Jazz 101

Jazz 101 (Primero de una serie ocasional)

Charles Flores en bajo y Horacio “El Negro” Hernández en batería.

Primero de una serie ocasional


Por Rafael Vega Curry

rvega@elnuevodia.com

“La verdad es que yo no sé por dónde empezar”, me dijo Raúl. “Hay tantos y tantos discos, tantos músicos, tantos estilos... Recomiéndame algo, por favor”. Estábamos en Borders de Plaza Las Américas, en la sección de jazz, y lo que me pedía mi amigo no era que le recomendara un CD en particular. De pequeño, había escuchado un poco de Louis Armstrong y de Duke Ellington, y ahora quería comenzar su propia colección de jazz. Una colección que abarcara no sólo a los principales exponentes actuales del género, sino también su rica historia a lo largo de un siglo de vida, sus grandes estrellas, sus grabaciones emblemáticas, las que debía conocer si de veras quería saber de jazz. Pero además quería tener algunos discos de esos que, aunque menos conocidos -y menos reconocidos históricamente-, son igualmente valiosos, algo así como los “tesoros secretos”, los lugares donde buscan refugio y solaz los que aman esta música. O, tal vez, simplemente, los que representan un gusto, una inclinación particular. “Es más, deberías escribir una historia sobre esto”, agregó mi amigo.

Como le dije a Raúl, la tarea no es simple, no se hace de la noche a la mañana, pero es increíblemente gratificante. Todo es cuestión de tener un método, de ponerle un poco de cariño, y de abrir bien los oídos (y la mente). Lo que en un principio puede sonar caótico (“parecen cuatro tipos tocando cada uno por su lado” es un comentario común) poco a poco va cobrando sentido, revelando su lógica interna y su belleza. A la hora de comprar, inevitablemente, hay que tomarse riesgos en lo que el gusto propio se va desarrollando, y tener paciencia: algunos discos no se consiguen aquí y hay que ordenarlos por internet. Pero créame que vale la pena: hay mucho, mucho por disfrutar.

Así que si a usted le interesa también crear su propia colección -ya sea bajando la música a MP3 o comprando los discos- esta historia le puede ser útil. Para efectos prácticos, ha sido dividida en una serie que irá apareciendo ocasionalmente en estas páginas. Déjenos saber qué le parece -o qué le gustaría leer en las próximas entregas- enviando un correo electrónico a la dirección que aparece al final. Si la próxima vez que está en Borders, o en alguna otra tienda bien surtida o mirando internet, se siente un poco mejor orientado, la historia habrá cumplido su cometido. Y obviamente está dedicada a Raúl, con afecto.

 

Jelly Roll Morton

Qué y por qué

Antes que nada, conviene hacer un poco de historia y definir -de manera muy sucinta- qué es jazz.

El jazz nació a principios del siglo pasado en la zona de Nueva Orleans, en el estado de Louisiana, como una amalgama de estilos musicales e influencias culturales. Fue una síntesis que agrupó principalmente los blues -el canto negro por excelencia en los Estados Unidos-, el ragtime -de marcada síncopa e interpretado generalmente en piano- y el “Spanish tinge” que llamaba Jelly Roll Morton, que no era otra cosa que la influencia de la expresión caribeña en general y cubana en particular (alguien dijo una vez que Nueva Orleans es la ciudad más norteña del Caribe). Hubo otras influencias adicionales -ritmos como el cakewalk, y hasta las canciones que cantaban los trabajadores de las plantaciones de algodón para aliviar su carga-. Con el paso de los años y de generaciones de músicos que fueron moldeando poco a poco el estilo, modificándolo, añadiéndole y quitándole, todo derivó en lo que Wynton Marsalis llama “la música más democrática del mundo”: en efecto, ¿en qué otro estilo cualquier miembro de la banda tiene tanta oportunidad como el líder para ocupar, en algún momento, el centro de atención, ejecutando un solo y manifestando lo que tiene para dar de sí en el momento? Puede que el líder sea quien convoque a los músicos, elija el repertorio y establezca en términos generales cómo quiere las cosas, pero ya sobre el escenario, la situación cambia un poco. Cada quien tiene su espacio, en el que interactúa constantemente con los demás, como en un equipo. El resultado final de cualquier interpretación de jazz bien hecha es, genuinamente, fruto de un trabajo colectivo.

¿A qué cosas debe uno estar atento a la hora de escuchar jazz? A los elementos que definen esta música, que son, en términos muy generales, los siguientes:

•Composición - ¿Son temas originales, o interpretaciones de lo que llaman standards, temas que ya tantos artistas han tocado que se han vuelto parte del repertorio tradicional popular estadounidense, como Summertime, Stella by Starlight, On Green Dolphin Street y otros? ¿Hay novedad y creatividad? ¿Son temas realmente agradables, memorables, o meros bosquejos armónicos para los solos que vendrán después? ¿Hay influencias de otros músicos y compositores?

