Pacho Galán, apóstol lírico de la
música popular colombiana

 

 

 

Su vida blasonada en el pentagrama de la cultura folclórica nacional. Ejemplo de consagración y capacidad de trabajo.

 

 

 

Por ALFREDO DE LA ESPRIELLA



‘Pacho’ Galán más que un reconocido músico profesional, en sí, era toda una orquesta vocacional acumulada en la capacidad suya de compositor, vibrando permanentemente, ya al ritmo apasionado de su trompeta como al calor de su talento original.


La música popular de nuestra Costa Caribe colombiana tuvo en él uno de los más autóctonos intérpretes de sus secretos. La que fue alimentando las fibras de su inspiración haciéndolo original en la vibración cálida de todas sus notas.


La sencillez fue tributo y adorno de su propio señorío costeño. Modo de ser extrovertido y cordial cuya línea de trabajo a través del pentagrama de su inspirado estro musical ha sido calificado siempre por la mística sagrada que le puso a las obligaciones de su vocación.


No tuvo ‘Pacho’ otra escuela diferente a la que la experiencia le enseñó a los compases del trabajo. Entregado a su profesión, desde muy joven, y a todo lo largo de su fecunda vida marcó huellas que dejaran la noble constancia de su respetable jerarquía de Maestro.


Diría yo que, a pesar de los años, fue el ilustre ‘Pacho’ Galán joven en la medida que el tiempo le señalaba la edad de sus éxitos que ha detenido en la memoria la mística ejemplar de su propia gloria.


La trompeta fue su arma de batalla, digámoslo así, musicalmente. La que le permitió abrirse campo y definir la suerte de su porvenir. Fortuna que le buscó a él y le confió a su carrera todo cuanto se merecía la consagración y la misión didáctica que, asimismo, asumió con aquel método simple de su experiencia y la dinámica ejecutiva de su capacidad y altruismo.


Hombre oriundo de aquella tierra soledeña tan íntimamente ligada a múltiples gestas atlanticenses. Jamás se apartó de ella, compartiendo siempre a la sombra tutelar de sus raíces el fruto fecundo de su entrega con el orgullo nativo cual tanto honraba el desafío de su espíritu cívico.
Tal, la lumbre de esta vida acumulada al servicio de la cultura popular: distribuida por escenarios, plazas y conciertos populares que honraban el plebiscito de su competencia y capacidad profesional. Su solo nombre ¡‘Pacho’! Era ya como un clarín de fina sonoridad que convocaba al tributo de amistad, a la cálida manifestación de simpatía y al afecto comunicativo cuanto brindaba él con la diáfana transparencia de su carácter y esa franca bondad que justificaban las virtudes de su estirpe.
Lo conocí y traté mucho. Desde aquellos lejanos tiempos cuando bajo la batuta del maestro alemán Dimmer, el ‘beethoviano’ director de la Banda de la Policía que tanto contribuyó con su sabiduría y experiencia a formar músicos con la escuela superior de su académica sabiduría, hasta cuando ya integraba parte del grupo de la ‘Emisora Atlántico Jazz-Band’. Por aquellas fechas la Orquesta de Salón más prestigiosa de Barranquilla y quizá, en su género del país. No había en su conjunto uno solo de sus componentes que no fuera ‘Orfeo’ de la música. Empezando por su director Guido Perla y el pianista Luis Alfonso Meza. De todos habría que hablar un poco y extendernos también porque el sortilegio de esta agrupación era este cautivo privilegio. Por supuesto, inolvidables los conciertos, bien llamados así, de música popular que ofrecía dicha Orquesta a través de su propia Emisora los sábados en horas del mediodía. Valiosa contribución al prestigio de nuestra música popular que, como las bellísimas interpretaciones de compositores norteamericanos - ‘blues’ - boleros del romanticismo imperante de entonces, rumbas y guarachas, porros y pasodobles comprometían a todo mundo tanto a bailar como a verlos tocar por la calidad de aquel prestigioso grupo de maestros en la dimensión espectacular de sus tandas y programas.


Se la peleaban los clubes, y todos ellos gozaban el privilegio de ser más que aplaudidos, reconocidos por tantas virtudes positivas suyas. La mayoría de los cuales, aunque parezca una paradoja, también formaban parte de la Orquesta Filarmónica de Barranquilla, cuando el maestro Pedro Biava, otro apóstol de la cultura musical nuestra, la integró desafiando con su voluntad de acero y mística asombrosa el ambiente exigente de nuestro medio que empezó a darse cuenta de los valores que tenía y sobraban por aquel entonces.


