Tony Moreno-El último Independiente Por. ®Tony Sabourin Exclusivo para Herencia Latina
El pasado 16 de noviembre del 2010 perdimos a Antonio (“Tony”) Moreno en su lucha contra el cáncer del hígado. Fue la única batalla que perdió en su vida porque la vida de Tony Moreno fue una cadena de éxitos constantes. Irónicamente, nunca fuimos amigos íntimos. Es más, la primera vez que oí su nombre ni siquiera me cayó bien. Fue hacia los finales de los 70s, cuando me inicié en el negocio de la música como Editor Musical de Latin New York, la auto-denominada “Biblia de los Salseros”, e intenté diversificar el contenido de mi columna Latin Picks, donde analizaba los más recientes LPs lanzados, la extensa mayoría de los cuales provenía del sello Fania, con grabaciones de otras disqueras.
Cuando llegué a las puertas de la desaparecida distribuidora Audiorama, propiedad de los esposos cubanos Hilda y Rafael (“Felo”) Díaz Gutiérrez, y representante del sello TH en Nueva York recibí la triste noticia que TH no facilitaba discos de promoción para Latin New York. Cuando pregunté por qué, Doña Hilda, me dijo, con aires de conspiración, “Tu tocayo no cree en Latin New York.” Yo conocía a Doña Hilda desde hacía algunos años porque ella le compraba perfumes franceses a mi tía cuando ambos vivían en la Calle 177 del Alto Manhattan desde los 60’s cuando Felo Díaz Gutiérrez fue el primer promotor en presentar un acto netamente Latino en el Madison Square Garden: Antonio Aguilar, Flor Silvestre, sus mariachis y sus caballos.
Con una inocencia mezclada con amistad personal le pregunté quién era “mi tocayo” y por qué. “¿Tú no conoces a Tony Moreno?” Mi cara de incredulidad le confirmó mi ignorancia con respecto al nombre. “¿No?”, Doña Hilda repitió, esta vez poniéndose las manos a ambos lados de sus caderas en señal universal de obesidad. “¿El Gordo?” La expresión de desconcierto en mi rostro no cambió; mi cara simplemente giraba de un hombro hacia otro. Lo único que se me ocurrió aducir era que no conocía muchos personajes puertorriqueños de la industria. “No, mi’jito, no. El es cubano como nosotros.” Al ver mi expresión boquiabierta, Hilda Díaz Gutiérrez no tuvo otro remedio que continuar. “Bueno, Tony no cree mucho en Latin New York. Tú sabes mi’jito porque todo lo que ustedes escribe en Latin New York es Fania, Fania, Fania, y tú sabes, muchos de nosotros aquí en ‘La Décima’ pensamos que eso no es justo.” En aquellos años el negocio de distribución discográfica de la música latina neoyorquina estaba concentrado a ambos lados siete cuadras—entre la Calle 44 y la 51--de la Décima Avenida en el West Side de Manhattan. Por ende, “La Décima” era donde se meneaba los mangos musicales de La Gran Manzana.
Aunque le expliqué a Doña Hilda que no podía cambiar esa percepción de inequidad promocional a menos que me dieran material discográfico para publicarlo en Latin New York, la gentil señora sólo cedió a darme un par de LPs de TH, más por amistad hacia mi tía que por deber promocional. Obviamente, el nombre de Tony Moreno no fue de mi agrado por algún tiempo, aunque a juzgar por otras opiniones de otras fuentes, su juicio, con un alto grado de certeza y un nivel de mucha más verdad, era el sentir de “La Décima”.
Para mí, como Editor Musical de “La Biblia de los Salseros”, era muy importante obtener LPs de TH, siglas de Top Hits, para reflejar los nuevos sonidos del género. También porque ya era obvio que el imperio discográfico de Jerry Masucci comenzaba a mostrar señales de inercia, especialmente en Puerto Rico, donde TH (con estrellas como los boricuas Tommy Olivencia, Marvin Santiago y el venezolano Oscar D’León), Borinquen Records del también cubano Darío González (con luminarias como Pellín Rodríguez, Raphy Leavitt y La Selecta y La Orquesta Zodiac, entre otros), además de El Gran Combo, bajo la tutela de Combo Records de Raphy Cartagena, forzaron una reestructuración de sus esfuerzos promocionales de Fania en los Estados Unidos con Nueva York como su base continua, limitando severamente su penetración en el mercado de Puerto Rico, área de mayor rentabilidad debido a su homogeneidad idiomática y social, además de su indiscutible mayor difusión radial.
