Richard Egües y Guillermo Rubalcaba


Dos voces a tiempo de danzón

 


 

Johanna Puyol La Habana

Dos grandes maestros de la música cubana, Richard Egües (1923) y Guillermo Rubalcaba (1927), enriquecieron el danzón y lo llevaron a nuevas alturas de calidad y popularidad, junto a sus herederos el son, el cha cha cha y otros muchos géneros tradicionales cubanos. Ambos han preservado los mejores atributos de la música popular gracias a su virtuosismo como arreglistas y compositores, y a la excelencia musical que han demostrado, Egües como extraordinario intérprete de la flauta, cuyas improvisaciones le dieron al instrumento un nuevo esplendor dentro de la charanga, y Rubalcaba como uno de los mejores pianistas cubanos de todos los tiempos. El genio de ambos para la orquestación fue esencial en la supervivencia de la charanga tradicional cubana, a la que mantuvieron libre de anquilosamiento y a la que confirieron sonoridad y sello propios en las agrupaciones que los consagraron, la Orquesta Aragón y la Charanga de Rubalcaba respectivamente. 

Aunque ya en el ocaso de sus vidas, mantienen vivo el ímpetu creador que los llevó a la fama y que les ha garantizado un lugar en la historia musical del país. En la intimidad de sus hogares, rodeados por los recuerdos de tantos triunfos, rememoran el lugar crucial que mantuvo el danzón a lo largo de sus carreras musicales y nos acercan a la esencia del género. 

Richard Egües 

¿Estuvo presente el danzón desde los inicios de su quehacer musical?

Vengo tocando danzones desde hace mucho tiempo. Comencé a tocarlos incluso antes de entrar a la Aragón. En aquel tiempo tocaba — y aún toco— el piano, el clarinete y el saxofón. Cuando iba a Santa Clara a tocar en un baile tenía que preguntar qué instrumento querían que usara. Quise conocer todos los instrumentos; mi padre, que era director de banda, me enseñó a tocar muchos de ellos. La flauta en ese entonces estaba muy en boga y decidí probarla. Resultó que salí bastante bueno con ella. Me hice flautista y la disfruté mucho. Incluso toqué música clásica con ella, que siempre me gustó. 

El danzón me llamó la atención porque cuando empecé a tocarlo, lo mismo en el piano que con la flauta, al público le gustó mucho mi manera de hacerlo. Después, con la orquesta Aragón, había que tocar de todo, todo tipo de música. Con ella toqué mucho danzón, sobre todo antes de venir para La Habana. En aquel tiempo era una orquesta muy danzonera, aunque después, cuando viajábamos, no lo tocábamos mucho porque íbamos en forma de presentación y lo que más se usaba era el bolero, menos en México, que hacía furor. Allí sí tenían una buena tradición danzonera, tocábamos con las orquestas mexicanas y teníamos un gran público. 

Estuve con la orquesta Aragón 31 años “al seguro”, porque anteriormente, en los años 51, 52 y 53 tocaba con la orquesta haciéndole de suplente al flautista (Rolando Lozano). Ese flautista vivía en Cienfuegos, yo vivía en Santa Clara, pero el alcalde de Cienfuegos era amigo mío. Él me decía: “Asegúrame siempre la retreta de los jueves —que era lo más fuerte que se tocaba allí—. El domingo te puedes ir, sin problemas”. Así que los domingos yo podía salir a tocar bailes, mientras que el flautista de la Aragón, que también tocaba en la banda, no tenía permiso para irse. Así que le hacía de suplente muchas veces. Él quiso que me quedara en la orquesta en su lugar, cuando esta tuvo oportunidad de venir para La Habana. Yo, la verdad, no pensaba venir, tenía otras cosas en mente, era también tabaquero y tenía mucho trabajo. Pero tuve que venir con la orquesta porque me obligaron las circunstancias. Cuando dije que no podía venir, Rafael Lay (director de la orquesta Aragón) me habló y me habló hasta que me convenció. Lo demás ya se sabe… Estuve con la Aragón hasta el año 84, y después creé una orquesta propia muy buena. Tuve que dejarla por problemas de salud. Casi no toco ya, estoy muy viejo. Me queda lo que he hecho. Tengo mucha música grabada que escucho todos los días.  

¿Fueron especiales los danzones que interpretó y compuso?

En mi tiempo en la orquesta Aragón empecé a hacer música, me convertí en compositor. Pero no un compositor de esos que dicen: “Tengo ciento y pico de números. Tengo 200”. Mis números no llegan a 100 pero todos fueron números que dieron la talla. Hice muchos que regalé y que se volvieron famosos también. Así también ocurrió con el danzón, le fui cogiendo cariño y me dediqué a componerlo.  

