La Rumba es Espiritual

 

El reverendo salsero Pablo A. Jiménez, funda La Teología de la salsa

 

 

El propósito de “La Teología de la Salsa” es probar que no existe una dicotomía entre fe y cultura.

Por Jaime Torres Torres / End.jtorres1@elnuevodia.com

En 1976, Richie Ray & Bobby Cruz lanzaron su primer disco de salsa cristiana y, coincidiendo con la propuesta de su “Reconstrucción”, un joven fanático de su música se abrazó a Jesucristo tras ser rescatado por su Espíritu Santo del fondo de una botella.

 

Dos años antes, irónicamente, Pablo A. Jiménez escuchaba con el ceño fruncido los himnos rock del disco “Algo nuevo”, que Ray y Cruz interpretaron en la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) de Bayamón.

Aún no era creyente y resentía que los Reyes de la Salsa abandonaran la expresión para cantarle a Dios.

 

“Eran sentimientos encontrados porque pensé que ellos, al abrazar la fe, me traicionaban”, recordó Jiménez, que no le prestó atención a las letras de las alabanzas, sino a un ritmo aleluya que distaba del swing de ‘Agúzate’ y ‘Sonido bestial’.

 

Inspirada en la parábola del hijo pródigo del evangelio de Lucas, dos años después Jiménez fue uno de los cientos de salseros que bailaron al son merenguero de ‘Juan en la ciudad’, el éxito cristiano más popular del binomio.

 

El timbalero clamó al Padre que lo liberara de los temblores y los deseos de ingerir licor. Desde 1976, año de su reconstrucción, vive en total sobriedad.

 

“Crecí en el seno de una familia disfuncional en la que hubo mucho alcoholismo y a los 15 años ya era una persona violenta”, recordó Jiménez, cuya vida fue transformada el Domingo de Ramos de 1976.

 

En una serie de ensayos, ésas y otras experiencias son narradas por el reverendo Jiménez en su libro “La Teología de la Salsa: Rumba, Postmodernidad y Evangelio”, cuyo prólogo escribió el cantante Tony Vega.

 

 

 

 

En la obra, Jiménez revela sus experiencias con tambores consagrados a orishas que, según lo generalizado, nadie puede tocar porque, si lo hace, se expone a atraer calamidad a su vida.

 

Ya convertido, al escudriñar las Sagradas Escrituras descubrió una gran verdad: el nombre de Jesús está por encima de todo nombre.

“La espiritualidad emana de Dios y uno no le puede temer a ningún espíritu. Si usas un tambor que fue consagrado para Él, que es el Espíritu Supremo, Él se glorifica”, sostuvo Jiménez.

 

Así como Cristo transformó a La Lupe, según expone en su texto, Jiménez considera que son muchos los salseros vacíos cuyas necesidades espirituales pueden ser saciadas a plenitud.

 

‘Juan Pachanga’, la canción de Rubén Blades que enfoca la tragedia de un bailador devastado por un amor fatal que intentó consolar su pena entre tragos de licor, es el ejemplo que utiliza para sustentar su tesis.

 

“Un amigo me dijo que ‘Juan Pachanga’ es la historia de todos los músicos profesionales que él conocía. Creo que en nuestra cultura postmoderna hay mucha gente que no encuentra norte, esperanza y sentido a la vida. Los artistas, que son gente más sensible, lo sufren más”, puntualizó.

 

Aun después de su conversión, el reverendo Jiménez no ha sido un varón ultra religioso. Su experiencia, que testifica y sustenta en su libro, es que Dios existe más allá de consideraciones religiosas.

 

“Es así porque lo he vivido. Por eso practico una teología de apertura, en la que nuestro único credo es la Biblia”, destacó.

 

La salsa, subrayó el autor, puede ser un instrumento eficaz de evangelización.

 

Tomado del periódico El Nuevo Día. San Juan, PR

 

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