Ya, entrando en los cincuenta, ‘Pacho’ era toda una revelación. Viajó fuera del país. Siempre llevando el clima de su originalidad a otros lugares donde no solamente los colombianos lo respetaban sino gentes de otros mundos que no habían escuchado nunca un porro o una cumbia, mucho menos un merecumbé se impresionaban y deleitaban con este mensaje ancestral.


Se surtió todo mundo de discos y sus obras fueron multiplicando aún más sus privilegios. En 1961 siendo ya Secretario de la Junta del Carnaval y Director Artístico de la misma gesta folclórica propuse crear el ‘Congo de Oro’ como premio especial, único, a figuras de nuestra música, de nuestro arte popular que merecieran este reconocimiento y estímulo para honrar así el premio que se estableciera, luego como máxima presea de nuestra fiesta.


Esa noche inolvidable en el ‘Hotel del Prado’ hice entrega de esta distinción a ‘Pacho’ Galán y a otros compositores que tanto habían contribuido con su música al mayor éxito de nuestra tradición como Rafael Campo Miranda, ‘Nacho’ Dugand, Rafael Mejía, Pedro Biava, Esther Forero, Rafael Roncallo. Sonia Osorio, a su vez, recibió el suyo correspondiente por la mejor interpretación de estos géneros llevándolos a los escenarios del ballet con extraordinaria competencia y originalidad.
Fue cediendo ‘Pacho’ entrando en los ochenta, su resistencia física y mental; y lo vimos perder aquel equilibrio que tanto iluminara el prestigio de nuestra música. Se fue apagando con la misma discreción de su meritoria existencia. Sin causar molestia alguna. Solamente, la tristeza de ver aquel titán reducido a una lamentable melancolía humana; él, que había sido toda una fiesta en la propia dimensión espiritual de su carácter y en la dócil manera de compartir siempre con el halago de sus bondades y el privilegio de su competencia.


Dejó ‘Pacho’, el legado de su propia conciencia musical; rico en la proporción que la fama y el respeto demandaron a su personalidad; pero, sin alarde alguno de boato, ni mucho menos de pretensiosa categoría económica. Él, tan fértil en la dinámica de su próspera carrera musical, tan íntegro en la calidad caballerosa de su generosa vocación musical.
En la revista ‘Barranquilla Gráfica’ publicamos extenso reportaje rindiéndole a ‘Pacho’ Galán un homenaje cariñoso y sincero por el éxito alcanzado ya a nivel nacional e internacional de su original ‘Merecumbé’, muy particularmente ‘Cosita linda’.


Tal vez el primero que se le hacía así de extenso y cálido al músico soledeño cuya orquesta propia ya alcanzaba asimismo triunfos y crédito que justificaban no sólo el prestigio del compositor sino la garantía de los componentes de la misma, jóvenes de la generación de los años sesenta que continuaban como las antiguas orquestas famosas de la ciudad acreditando la calidad y categoría de sus privilegios.


Así, como las orquestas de antaño, la del maestro Ojito, la Lira del Caribe, la del maestro Sosa, la de las Emisoras Unidas, la Emisora Atlántico Jazz Band donde ‘Pacho’ fue trompeta maestra y director también un tiempo, la suya de ahora evolucionaba con éxito y no le alcanzaba el bolígrafo para firmar contratos. Ni el tiempo para seguir componiendo.


De aquella entrevista memorable para una biografía de ‘Pacho’, como la que escribiera Carlos Ramos Maldonado, bien calificada publicamos solo tres respuestas a las preguntas del momento:


-”Maestro, ¿cuánta música ha compuesto?


-Tengo más de 400 creaciones y como 89 long play.


-Y de todas, ¿cuáles le ha gustado más?


-Bueno... podría citar tres, con sus respectivos porqué.


‘Cosita linda’ porque con ella nació el Merecumbé. Luego, ‘Te quiero’ porque, siendo un pasillo, me gané un primer puesto en un Concurso nacional. Y, ‘Río y Mar’ porque se la dediqué a Barranquilla.

 


-Maestro, y ¿cómo concibió el Merecumbé?


-Estudiando los ritmos y melodías propias del merengue, la cumbia y el porro. De toda la gama musical nuestra llevándola a los distintos instrumentos. Por ejemplo, a los de percusión, les di el ritmo de merengue, con excepción de la batería que le puse el Bum de la cumbia. Los platillos debían sonar como el porro, el cencerro lo hizo más notorio, lo mismo que los saxofones que debían tocar al unísono. En conjunto, el merecumbé es una fórmula rítmica y melódica de todas nuestras formas musicales, pero con un ritmo especial de batería que, ese sí, es totalmente mío”.

 

Este artículo se publicó en el periódico: El Heraldo de Barranquilla

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Edición de octubre de 2006

 

 

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