin que sepas que el llanto mío
tiene lágrimas negras
tiene lágrimas negras como mi vida
le añadió el montuno (parte final del son), más alegre y hasta se ríe de la propia desgracia, haciendo del bolero un género bailable:
Tu me quieres dejar
yo no quiero sufrir
contigo me voy mi santa
aunque me cueste morir.
Son algunos buenos ejemplos: el primigenio “Lágrimas Negras”, “Conciencia”, “Mata y Beby” y “Santiaguera”.
De otro lado, el impacto del Trío Matamoros se apoyaba en la guitarra de Miguel, que en lugar de rasguear, como los ejecutantes de la época, la punteaba, puesto que la guitarra que así se toca: canta, hace melodía, y así le enseñó Miguel a tocar a Rafael Cueto. De esta manera el sonido era distinto al que se escuchaba en materia de dúos de guitarras y en la forma de orquestación del son, que además de las guitarras era acompañado por una percusión menor. Así el sonido del son que se escuchaba era robusto, como para invitar a bailar y armónico, agradable y suave para el oyente.
A continuación se detalla el origen de algunas de las composiciones más conocidas de Miguel Matamoros en el que se aprecia su ingenio como trovador del son:
“El Que Siembra Su Maíz” (1928), esta canción fue inspirada en verdad en un señor vendedor de pasteles que le decían (o tal vez de apellido) Mayor, que se enamoró de una muchacha muy joven y en ese tiempo, los padres no permitían este tipo de relaciones, entonces se dice que la llevó escondida a las lomas y desapareció. Hay quienes decían que estaba muerto, otros que se había llevado la muchacha y por eso no regresaba, que se había escapado con la joven y estaba preso, se creó todo un misterio alrededor de este personaje, por eso se escucha en el pregón:
¡Huye! ¡Huye!
¿Dónde está Mayor?
¿Dónde está?
¡Ya no vende por las calles!
ya no pregona en la esquina,
ya no quiere trabajar
El que siempre su maíz,
¡que se coma su pinol!
Por esto en la parte final está el mensaje de la filosofía popular: El que siempre su maíz, / ¡que se coma su pinol!, cada cual cosecha en la vida lo que siembra. Pinol era una torta de maíz tostado, molido y azucarado.
“La Mujer De Antonio” (1929) en esta canción Miguel Matamoros captó escenas del acontecer diario, donde con sutil ironía en una cuarteta sintetiza la situación politico-social bajo el gobierno de Gerardo Machado: alimento a cambio de estar políticamente callado:
Mala lengua tú no sigas
hablando mal de Machado,
que te ha puesto allí un mercado
que te llena la barriga.
La mujer de Antonio camina así. . .
“La Bomba Lacrimosa” (1928) en este son hace una burla sarcástica burlando, cuando en el cuarteto entona:
Hoy lo que pasa en La Habana,
sólo lo sabe mi moza;
juegan los guardias con gana
con la bomba lacrimosa.
Tírame una bomba lacrimosa
que tengo ganas de llorar,
porque se han puesto las cosas
que no se puede comprar.
“¿Quién Tiró La Bomba?” (1935) en esta guaracha-son comenta la huelga de 1935 y el coronel al que hace referencia es de apellido Pedraza, encargado de disolver a los manifestantes:
Por orden del Coronel
registra la policía
¿Quién tiró la bomba, quién tiró?
“Los Carnavales De Oriente” (1928) tema en ritmo de conga compuesta por Miguel Matamoros pero que aparece de la autoría de Rafael Cueto, porque para los cumpleaños, en ese tiempo, se acostumbraba a regalar canciones o poemas y Miguel le dio este regalo musical a Cueto.
Fuentes Consultadas
Edición julio de 2006
Derechos Reservados de Autor
Herencia Latina