Desde el sur del Bronx:

 

 

 


Música de raíz boricua del grupo

Yerbabuena

 

 

 

 



Ramón López

Tomado del suplemento EN ROJO

Del periódico Claridad de Puerto Rico

 



Yo necesitaba este disco y ahora que lo tengo soy más feliz. Conozco de primera mano la cura de Yerbabuena, tan animosa y refrescante como la fragante yerba medicinal que crece bajo mi cuidado en el patio de mi casa y en el huerto de la Casita de Chema en el Bronx, bajo el cuidado de Tato Torres. La cura musical de Yerbabuena es buena y segura: cuando estos jóvenes se presentan en vivo, la gente canta, baila, grita, se menea y, según el gozo se trepa, suda pa fuera todo lo malo en un catártico encuentro de la inspiración de los músicos en la tarima, con la sed de los asistentes en la audiencia. Yerbabuena provoca desbordamientos emocionales como ningún otro grupo desde los mejores tiempos de los Pleneros de la 23 Abajo. Afortunadamente, en su primer disco han optado por mantener la ejecución de la grabación muy cerca de su sonido en vivo, lo que produce un disco repleto de saludables excitaciones.

 

 

 


Bajo la dirección de Tato Torres ―cantante, compositor, músico y antropólogo renegado― Yerbabuena tiene raíz y parentesco. La raíz tiene poco que ver con maquilladas imaginaciones folclóricas y mucho que hacer con una sola música puertorriqueña que se deslinda en bombas, plenas, seises y aguinaldos sin fragmentarse nunca porque las orquestaciones son  convergencias híbridas de talentos instrumentales y vocales que han conseguido un sonido propio. Estas canciones -unas originales y otras tradicionales- comparten un homenaje a Puerto Rico que no necesita ilusiones migrantes de isleño paraíso perdido porque posee una presencia portátil de la música boricua como compañera de distancias y encuentros. No busque aquí declaraciones doctrinarias sobre la identidad porque no se trata de definir lo puertorriqueño con rasgos privilegiados sino de hacer lo puertorriqueño con una vitalidad informada por la certeza y el renacimiento de un amor indiscutible aunque sea inexplicable: yo no nací en Puerto Rico, Puerto Rico nació en mí.


La Casita de Chema es un himno en plena que es una seña de localización y pertenencia. Se trata de un homenaje al Rincón Criollo del Bronx donde nació Yerbabuena a fuerza de golpes de Pleneros de la 21, Marcial Reyes, Instantáneos de la Plena, visitantes de cuanta esquina plenera se pueda mencionar y estudiantes de todos los inventos de Chema para asegurar un semillero de alegrías que se quitan la camisa en verano y se calientan con cueros en invierno. Aquí la precisión de la grabación se suelta bastante hacia la pluralidad del plenazo. Lola/ No me Cuques y Ser de Borinquen establecen algo original y llamativo en el sonido de Yerbabuena: un entrecruce de bomba con música jíbara que, cuando predomina la bomba, crea un espacio de distinción para el cuatro y, cuando predomina la música jíbara, coloca la trova sobre un cargado toque de barriles. Así, los “géneros musicales” están intervenidos unos por otros. Sueño, sueño, sueño pone la plena en voz de mujer líder -Sandra García Rivera-  apuntando una tendencia importante de esta generación diaspórica.

 

 

 


La inclusión de la bomba Campo en el repertorio de Yerbabuena es un homenaje y reconocimiento a la influencia formativa de los Pleneros de la 21. En vivo, esta bomba se deja para el momento cumbre en que el Flaco Navaja deja salir su potencia de cantador con gestos de rapero y transporta la audiencia a la comunión del regocijo. Antes de oírla grabada, temí los efectos del sonido “limpio” de estudio sobre el poderío de esta ceremonia pero no hay motivo de temor: Campo mantiene su fuerza viva y adquiere la disciplina de la grabación en un encuentro feliz que, prolongado por más de siete minutos, es una celebración de excelencia. Luego, Tato coge la voz para entrar a Remigio Tombé -una bomba jíbara distinta a la que se conoce por el Gran Combo- y la bomba de Yerbabuena vuelve a trepar muy alto.