El danzón lo hizo Faílde el siglo pasado y después fue evolucionando. Hoy se ha convertido en danzón-chá y otros tipos por el estilo, ha recibido partes de otros ritmos. Traté de salir airoso con el estilo moderno y muchas de mis composiciones son danzón-chá, aunque tengo del tipo tradicional también. Uno de los más bonitos que hice fue el que dediqué a mi hija, “Gladys”, y el último que compuse se llama “Por eso hay cosas”. Yo siempre he rendido culto al danzón, siempre lo tocaba en la orquesta. Aunque se le ha dado otra sonoridad, siempre nos encargamos, todos los músicos que lo cultivamos, de que el danzón tenga el lugar que merece dentro de la música cubana. 

Guillermo Rubalcaba 

¿Qué eventos lo llevaron al encuentro con el danzón?

Empecé en la música desde muy pequeño porque mi papá fue compositor y autor, tocaba trompeta y trombón. En mi casa todos éramos músicos. Con 15 años empecé a tocar el violín con una orquesta llamada Aserrín, de Felito Ruiz. Vine para la Habana en el 59 y empecé a tener otra vida musical, tocaba con Jorrín, con la orquesta de Barbarito Diez, acompañaba a Omara, a Helena, a Blanca Rosa Gil… he tocado con muchos artistas. 

Empecé con el danzón en la época de Odilio Urfé, que era musicólogo del Ministerio de Cultura. Él tenía una charanga a la francesa, la Charanga Típica. Yo formaba parte de la orquesta de Enrique Jorrín, el creador del cha cha cha, con el que empecé en el año 1959, más o menos. Después estuve un tiempo separado de él, tocando con otras agrupaciones: trabajé con Pancho Bravo y con Barbarito Diez, entre otros. En el año 63 comencé a tocar en el club Barbarán y estuve allí cerca de tres años. Conmigo tocaba, en el bajo, Juan Formell, que empezaba en aquel momento. 

En el año 1964 Jorrín tenía contratado un viaje para África. En ese momento yo tocaba violín en el ICRT, en Radio Progreso. Jorrín me habló del proyecto y me pidió que fuera como pianista. Volví a salir con él en el 67, cuando la Expo de Canadá. Al regreso hicimos varias presentaciones aquí en Cuba y tocamos en la radio, pero entonces la orquesta se paralizó por problemas administrativos. 

En el año 1970 me llamó Odilio Urfé y entré como pianista a su orquesta danzonera, que hacía danzones didácticos. No era una orquesta para bailar, era para escuchar, para tocar las danzas: contradanzas, danzones… Dos o tres años después le otorgaron a la agrupación el nombre de Charanga Típica de Rubalcaba, porque nadie le decía Charanga Típica de Concierto, sino la Charanga de Rubalcaba. 

El danzón es la música nacional cubana, ¿cree que pueda recuperar la frescura de antaño?

Todo aquel trabajo que hacía Odilio Urfé con el danzón le llamaba la atención a las personas mayores pero los jóvenes pensaban que era una música vieja, no la entendían y no les gustaba. Cuando alcancé la dirección de la orquesta traté de modificar el danzón. Comencé a hacer danzones más modernos, con otro tipo de música, con otro brillo, más movimiento. Incluso tengo varios danzones con temas de películas. ¿Recuerdas la novela Sol de batey?, con ella hice un arreglo que gustó mucho, un número que funcionó muy bien. Al público le comenzó a llamar la atención porque ya no sonaba como una orquesta de otra época, sino como una orquesta moderna. Aunque tocamos muchos danzones antiguos también, la mayoría tenía arreglos modernos. Así fui relacionando a los jóvenes con esta música, porque el género había decaído. Me gané al público, que bailaba cada vez que oía la Charanga, y eso se había perdido con el danzón. 

La juventud se debe dar cuenta de que no hay música mala ni buena, solo se tiene que tocar bien. El danzón no morirá, siempre seguirá: más moderno, más movido. Hay muchos músicos jóvenes que lo están interpretando… a su manera, pero lo tocan. Igual sucede con las parejas de baile. Ya los jóvenes están bailando el danzón y en Matanzas hasta los niños aprenden. Ahora incluso hay escuelas que lo enseñan. Creo que hay esperanza de que no se pierda la tradición, y para este año veo buenas señales. 

Tomado de: http://www.lajiribilla.cu/2006/n270_07/270_16.html

Edición de septiembre de 2006

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