EL DIA QUE LOS LATINOS CREYERON ALCANZAR EL CIELO

 

"Yankee  Stadium  Go Home"

 

 

 

 

 

 

Algunos días atrás, cursando el mes de septiembre del año 2008, un cable de prensa informaba que la legendaria estructura del "Yankee Stadium" pasaría a la historia para ser renovada.

 

Conocido por ser la sede del equipo de béisbol más famoso de todos los tiempos, los "Yankees" de Nueva York, el "Stadium" se encuentra ubicado en pleno Bronx, el distrito de Manhattan donde surgió el sonido de barrio conocido comúnmente como salsa, ese estilo sonoro de época que se convirtió en clave identataría y de identificación de los latinoamericanos en cualquier lugar del planeta. Confluencia urbana acústica con una poderosa influencia en las culturas sonoras norteamericana y mundial reflejada (para el caso latino) en el catalogo Fania, sonosfera de las crónicas humanas de "El Barrio" neoyorricano en el espíritu de los años sesentas.

 

Un vecindario poblado de hispanoparlantes provenientes en su gran mayoría de Puerto Rico, apeados en Nueva York con el fin de materializar el llamado "sueño americano", pero con la suerte de encontrar una realidad extremadamente compleja y adversa de marginalidad, racismo, descalificación laboral y pobreza económica, lejano de los municipios y campos jibaritos y guajiros recreados por las voces de los cantantes de los combos de Eddie Palmieri, Ricardo Ray y Willie Colón, para mencionar los más reconocidos. Empujado por esos indistintos sucesos que determinaron el comportamiento mental de millones de ciudadanos en el mundo entero: la lucha por los derechos civiles de las minorías estadounidenses, el desafío violento del poder negro al establecimiento blanco yanqui, los discursos de la no violencia proclamados por Martín Luther King, el asesinato de este y de los hermanos Kennedy, la "guerra fría soviético-estadounidense", la revolución cubana, las multitudinarias marchas contra la guerra en el Vietnam, la aparición del movimiento hippie, la masificación de la píldora anticonceptiva, la práctica "democrática" del amor libre, el uso indiscriminado de las drogas, el ascenso del rock and roll como música masiva, la creación de los conciertos multitudinarios, y la consolidación del "Star System" musical liderado por "The Beatles". Variables sociales inherentes en el sonido urbano de época elaborado por esos seres de carne y hueso estratificados en la cola de la sociedad e inmersos en esa atmósfera socio, político, cultural.

Enclavado en la periferia de "El Barrio" se halla el principal escenario deportivo de los Estados Unidos, escogido por Masucci, Pacheco y, fundamentalmente, por Ralph Mercado para el tercer concierto grabado de la "Fania All Stars", la agrupación que reunía a los más famosos músicos de la casa disquera observada por propios y extraños. Para aquel otoño ya se había presentado en el Red Gartner en 1967 y en el Cheeetah en 1971, local donde se rodaron las escenas musicales de la película "Nuestra Cosa Latina", el documental que lanzaría al estrellato mundial a figuras como las mencionadas, y a otros como Larry Harlow, Cheo Feliciano, Héctor Lavoe y al propio Johnny Pacheco, reconocidos hasta ese momento solamente por las comunidades latinas de los Estados Unidos, y salseras de Puerto Rico, República Dominicana, Venezuela, Colombia y Perú. Sí, por que así como caprichosamente (el imperio acechando) denomina "Serie Mundial" a un torneo jugado por clubes de un solo país, no se podría manifestar que las estrellas de Fania eran universalmente conocidas para comienzos de los años setenta, cuando solamente las comunidades mencionadas conocían de sus discos y ejecutorias.

 

Sin embargo, ¿qué pensamientos reflexionarían los compueblanos de ese asentamiento de inmigrantes al ver sus ídolos programados en el máximo símbolo arquitectónico deportivo de la nación más poderosa del planeta? ¿Qué sentimientos cruzados tendrían los miles de portorros, e hispanoparlantes, habitantes de la Gran Manzana, el saber que sus vecinos de calle, hablantes de su lengua, con un rostro mestizo semejante, serían el cartel del viernes 24 de agosto de 1973 en la capital del mundo? Seres que como ellos habían dejado en Borinquen, Cuba, Quisqueya, Venezuela, Panamá, Perú, o en Colombia, sus padres, hermanos, esposas, hijos y amigos para ir a probar otros sabores, olores y tactos en suelo angloparlante. En el "patio trasero de Norteamérica" habían dejado "temporalmente" un continente lingüístico homogéneo que se debatía entre los gobiernos plutocráticos de las castas criollas corruptas por el poder político, económico y militar estadounidense, y la escasez materialista de las clases desfavorecidas que los rebeldes marxistas alzados en armas intentaban revolucionar.