Varios años después, durante mi periodo como Editor de Billboard, tuve la oportunidad de conocer a Tony Moreno por primera vez. Me cautivó su sentido de humor, evidenciado por una risa profunda y estentórea que fluía sin riendas desde un cuerpo alto y barrilado, al comentar un calce que mi jefe Enrique Fernández y yo escribimos de una foto de Tony Moreno y Al Zamora, ambos, sin ser redundantes, rollizos y rotundos, mirando al lente de soslayo. El título: “Two Tons of Music”—“Dos Toneladas de Música”, alegoría al famoso dúo de música disco Two Tons of Fun. Durante esa reunión informal aprendí que Tony se había iniciado en la industria muy joven, que había trabajado en Miami la línea de Velvet para Roberto Pagé, haciendo éxitos de las grabaciones de artistas como Danny Rivera, entre otros, antes que el alemán dueño de Top Hits, Wilhem Rickhen, lo designara Director de Operaciones para los EE.UU. y Puerto Rico.
En esos tiempos, la misión inicial de Moreno en TH era desarrollar la trayectoria de un joven cantante y actor que comenzaba a arrasar las ondas radiales y televisivas de América Latina: José Luis Rodríguez, mejor conocido como “El Puma”. Tony Moreno hizo eso y mucho más.
Primero, comenzó a socavar el dominio que la Fania tenía en Puerto Rico en los 70s desarrollando algunas de las estrellas de salsa más importantes de la Isla del Encanto mencionadas anteriormente. Más adelante, capeando con éxito la avalancha de popularidad del merengue que arropó al negocio en los 80s, Tony Moreno apadrinó los inicios del movimiento de la salsa romántica, fusión comenzada por el desparecido músico, director de banda, arreglista, y bon-vivant Louis Ramírez para el sello K-Tel. Con el añejamiento de la primera ola de salseros de TH, Moreno, junto con el equipo formado por su Director de Promoción en Puerto Rico, Frank Torres (dominicano de nacimiento, pero boricua por naturalización y convicción), y un equipo de producción compuesto por arreglistas Cuto Soto, Tommy Villarini y Julio (“Gunda”) Merced, entre otros, desarrollaron un establo de nuevas estrellas salseras que marcaron un hito en la historia del género.
El mayor talento que Tony Moreno exhibió en esos años era encontrar y desarrollar extraordinarias estrellas dentro de una cantera aparentemente inagotable de cantantes, músicos y arreglistas en Puerto Rico. Ese fue el caso con el desaparecido vocalista Frankie Ruiz, extraído de la Orquesta La Solución, una de las agrupaciones de TH, después que el éxito “La Rueda” con La Solución lo propulsó al gusto del público. Bajo la producción de su director musical Tommy Villarini, Frankie Ruiz logró imborrable éxitos como “Tú con él” (originalmente grabado por el grupo de pop argentino Los Iracundos) y “La Cura”, entre otros muchos. Eddie Santiago fue reclutado del Conjunto Chaney para crear hits como “Lluvia” (extraído de una de las primeras grabaciones del cantautor argentino Luis Ángel) y “Que locura” con el respaldo trombonístico de su director musical Cuto Soto, quien, muy inteligentemente, acolchonó las limitadas destrezas vocales de Santiago con amplios coros de “Uuuhs” y “Aaahs” detrás de la voz prima para darle una melosa suavidad y dulzura a sus éxitos. El leonino estilo vocal de Eulalio (“Lalo”) Rodríguez, destacado inicialmente con Eddie Palmieri en sus LPs “The Sun of Latin Music” (“El Sol de la Música Latina”) y “Unfinished Masterpiece” (“Obra maestra incompleta”), merecedores de los dos primeros Grammys Latinos otorgados y producidos para el sello Coco de Harvey Averne, fue revivido con el histórico “Devórame otra vez”, escrito por el dominicano Palmer Hernández, quien también compuso otro gran éxito de TH, “Aquel viejo motel”, para la orquesta de Max Torres. Estos jóvenes talentos, junto con otros bastiones salseros como Willie Rosario, Tommy Olivencia, Marvin Santiago y Andy Montañez, resucitado después de su salida de la Dimensión Latina de Venezuela, hicieron del sello TH el estándar discográfico de los 80s. Pero hasta lo bueno tiene su fin.