• Improvisación - Para muchos, no hay jazz sin improvisación. Esos solos en los que el músico, como ya se dijo arriba, da lo mejor de sí, basándose en frases, motivos o temas musicales que ya domina, o inventando en el momento, son, en buena medida, el corazón de esta música. Aquí, de nuevo, hay que estar pendiente a cuán creativo es el músico, si tiene ideas frescas o es repetitivo, su feeling, su entonación, su vuelo imaginativo o lírico. También, su lógica, que su solo “cuente una historia”, como decía Lester Young. Hay músicos por ahí -algunos de ellos muy laureados, por cierto- que despilfarran torrentes de notas y no dicen nada.

• Interacción - Lo que en inglés llaman interplay es otro elemento crucial. ¿Cuán bien se comunican los músicos entre sí? Si el trompetista, por ejemplo, es el que está ejecutando su solo, ¿qué apoyo armónico le dan el piano o la guitarra? ¿Qué apoyo rítmico le da la batería? ¿Qué papel desempeña cada músico dentro del conjunto? Para algunos críticos, en el momento que deja de haber interacción y un solo solista se convierte en el rey exclusivo del show (con los demás músicos meramente “corriendo” tras de él) ahí mismo deja de ser jazz.

• Swing - ¿Quién no sabe lo que es swing? Es el ritmo con que toca una banda, el remeneo de unas caderas al andar, el afinque entre el percusionista y el del saxofón... Es, también, el amor que se le pone a algo, que se nota, que se ve, y que hace brotar una alegría en el cuerpo y el corazón. Lo cual está directamente ligado al...

• “Blues feeling” - tener los blues es estar triste, pero tocarlos es reafirmar la vida, la esperanza ante la adversidad. Es un sentimiento profundo, algo que nace de bien adentro, de las experiencias vividas. Algunos músicos tienen una técnica perfecta pero carecen de este decisivo elemento emocional.

Wayne Shorter

Los “monstruos”

Pero volviendo al principio, ¿por dónde empezar, entre tanto músico y tanto disco disponible? Yo siempre recomiendo algo muy sencillo: comenzar escuchando a los grandes, los “monstruos” del género. Eso sirve dos propósitos: primero, que la mayoría de sus discos son buenos y le pueden servir de guía. Pero más importante aún: siendo ellos los que establecieron las bases que todos los demás músicos seguirían después, lo pondrán en contacto con los fundamentos del jazz moderno. Vea quiénes son en el cintillo.

Whitney Balliett, el influyente crítico de jazz de la revista The New Yorker (ha estado escribiendo en un estilo lúcido y literario desde 1957), dijo una vez que “el jazz es el sonido de la sorpresa”. ¿Quiere eso decir que cada vez que nos enfrentamos a un disco que no hemos escuchado antes tenemos, necesariamente, que ser sorprendidos? ¿Qué decir de un músico como Cannonball Adderley, admirado por varias generaciones, quien hizo una gran cantidad de grabaciones agradables -y muchas de ellas similares entre sí?  Usted decide.

Wayne Shorter, sin fronteras

En una corta pero jugosa entrevista con la revista Jazztimes de junio, Wayne Shorter -el último gigante del saxo tenor- ofrece algunas ideas interesantes. “No creo en las palabras ‘principio’ ni ‘fin’. Nada está realmente terminado jamás. Todo es continuación”. Dice también: “Tengo 71 años y nada que perder. Así que digo, al infierno las reglas... no hay problema alguno con ser vulnerable y correrse riesgos. No hay que temer a lo desconocido”.

Su nueva grabación, Beyond the Sound Barrier (Verve) es prueba fiel de sus palabras y extensión del más notable renacimiento de un titán del jazz en años recientes. Realizada con el mismo grupo con que hizo el sensacional Footprints -Live! en 2002 -John Patitucci en bajo, Brian Blade en batería y el panameño Danilo Pérez en piano, y también en vivo- es, en pocas palabras, una formidable aventura musical. Un vuelo libre de la creatividad y de la interacción jazzística a su máximo nivel. Pero para disfrutarlo como se debe, hay que escuchar con atención. Es música exigente, que debe ser oída varias veces para absorber toda la riqueza de su ambigüedad.

“Smilin’ Through”, el primer corte, sienta la tónica de todo lo que viene luego. Es una interpretación de avanzada, muy abierta, que borra las dicotomías usuales de tema/improvisación, solista/acompañante, en favor de una improvisación colectiva que, sin embargo, no tiene nada que ver con el free jazz y otras formas más cercanas al caos. A continuación, “As Far As The Eye Can See”, una de tres nuevas composiciones de Shorter incluidas aquí, acentúa las ideas de movimiento continuo y total elasticidad, con intercambios muy efectivos entre Danilo y Brian Blade. El saxo de Shorter entona aires inclinados a lo “clásico” en “On Wings of Song” (de Félix Mendelssohn), plañideros o bluesy en “Joy Rider” e intensos y profundos en el tema titular.

Un dato importante en cuanto a la producción: según se indica, este CD fue grabado entre noviembre de 2002 y abril de 2004. En ese sentido, debe ser entendido como un reflejo general del sublime trabajo de esta banda; como una recopilación, o un destilado, por decirlo así. Sería fantástico que el próximo fuera la documentación de una sola sesión -fuese en vivo o en estudio- para saber de cuánto son capaces estos maestros de la música en una sola jornada.

Tomado del Periodico El Nuevo Día

San Juan - PR