Rafael Hernández Un cantante de Protesta
Damaso Pérez Prado y Rafael Hernández
Las canciones de Rafael Hernández reflejan una dolida preocupación por los puertorriqueños.
Por Jorge L. Pérez Tomado del periódico El Nuevo Día de Puerto Rico
El 21 de noviembre de 1965, apenas semanas antes de que Rafael Hernández falleciera de cáncer a la edad de 74 años, Puerto Rico le rindió un homenaje al gran compositor boricua: un especial de televisión con todas las de la ley, en el que los mejores cantantes del patio interpretaban sus canciones más conocidas. En aquel especial auspiciado por el Banco Popular, titulado ‘La música de Rafael Hernández’, Myrta Silva, Gilberto Monroig, Carmen Delia Dipiní, Bobby Capó, Tito Lara, Tito Henríquez y Tito Puente, entre otros, interpretaron piezas como Nada, Cuchifritos, Congoja, Perfume de gardenia, Venus, Cachita y El cumbanchero. La figura joven del especial lo fue Chucho Avellanet, a la sazón un destacado cantante juvenil, que entonó Ausencia. El especial hizo historia: fue transmitido a la misma vez por todos los canales de televisión, así como por todas las estaciones de radio, inundando de ese modo al País con las bellas melodías surgidas de la inspiración de aquel aguadillano conocido como El jibarito que, desde muy temprano en su vida había dado señales de que rompería todas las fronteras musicales. “Yo vivía entonces con mi madre y recuerdo que, frente a nosotros, vivían unos cubanos”, dijo Avellanet recientemente. “Y cuando acabó el especial, los cubanos vinieron corriendo hacia nosotros, diciendo: 'Señores, ¿y qué nos queda entonces a nosotros? Nosotros creíamos que todas esas canciones eran cubanas'”. Las biografías pintan a Rafael Hernández como un niño prodigio, un muchacho que a los 12 años de edad empezó a estudiar música, dominando rápidamente varios instrumentos musicales hasta el grado de que a los 14 ya estaba tocando con una orquesta. A los 20, componía la primera canción de un catálogo que luego se calcularía en más de 3,000 composiciones, y más tarde fue regando su talento por Nueva York -donde iría a vivir luego de finalizada la Primera Guerra Mundial- y Cuba, donde triunfó plenamente y pasó a residir en los años veinte. Finalmente, en 1932 fue a México, donde culminó sus estudios de música y terminaría viviendo hasta 1947, logrando la etapa más exitosa de su carrera en una época en que sus canciones figuraban con prominencia en las películas de la llamada Época de oro del cine mexicano. La música no ha cesado en ningún momento: hace tiempo que canciones como Preciosa, Lamento Borincano, Capullito de Alelí, Campanitas de Cristal y tantas más, se han infiltrado casi carnalmente en la siquis del puertorriqueño. Otras, han pasado a formar parte del más elevado firmamento de la música mundial: se dice que existe medio millón de versiones grabadas de El Cumbanchero, por ejemplo, y que esa pieza era tan popular que en una recepción en la Casa Blanca a la que asistió el compositor, el entonces presidente John F. Kennedy le saludó diciéndole 'Hola, Mr. cumbanchero'. Entretanto, un día de 1976, el campanario del famoso Big Ben de Londres interpretó la melodía de sus ‘Campanitas de cristal’. Canciones de protesta Pero aunque para muchos las canciones de Rafael Hernández estarán vinculadas para siempre a las versiones 'elegantes' de los viejos programas de variedades en la televisión, la realidad es que, si se analiza bien la letra, muchas de ellas podrían caer dentro de lo que luego se conocería como 'música de protesta'. Así lo interpretó, por ejemplo, el Dr. Ismael Rodríguez Tapia, quien en 2006 publicó el libro “Hernández Marín: Cantor de la afirmación nacional puertorriqueña”, un análisis biográfico del compositor que le llevó a concluir entonces que “Rafael Hernández es un patriota que utilizó como medio de defensa de su nacionalidad y de su afirmación puertorriqueñista el pentagrama en sustitución del fusil, y su lírica en sustitución de las balas”. Un ejemplo de ello sería, naturalmente, ‘Lamento Borincano’. En 2004, reaccionando a la versión que para entonces acababa de grabar Marc Anthony, la viuda del compositor, María Pérez, quien entonces contaba con 80 años, recordó que “él me decía que esta canción no versaba sólo del sufrimiento de Puerto Rico, sino de todos los pueblos de Europa, Latinoamérica y África. Es un lamento del mundo, de mucha actualidad en estos tiempos de tantos problemas económicos, de maltrato de los pueblos en que la gente es asesinada sin compasión por el hambre”. Entretanto, uno de los versos de ‘Preciosa’ expresa: “no importa el tirano te trate con negra maldad”, al parecer en referencia a los Estados Unidos, una posición tan arriesgada en su tiempo que, según se dice, el gobernador Luis Muñoz Marín le convenció de que cambiara la letra y pusiera 'destino' en vez de 'tirano', y el compositor acató el pedido. Aunque luego, de acuerdo a lo que se relata en el libro ‘100 años de boleros’ del musicólogo colombiano Jaime Rico Salazar, lamentó haberlo hecho y restituyó la versión original. Sin embargo, según parece, el compositor nunca acogió otro pedido del entonces gobernador para que también alterara los versos de ‘Lamento Borincano’ que afirmaban: “Todo está desierto y el pueblo está muerto de necesidad”.
El cantante Alejandro ‘Chalí’ Hernández, hijo del compositor, ríe al escuchar ambas versiones. “Eso es parte de la leyenda”, comentó. “Si Muñoz le pidió o no, eso es algo que sólo ellos sabrían... pero un compositor escribe la canción y la canción está ahí, es muy difícil que la cambie”. “Otra cosa puede ser que la cambie un intérprete”. Lo que Chalí Hernández sí recuerda es que, por alguna razón, Muñoz nunca se refirió por su nombre a ‘Lamento Borincano’ y siempre la llamó ‘El jibarito’, aunque después la usó de consigna en sus campañas políticas. “Esa canción reflejaba una realidad: la pobreza que había, en parte causada por fenómenos atmosféricos como los huracanes”, dijo. Tambíen afirma que si acaso podía decirse que su padre tenía una inclinación política, él era independentista, una posición que también quedó meridianamente clara en canciones como ‘Mi patria tiembla’. “Pero era independentista como lo eran todos en aquella época, hasta Muñoz, aunque por la situación de pobreza que existía en el País estuvieran dispuestos a llegar a unos acuerdos”, agregó. Pero Chalí Hernández está convencido de que, por encima de todo, su padre era un artista. “A él no le gustaba hablar de política... lo suyo era la música y aprovechar ese don que Dios le dio”. Fue un don vertiginoso, según Chucho Avellanet. “Si algo tenía Rafael Hernández es que sus canciones no se parecen”, dijo. “Podía venir con una canción romántica, después con otra patriótica luego con una tropical, como El cumbanchero”. “No tenía un patrón... eran completamente diferentes”. Y eran tantas que, aún hoy en día, Chucho sigue descubriéndole canciones nuevas. “A veces estoy conversando con Chalí y sale con otra canción, y yo le digo: '¿Qué es eso? Esa no la conozco”. “Y él se ríe y dice: 'Muchacho, así hay montones... hay muchas que ni se grabaron”. Rafel Hernández nació el 24 de octubre de 1981, en Aguadilla-Puerto Rico
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