Para 1987 Wilhem Rickhen había entrado en edad de retiro y decidió vender Top Hits al presidente de Radio Caracas Televisión, Rodolfo Rodríguez, creador también del sello Rodven, propulsor discográfico de los temas de novelas engendrados por RCTV, así como los de su yerno el cantautor Ricardo Montaner. La creación de la fusión TH/Rodven significó el fin de la carrera de Tony Moreno con el sello que plantó bandera en la industria de la salsa. Aunque nunca confirmado oficialmente, ya que Tony Moreno jamás fue propenso a dar entrevistar a los medios, varias fuentes de La Décima y su análoga boricua, La Parada 15 en Santurce, aseguran que “El Gordo” salió muy bien compensado con un porcentaje del precio de venta de TH garantizado por su contrato.
Ni corto ni perezoso, Peter Bottome, presidente de la cadena televisiva venezolana Venevisión, competencia de Rodolfo Rodríguez y RCTV, inmediatamente contrató a Tony Moreno para el desarrollo de su sello Sonotone. La primera gran inversión de Bottome en Sonotone había sido el excelso merenguero Wilfrido Vargas, primer emigrado significante de Karen Records, propiedad de Bienvenido Rodríguez, una de las dos grandes potencias del género junto el sello Kubaney del cubano Mateo San Martín. Teniendo asegurado el mercado del merengue a través de Wilfrido y sus orquestas asociadas (Las Chicas del Can, La Altamira Banda Show, etc.), varias de las figuras que Moreno había comenzado a desarrollar en TH lo siguieron a Sonotone, entre ellos los cantantes Willie González y “Maelo” Ruiz, así como los hijos de Andy Montañez, Harold y Andresito, ya que el papá aún tenía ataduras contractuales con TH/Rodven.
Esta asociación, afortunadamente para Moreno, no duró apenas dos años. Según fuentes de la industria, Bottome estaba más interesado en que su nuevo Director de Operaciones le trabajara con denuedo sus cantantes de telenovelas más que el mercado natural tropical, especialmente la salsa, que Moreno siempre dominó. De ahí, Tony, junto con su esposa Julia, creó Musical Productions, Inc., mejor conocida como MP.
A mi llegada a Miami en 1990 como Director de Promoción de Sonotone bajo la tutela de Oscar Llord, quien había sustituido a Moreno, me complació admirar la positiva situación discográfica de MP. Sin descontar los logros que realizamos en Sonotone con Banda Blanca y su ritmo Punta, el baladista Rudy La Scala y la bachata pop de Víctor Víctor y su “Mesita de Noche”, MP era un sello independiente que mantenía en jaque a otros competidores pequeños así como a las grandes empresas multinacionales gracias a la activa promoción de sus artistas, especialmente a través de dos personalidades únicas.
Uno, Tito Rojas, “El Gallo Salsero”, ex corista de Justo Betancourt, un artista muy carismático tanto en tarima --gracias al sonido poderoso de su banda y una voz hombruna y ronca, saturada de ron y tierra boricua que generaba éxitos radiales sin pausa cada tres meses-- como fuera de ella al crear de numerosas expresiones que penetraron el vocabulario de la grey salsera de diferentes países: “¡Perdona, sái!”, “Dále pa’bajo!”, “¡Coge pa’ tu casa!” y “¡Claro, bruto!”, entre otras.
El otro, José Francisco Peña Suazo y su Banda Gorda, antiguo trompetista, arreglista y compositor de La Coco Band, y ahora cantante, cuyos intercambios de gritos a todo pulmón entre el líder y sus coristas en los mambos merengueros llamaban y respondían: CORO: “PEÑA SUAZO!!! PEÑA SUAZO: “Dímelo. ¿Y qué é lo que é?” CORO: (con tono de asombro mezclado con pena): “La Banda Gorda”. PEÑA SUAZO: “¡Duríiiiisimo!” El frenesí subsiguiente de los guajeos de saxofones y trompetas de La Banda Gorda ponía a bailar al más cojo.
