ANA MARIA IGLESIAS

(1934-2006)

Por: Willie Colón

 

Ana Maria Iglesias, de 71 años vivió gran parte de su vida en “Boogey Down”. Victima de esas duras calles inolvidables, perdió a su esposo Eddie y sus dos hijos: Pito y Vincent, le sobreviven su hija Gina de  44 años, y su sobrino Willie Colón de 55 años, además de cuatro nietos: Vincent, Ericka, PJ y Andre.

 

Willie Colón

 

Ha habido tres mujeres importantes en mi vida y Ana María era una de ellas. Después que Abuelita [la de la canción de la producción “La Gran Fuga”] se fue, Ana pasó a ocupar su lugar. Ella estuvo allí para mi y mi hijo, y estuvo más envuelta en nuestras vidas que mi propia madre.  Bromeaba con mis niños pequeños y los amenazaba con darles “powpow” en las nalgas.  Nos cocinaba para el Día de Acción de Gracia, y que no te viera hablando mal de Wilito, !Porque te daba una patada en el trasero! Ella no tenía problema en llamarme Willie Gillily. Conocía las fechas de cumpleaños o de fallecimiento de todos, porque jugaba [en la lotería o “bolita”] esos números todos los días. Ella combinaba las fechas de nacimiento de Gina y de la Abuela, y los jugaba. En la política y en los espectáculos hay mucha gente que habla con palabras bonitas, pero Ana no tenía más palabras bonitas que “Dios te bendiga”. Si ella te decía que lo entendía, no podíamos olvidar que también lo podían decir sus ojos.

 

La Orquesta Aragón - La Charanga Eterna, 1957. Foto de los archivos de la orquesta Aragón

 

Ana no tenía palabras bonitas, pero su seguridad y generosidad te demostraban que no incumpliría sus promesas. Ella fue Salsera hasta su muerte. Le encantaba la Charanga y Eddie Palmieri, y por supuesto Willie Colón. Yo acababa de regresar el lunes 6 de febrero en la mañana de Perú y cuando llegué a mi casa, y chequeo los mensajes que estaban en mi grabadora, escuché un mensaje de Gina.

Willie Colón y su hermana. Foto de los archivos de Herencia Latina.

 

Julia y yo fuimos rápidamente al centro de la ciudad. Cuando llegamos al lugar, medio vecindario estaba esperando afuera de la sala. Sus cómplices y sus amigas de al frente estaban allí (todas con edades por encima de los 75 años). Ellas me dijeron que Ana había sufrido  el viernes pasado, en la noche, lo que ellas llaman “dolores de gases”, entonces, le pidió a una amiga que le diera un sobo. El sábado se fue poniendo peor, ella decía que sentía una cuchilla en el pecho. Su mejor amiga quería llamar una ambulancia, pero Ana le decía que no quería salir de su casa en una ambulancia. Y fue por lo que Sonia bajó las escaleras y llamó a un taxi, la llevaron al St. Barnabus Hospital, cuando la evaluaron decidieron enviarla al Cornell Medical Center. El cuerpo medico descubrió que el “dolor de gas” era su corazón necesitado de sangre, y mientras más necesitaba, más y más bombeaba, hasta que se rasgó y se abrió.

Cuando llegué al hospital me quedé asombrado al ver a Ana conversando con todo el mundo. Me le acerque y la bese en la frente. Tenía varios tubos saliéndole de su boca, pero estos no le impidieron hablar. ¡Tú ves, Ana tenía que decirme un par de cosas sobre la familia antes de ella entrar! Sin preocupación alguna, me preguntó por los niños, uno por uno, y me pidió que les dijera que los quería mucho. Luego me preguntó si había algo nuevo. Mientras ella pensaba sobre lo próximo que me iba a decir, yo empecé a sentir que sería la última vez que hablaría con ella.  Y me sentí triste al saber que todo esfuerzo sería inútil. Ella continuó hablando sin detenerse. Finalmente se cansó y se quedó dormida.

Nosotros volvimos más tarde, pero aún permanecía dormida. Al día siguiente nos enteramos que había tenido una noche difícil, por lo que fue puesta en un estado de coma inducido. Al tercer día los cirujanos se negaron a operarla. El cuarto día — miércoles 8 de febrero de 2006 — ella murió a las 9 de la mañana.

La vida dura en el barrio no la mató, ni la hizo caer.  Esta dama las paso dura. Fueron los cigarrillos.  Se fumaba un paquete diario en sus últimos 40 años. Odiaba al alcalde Bloomberg por prohibir el fumar. ¡OH sí!, ella murmuró, ¡Qué castigo! — a mitad de la conversación. Yo le permitía que se trasladara afuera, cuando me visitaba y fumaba. No se puede fumar en mi casa. Ella era bien religiosa al estilo puertorriqueño. Sus amigas me decían que tenía un altar con fotos de la familia y una foto mía. Yo me preguntaba: ¿Cómo esas cosas graciosas yo no las hacia? Pues era porque realmente no estábamos relacionados. Nos adoptamos el uno al otro. Aparte de mi Abuela y mi esposa, yo nunca había encontrado una mujer tan amorosa. Ella siempre será la tía Ana.

No fui una persona muy expresiva cuando ella venía a casa a demostrarme su amor; ahora cuando estoy solo, la recuerdo como olas incontrolables que vienen a mí y lloro como un bebe. No importa que en algunos momentos sea como una patada en el trasero. Hoy día puedo analizar lo mucho que la quería.

Hasta luego Titi Ana.

Willie Colón

9 de febrero de 2006

Nueva York.

 

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