Doctor me muero y El embrujao son dos apropiaciones eficaces de ese inmenso torrente de música popular vieja que se desparrama en casettes pirateados que se venden muy baratos en disqueras, farmacias y tiendas de Puerto Rico y Nueva York. Yerbabuena las recoge con cariño y les da brillo de betún cadencioso para ofrecerlas a su audiencia que es joven y alborotosa y quizás no recurre por su cuenta a esos cassettes de baratillo. El blanco y el de color es un seis mapeyé de Ramito sobre el tema racial al que Yerbabuena inyecta renovada vigencia en voz del Flaco Navaja y en ámbito de las complejidades urbanas de hoy.
La muñeca es una plena muy deliciosa que cuenta los pasados amores de Tato con una compañera de las lides músico-culturales de Nueva York que muchos conocemos; plena que brilla por su desenfadado elogio al encanto de una sonrisa de mujer. Para terminar, Yerbabuena insiste en afirmar su ascendencia plenera conectándose a la labor pionera de Marcial Reyes y afirmando la pertenencia del grupo al transcurrir del tiempo migratorio puertorriqueño; todo rematado con el coro Puerto Rico nació en mí, consigna irrefutable y linda de los boricuas de la Diáspora que, cuando se canta en vivo, todos cantamos de pie.

 

 


Es importante señalar que el sonido grande de Yerbabuena no depende de una amplia diversidad instrumental sino de la multiplicación musical a partir de un esquema sencillo de percusiones, cuerdas y voces que crecen en juntes y relevos según las exigencias de cada canción. Todos los instrumentistas son de primera pero hay un ímpetu especial que asegura la cohesión del ritmo y que tiene que ver con las manos exactas y sueltas de Obanilú Iré Allende. A la vez, la repartición de tareas musicales está diseñada para superar el estrellato individual y poner en su lugar una sucesión de distinciones instrumentales y vocales que resaltan el espíritu colectivo de la agrupación.


En este disco no hay seductores galanteos comerciales. Las canciones más cortas duran más de cuatro minutos y hay varias de más de cinco y seis. Se trata de la duración que la canción necesita, no de la imposición de brevedad compulsoria.


Escuchado y apreciado como una totalidad, el trabajo de Yerbabuena exhibe una específica continuidad con el de los Pleneros de la 23 Abajo en lo que a concepto, instrumentación, vocalización y carisma se refiere. Su presencia es una evolución diaspórica en la que los pioneros reaparecen transformados en sus descendientes que ahora son más completos, capaces y efervescentes tras encontrar y sostener su propia identidad musical.

 

 


Se acerca el verano y Tato sacará tiempo para sembrar unas cuantas variedades de menta -la yerbabuena es una de ellas- en el huerto del Rincón Criollo, donde también han crecido los condimentos del sofrito boricua, los vegetales de la ensalada fresca y hasta los calabazos del chékere resonante gracias a las manos esperanzadas de Chema y sus colaboradores. La Casita tendrá su nuevo calendario de gozos y sanaciones que incluirá el sonido de Yerbabuena entre sus ingredientes importantes. Quizás ya hay planes para el segundo disco.


Mientras tanto, usted tiene mucho que ganar si se toma el trabajo de conseguir esta grabación. Para más información: www.yerbabuena.biz y myspace.com/tatoyerbabuena. Para contrataciones de Yerbabauena favor llamar al teléfono: 347-584-8915.

El autor  es antropólogo y estudioso de la música popular boricua


Comentarios  a: bembeteo@prtc.net

 

Enlace del artículo original: http://www.claridadpuertorico.com/articulo.php?id=6406

 

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