Allí entendí otro de los méritos de Tony Moreno. Mientras que las grandes multinacionales acaparaban el mercado mayormente a través de negocios de distribución, Moreno, como lo hizo desde su época con TH, mostraba su respeto por su independencia de acción y distribución. Esto lo pude comprobar de primera instancia durante mis años en Sony Discos, en una reunión en el salón ejecutivo de El Trópico, restaurante por excelencia de los ejecutivos disqueros y artistas localizados en el Noroeste de Miami por su sabrosa comida y precios módicos. Presentes en la mesa estaba Tony Moreno, este servidor y varios ejecutivos de Sony, incluyendo a Frank Welzer, George Zamora, Al Zamora y Ángel Carrasco (presidente, vicepresidente de Mercado, vicepresidente de Promoción, y vicepresidente de Artistas y Repertorio [A&R], respectivamente), con el propósito de solidificar una propuesta de distribución de su sello. Entre otras cosas, Tony Moreno contó la historia de cómo comenzó a adquirir artistas de Salsa para TH. Su primera gran firma fue la del venerable Tommy Olivencia en 1973.
“Olivencia estaba firmado con el sello Inca que era parte de Fania. Sin embargo, Masucci no estaba dando cariño a sus artistas de Puerto Rico, excepto a La Sonora Ponceña porque Papo Lucca era el pianista de La Fania All Stars. Ya Olivencia me había dicho que Masucci me la iba a poner difícil porque él no quería dar a entender a la industria que la fuerza de Fania en Puerto Rico estaba disminuyendo. Viajé a Nueva York, pero no pude conseguir a Masucci en su oficina. Eventualmente, me dio una cita para que lo fuese a ver a su casa en Purchase, en pequeño pueblo en las afueras de Nueva York.”
“Recuerdo que la casa era relativamente pequeña pero estaba exquisitamente decorada. Masucci me recibió y, como bien me dijo Olivencia, estuvo muy renuente al principio de liberar a Tommy del contrato que tenía con Inca, alegando un sinnúmero de razones y planes que tenía para con él, cosas que yo sabía era solo parte de una cortina de humo que pretendía medir mi grado de interés de obtener la disolución del contrato. Lo que Masucci no sabía era que yo estaba dispuesto a darle $10,000 dólares para obtener la libertad contractual de Olivencia, pero nunca se lo mencioné. Después de darle vueltas al negocio Masucci accedió a darle la libertad a Olivencia si éste le grabara un último disco. Por tanto, mi costo fue solamente uno de paciencia ya que esperé seis meses y los $10,000 dólares que le iba a dar a Masucci los gasté en la producción de mi primer disco de Olivencia para TH.”
Eventualmente la propuesta de distribución de Musical Productions hacia Sony Discos no cuajó. Nunca olvidaré la razón final que dio Tony al final de ese almuerzo mientras saboreábamos la consabida taza de café negro, punto final de las comidas.
“Piénselo bien”, comenzó mirándonos fijamente en los ojos a cada uno de nosotros. “Mientras que ustedes tienen que vender sus productos al público a un precio mínimo de $13.95 para cubrir sus costos de distribución y ganancias, MP puede poner sus productos en la mayoría de los distribuidores donde ustedes llegan a un costo menor y por tanto a un precio más accesible al consumidor. Y si una grabación de un artista está bien promovida, y un comprador de discos promedio tiene que hacer una decisión entre un CD mío que le cuesta $8.95 y otro de ustedes a $13.95, o $14.95 y hasta $15.95, en la mayoría de los casos, mi producto se va a mover y el de ustedes no. Y por muy generosa que sea su propuesta, que lo es, para mí no tiene sentido perder la ventaja de preferencia de precio que tengo ahora por una colocación de productos que ya tengo,” Todos nos miramos entre sí, asintiendo en un silencio a voces que no había una respuesta apropiada para una lógica impecable.
En lo que a mí respecta, ese día aprendí de Tony Moreno sus “Cuatro Encias”. “Paciencia”. “Inteligencia”. “Independencia”. Y, más importante aún, “Decencia”, porque sus palabras fueron directas, al grano, sinceras, sin necesidad de rodeos, intermediarios o cotilleos. Hubiera podido añadir una “Quinta Encia”, “Prudencia” porque nadie más en la industria supo jamás el contenido de esta reunión.
En sus últimos años, con la merma de las ventas de la industria discográfica, Tony Moreno hizo su última movida inteligente: La fusión de MP con el sello J&N de los hermanos Juan Hidalgo y Nelson Estévez, donde la trayectoria salsera del primero complementaban la experiencia merenguera y bachatera de los segundos, una alianza ganadora para ambos bandos.
