In Memoriam: Max Salazar
Es triste ver cómo los grandes se están yendo, uno a uno, y que el tiempo no perdona. Con ellos se va la sabiduría y la información, aunque hayan compartido mucho con nosotros. Se nos han ido grandes músicos recientemente, y se nos están yendo, también, los cronistas de sus vidas y de sus épocas. No hace mucho perdimos a Elio Orovio, y ahora se nos fue Max Salazar. A Elio, desafortunadamente, no tuve la oportunidad de conocer personalmente, pero sí tuve el privilegio de pasar un breve momento con Max, y pude documentar parte de su historia y absorber parte de su conocimiento.
A Max Salazar lo conocí por accidente el 26 de mayo de 2000. En esa ocasión esperaba a una artista a quien le iba a hacer una entrevista en el lobby de un hotel en Los Ángeles, California. Mientras esperaba, pude distinguir a un sujeto a la distancia, a quien estaba seguro había visto en una revista sobre música. Casi inmediatamente me di cuenta que era Max Salazar, y, sin perder tiempo, me dirigí hacia él, y me le presenté. Le dije que admiraba su trabajo, y, atrevidamente, y sin que él supiera quién era yo o para cuál medio escribía, le pedí que por favor me concediera una entrevista. Max, quien estaba acompañado de Ralph, su hijo, me recibió muy fraternalmente y me dijo que podíamos hacerla al día siguiente. Coordinamos la hora y quedamos en encontrarnos en el bar del hotel. La entrevista, la cual duró casi dos horas, fue amena e instructiva, y Max me dio su 100%. Posiblemente hubiésemos conversado por más tiempo, pero Max tenía que dirigirse en pocos minutos al Hollywood Park and Casino, donde iba a brindar una conferencia sobre la historia del Mambo, dentro del marco del Segundo Congreso Bacardi de Salsa, que se celebraba en Los Ángeles, desde el 26 al 28 de ese año, y que fuese organizado por Albert Torres. Albert tuvo la visión de invitar a Max para brindar la conferencia en tan magno evento. Realmente yo no cabía en mi gozo por el logro que había hecho al entrevistar a Max, y que iba a compartir con los lectores de la extinta revista cibernética OasisSalsero.com.
Algún tiempo después de mi reunión con Max, encendí la grabadora para escuchar y transcribir la entrevista. Pero, en lugar de la voz de Max, estaban las de José Mangual Jr. y Jimmy Sabater, a quienes había entrevistado posteriormente de Max. Como ya se habrán dado cuenta, estúpidamente y por error, grabé las voces de Mangual y Sabater encima de la de Max. Ese día fue triste, pues sentí qua había perdido algo muy personal e importante. También aprendí una lección “periodística”, de un error que nunca he vuelto a cometer. Esa misma noche le escribí una carta a Max, explicándole lo sucedido y me disculpé profusamente por el error cometido.
En la mañana de mi cumpleaños en 2000, recibí una llamada de teléfono desde Nueva York, y del otro lado escuché la voz de Max, quien me dijo que había recibido mi carta, y que no me preocupara por lo sucedido con la grabación. Me instó a que hiciéramos la grabación nuevamente por teléfono, si no me importaba. ¡No puedo expresarles la alegría que sentí en aquel momento! ¡Tremendo regalo de cumpleaños! Max y yo hablamos por teléfono e hicimos la entrevista por siete u ocho horas, creo yo, repartidas en varios días. Luego, a través de los años, pude conversar con Max en varias ocasiones, lo cual tristemente vino a un alto hace casi 3 años, debido a lo delicado de su salud. En aquel entonces, el decano de los escritores de la salsa en Nueva York sufría de depresión.
Y ahora Max Salazar se nos fue. Y esta muerte duele, porque aunque sólo pasé breve momentos con él durante dos días, y conversamos por teléfono numerosas ocasiones, siento que perdí un personaje central en mi vida de aprendiz de escritor. Me hubiese podido llamarlo maestro o padrino, como muchos llaman a los que de una manera u otra influenciaron sus carreras, muchas veces mintiendo en el proceso, pues a veces sólo lo conocieron a sus “maestros” leyendo sus escritos y quizás hablaron con ellos una vez en la vida. Lamentablemente, y por más que quiera, no puedo hacerlo, debido al poco tiempo que pasé con Max. Pero sus escritos, serios, sin ser aburridamente académicos, más sin embargo llenos de valiosa información, influenciaron mi manera de entender cómo se puede entretener a la gente, educándola al mismo tiempo.
Max nos dejó un legado extenso e intenso, y sus contribuciones se pueden localizar en revistas como Latin NewYork y Latin Beat Magazine. Algunos de esos escritos se pueden encontrar en el magnifico “Mambo Kingdom”, único libro que el autor desafortunadamente publicó. Pero su valor es incomparable y debe ocupar un lugar en cada biblioteca privada o educacional.
Con estas líneas despido a un amigo con el que quisiera haber podido estar más tiempo. Son pocas las personas ya fallecidas que me transmiten esa sensación – mi padre y Frank Emilio Flynn son otros dos que vienen a la mente. Max, dejas un vacío en el ambiente intelectual y musical de Nueva York y el mundo. De verdad te extrañaremos, y espero que Dios me dé vida para poder transcribir la entrevista que te hice, y nunca pudiste leer.
Eric E. González Los Ángeles, California Octubre, 2010 Fotografías de la colección de Eric González
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