 

 

Vol I

 

 

El "Yankee Stadium" fue escenario entonces de aquel concierto de la "Fania All Stars", que por inconcluso no dejo de ser determinante, y determinador, tanto para contemporáneos como advenedizos, gracias a su audio impreso en varios álbumes del sello Fania y a sus imágenes sonoras registradas en la película "Salsa", dirigida por León Gast, el documental que universalmente posicionó el término Salsa, dado el éxito que tuvo mundialmente el audiovisual. Desde aquel otoño, el sonido de barrio de Nueva York, ese estilo urbano fundamentado en el libro cubano de la música pero mezclado con ritmos y tonadas puertorriqueñas y latinoamericanas, y adornado con armonías de géneros afroestadounidenses, fue denominado Salsa (génerico con el cual se designa actualmente a todo un movimiento mundial). Antes de 1973 millares de cubanos y caribeños, incluso andaluces, flamencos, gitanos y venezolanos, pronunciaron la palabra salsa para referenciar sus condimentosas prácticas musicales pero "Coca Cola mata café tostao y colao" (al pie de la letra, así yo no beba un vaso de esta gaseosa por convicción y lealtad a la especie humana).

Desde entonces también la marca Fania se convirtió en sinónimo de salsa. Producía amor a las nuevas generaciones seguidoras de las músicas caribeñas y resquemores a los "viejo guardieros", a ciertos marxistas y a ciertos anticastristas, paradójicamente. Sin embargo, el léxico Fania, por esas cosas del destino de los pueblos, así haya sido el nombre corporativo de una empresa privada con ánimo de lucro, que explotaba laboralmente a sus músicos y desconsideraba el pago de los derechos autorales, su sola mención era motivo para que fantasiosamente cientos de hispanoparlantes en los Estados Unidos y millares de latinoamericanos en América Latina percibieran el nostálgico olor de la guayaba, ese fruto cosechado en las tierras tropicales y bananeras de nuestro continente.

 

Para muchas personas (como yo) escuchar el fonema Fania, nos posibilitaba imaginar a Anacaona (la indígena quisqueyana que valerosamente se enfrentó a los españoles), a Benkos Biojó (el cimarrón afrodescendiente que fundo el primer territorio independiente en América), a Antonio Nariño (el mártir granadino que tradujo los derechos del hombre), a Simón Bolívar (el libertador visionario que vislumbró el dominio estadounidense sobre nuestras riquezas), a José Martí (el apóstol cubano de la libertad), incluso a Fidel Castro (mucho agua ha pasado bajo los puentes) y al Che Guevara (ninguna persona vuelve a bañarse dos veces en el mismo río).

 

 

Vol II

 

 

Para las décadas de los ochentas, cuando el furor de las salsotecas en Colombia, cuando —atendiendo a Walter Benjamín: "lo verdaderamente importante no era la ruina, sino el fuego" -, se descargaban los discos del sonido Nueva York entremezclados con los sones de Carlos Puebla (cantor de la revolución cubana) y las guajiras de Guillermo Portabales (cubano exiliado en Puerto Rico). A esas noches de "diversionismo ideológico" asistían lideres estudiantiles, dirigentes sindicales, profesores universitarios, intelectuales de izquierdas, minorías afrodescendientes, mujeres feministas, actores de teatro en proceso de alcanzar el estrellato farandulero y algún comandante guerrillero clandestino, bajo la observancia del logo enmarcado de la casa Fania (icono latino) colgado entre los retratos de Marilyn Monroe (icono capitalista) y Salvador Allende (icono marxista).

 

Estimo que con estas variables, fantasías reales de ayer y hoy, metafísica de la experiencia musical, ni en apariencia la salsa neoyorquina es evolución del son cubano como numerosos personajes repiten queriendo reseñar su avance histórico. El son y la salsa son actores componentes del "siglo XX cambalache", eslabones consecuenciales de un sinnúmero de agentes y factores que los han determinado, influyéndose mutuamente, y siendo ramificaciones del mismo tronco. Basta ver la complejidad de estructuras participantes en este texto simple para darse cuenta de la densidad del imaginario sensacional del fenómeno Fania, el cual esta más allá del rechazo conservador y la supuesta lucidez de quienes manifiestan que la salsa es música cubana, que es una infamia del imperialismo o que es una coartada comercial capitalista. La salsa de Fania, como la del Bronx, es una de las razones posibles por las cuales Rubén Blades manifestó que "El Barrio" es parte de ese vecindario que termina en Tierra de Fuego", allá en la frontera fría con el polo antártico.

 

Análisis traumático como el final de aquel primer concierto de las Estrellas de Fania en el "Yankee Stadium", cuando los latinos en número record (("pueblo latino de cualquier barrio, de cualquier ciudad, tu hora ha sonado, únete, únete") emocionados de ver a los suyos (los suyos) ejecutando su música, esa sonoridad mestiza, yuxtapuesta, autónoma, significativa, como nuestra historia, como su presente, se lanzaron a tocar a los suyos de la Típica 73, de Mongo Santamaría, del Gran Combo y de la "Fania All Stars". Era un día de emancipación, de ruptura del tótem y el tabú, para asaltar la casa de los yanquis enraizada en pleno territorio otrora apache, el estadio considerado como el "templo del béisbol", el deporte que acapara las audiencias mediáticas en la Unión Americana, el diamante donde Babe Ruth, el icono del juego de pelota "gringo", se corono de laureles y dólares, y donde los "Yankees", máximo club deportivo de los Estados Unidos se tituló veintiséis veces campeón de la llamada "Serie Mundial" jugada por equipos de un mismo país.

 

Tres años después de la noche aquella en la cual los latinos en Nueva York alcanzaron el cielo, los administradores del coliseo neoyorquino, instalaban la primera pantalla con repetición de jugadas.
 

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