Con mi mudanza a Puerto Rico perdimos contacto por par de años, pero después nos volvimos a conectar por la Internet, intercambiándonos comentarios, chistes y las boberías que viejos amigos que guardan gratos recuerdos de mejores eras discográficas atesoran, pero sin hablar jamás de la enfermedad que lo aquejaba, factor que nunca supe hasta su muerte.
El fallecimiento de Tony Moreno, el último de los verdaderos disqueros independientes, es la continuación del fin de una época donde los dueños de sellos mantenían una relación directa y personal con programadores, distribuidores y medios de comunicación por igual. Cuando salían con el baúl del carro lleno de los más recientes lanzamientos, haciendo paradas con programadores grandes y pequeños, donde los últimos comentarios del negocio se entrelazaban con las virtudes artísticas del tema en promoción; donde las atenciones y cortesías personales, además del cumplimiento cabal de las promesas realizadas (por ejemplo, una visita del artista en promoción; la entrevista oportuna en persona, larga y extendida, en vez de telefónica y cortante), valían más que cualquier dinero que se pudiera ofrecer, la frecuentemente endemoniada “payola” que a menudo era sólo un fantasma que ayudaba a ciertos promotores a suplementar sus magros ingresos; y donde las reuniones de disqueros, promotores y programadores se llevaban a cabo en las mismas mesas tanto en El Trópico o El Rincón Argentino de Miami, en El Honolulu de San Juan o en el Asia # 1 de Nueva York sin la paranoia de la competencia desleal y en un ambiente de abierta amistad.
Hoy, cuando la música se crea por personas en un closet sentado con una gorra de pelotero volteada al revés, los calzoncillos peleando por salirse de los pantalones, conectado a una computadora con programas que arregla las armonías y corrige los desafines vocales hasta hacerlos tolerables al oído, y es enviada a las emisoras radiales por un flujo cibernético (“stream”) para que las bajen de un website, o el público la compre a un precio módico, esa personalidad y humanismo cálido que caracterizaba a los Tony Morenos, Eliseo Valdéses, Frank Torreses, Morris Levys, Ralph Mercados, Jerry Masuccis de los viejos tiempos jamás regresará. Y es necesario este tipo de crónica, aunque no sea mi favorita, para que futuras generaciones sepan de los baluartes históricos del negocio y aprendan sus cualidades humanas, extensos logros y expertas decisiones. Porque los ejecutivos discográficos en su mayoría son héroes anónimos con residencias permanentes detrás de bastidores mientras que sus artistas reciben las fotos, la promoción y las loas del público adorante, manteniendo una sonrisa eterna y una llama inextinguible de pasión por su trabajo.
Aún quedan algunos vestigios de la vieja guardia. George Zamora; su hermano Al, más dedicado ahora a la promoción independiente; Ralph Cartagena, semi-retirado pero aún asesorando a su hijo Derek con los destinos diarios de Combo Records; Darío González, ocupado más ahora en el mantenimiento de sus tiendas de La Gran Discoteca de Puerto Rico y apoyando a su hermana Nery en Distribuidora Nacional; los susodichos Juan y Nelson en Miami; Tony Fernández, aquél que todo lo sabía de “Brujería”, en California. Pero son pocos y todos los días menos.
Ahora el negocio es dominado por multinacionales y ejecutivos que no tienen ningún tipo de relación social, cultural o racial con las dinámicas de los barrios del Caribe. Que saben mucho de números, y presentaciones de power point, y computadoras, y visten bien y hablan bonito, y pestañean insinuantemente sus ojos azules mientras alisan sus cabellos rubios sobre sus cuellos blancos que cubren su también pálida piel, pero que nunca distinguirían entre “swing” y “clave”. Ni saben la diferencia entre un bongó, una conga, una tambora o unos timbales. Ni mucho menos les interesa.
Descansa en paz, querido amigo Tony Moreno. Como dijo un gran poeta, “No es el fin de una vida, pero el principio de una eternidad.” Guárdame un asiento en tu mesa del cielo. Porque sé que nunca faltará allí la buena comida, ni la alegría. O mucho menos, la buena música. San Juan, Puerto Rico.
© ® El autor se reserva los derechos de autoría, marca y reproducción de este artículo. Tony Sabournin puede ser contactado en tsabournin@yahoo.com.
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